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Etiqueta: judeocristianismo

La sinarquía jesuita contra la Iglesia de Cristo

Fragmentos del libro «La Compañía de Jesús contra la Iglesia y el Estado», de Carlos A. Disandro y Jorge L. Street.1. Pretendemos además señalar en los inequívocos antecedentes de los conflictos institucionales de la Compañía con la corona española, en América, el verdadero rumbo de un enfrentamiento que culminará con Carlos III, y que no tiene ninguna relación de fondo con las maquinaciones anticatólicas, descriptas por la bibliografía jesuita y pro-jesuita, para velar el sentido de una organización superestatal, antinacional e imperialista (en el sentido peyorativo del término); y subrayar también en los graves conflictos canónicos con los obispos no una mera cuestión de temperamentos humanos, sino el despuntar de una grave distorsión teológica, que habrá de consolidarse precisamente en el siglo XVII, y que pretende reconducir la Iglesia a la esfera del judaísmo, anular las tendencias del teandrismo crístico, establecer un judeocristianismo monoteísta, contrario a la tradición de los más decisivos concilios doctrinales. En los cuatro siglos de la Compañía de Jesús ese rumbo ha culminado al fin con el ecumenismo del Vaticano II, cuyos antecedentes pueden rastrearse en muchas cuestiones, doctrinas, polémicas, personajes, libros de fin del siglo XVI y del siglo XVII.2. Un estudio exhaustivo del obispo del Tucumán Fray Francisco de Vitoria, O. P., indudable cabeza de la judaización en la temprana colonia virreynal. Sería menester compulsar la documentación de los archivos españoles y vaticanos, o publicaciones conexas.

3. Un estudio exhaustivo de la intervención de la Compañía de Jesús en el mercado de esclavos negros, con la publicación de todos los documentos pertinentes, lo mismo que de su intervención en el trasiego de contrabando.

4. La expulsión decretada por Carlos III (1767) y la extinción a perpetuidad sancionada por Clemente XIV (1773) se comprenden pues como coronación de dos largos siglos de conflictos institucionales, que tienen en América hispana un ámbito de increíble y forzosa dramaticidad. El Instituto de Cultura Clásica -que ya afrontó la publicación del Breve de Clemente XIV Dominus ac Redemptor- cuenta entre sus proyectos de estudio, investigación y publicación, reexaminar también la impresionante serie de documentos romanos, que por otras perspectivas develan los trasfondos de la sorprendente organización revolucionaria y mercantilista de esta Societas judaizante.

5. La intervanción de la Compañía de Jesús en el comercio y contrabando de negros es un detalle grueso que muestra a las claras el carácter mundano, político, financiero del instituto ignaciano, que hizo decir a muchos europeos y americanos de los s. XVII y XVIII que eran «los nuevos templarios». Sería interesante una publicación íntegra de toda la documentación correspondiente, obrante en el Archivo General de la Nación (AGN), y tal vez en otros archivos del país, para quitarle definitivamente a la Compañía el falso lustre que la acompaña.

6. Pero la intervención de la Compañía de Jesús en el contrabando americano nos podría dar el hilo de la cuestión. Los dos libros mencionados son importantes en cuanto a datos y personajes, totalmente desconocidos por la histiriografía común. Schoeps es autor también de la Theologie und Geschichte des Judenchristentums, Mohr, Tübingen 1949, donde pueden rastrearse los antecedentes judaicos y judaizantes que se reflejarían en las doctrinas heréticas de los jesuitas en América.

7. Las antiguas pretenciones del judaísmo rabínico de la diáspora helenístico-romana, a saber, insumir el cristianismo en una gnosis judeo cristiana , interrumpidas desde el siglo V, se reanudan hacia el fin de la Edad Media, y terminan por definirse y concentrarse, en el seno mismo de la Iglesia, por obra del Instituto ignaciano de la Compañía de Jesús.

8. La tenaz resistencia de los jesuitas a las visitas pastorales hace pensar que estaba en juego no sólo el problema jurisdiccional del obispo, o del patronazgo real (o cuestiones económicas conexas), sino también la sospecha (o la certeza) de que la Compañía seguía su propio rumbo en materia catequética indígena. Pues de lo que puede inducirse de la documentación examinada, ya corría la presunción de que los jesuitas se habían apartado del catecismo Bolaños y de las disposiciones de los concilios y sínodos americanos. Sabemos además que la Compañía había hecho imprimir el catecismo de Antonio Ruiz de Montoya, S. J. (1640) en clara contraposición al sínodo de 1631.

9. ¿Como podría aceptarse el embuste de la historiografía jesuita que Peralta era «amigo de Cárdenas»? Además la fisonomía del deán Gabriel de Peralta se recorta siniestramente en su actuación como provisor eclesiástico de Buenos Aires, fisonomía de negrero, empeñado en servir a la Compañía en el comercio o contrabando de esclavos. Cf. AGN. División Colonia.Sec.. Gobierno. 9-6-9-3., fs. 172-174. Sería de alto interés reestudiar toda la documentación sobre el comercio de esclavos y la Compañía de Jesús, para determinar con precisión sus tres grandes etapas americanas: esclavista (s. XVII), libertaria (s. XVIII y XIX), marxista-leninista (s. XX).

10. Sobre todo era menester sustentar definitivamente en un respaldo indiscutido e indiscutible la modulación doctrinal que los jesuitas practicaban en lengua guaraní: ella era en suma una corrupción judaizante de la Fe trinitario-teándrica; esa victoria debía darles al mismo tiempo inmunidad jurisdiccional, religioso-política, en sus misiones, para seguir el rumbo de enfrentamiento contra la Iglesia y la Corona.

11. Es probable que los jesuitas, ya en 1631, hubieran introducido variaciones en este catecismo, pues el segundo sínodo (1631) encargó a los padres Diego de Boroa y Marcial Lorenzana que cuidasen de que el catecismo se imprimiese con las licencias necesarias, lo cual hubiera evitado desde luego equivocidades, sospechas, etc. Pero los jesuitas no cumplieron su cometido.
Hacia 1643-1644, el obispo Cárdenas, que podía consultar aún el original en los archivos catedralicios habría advertido esos cambios y sospechado de las maniobras jesuitas. Se inicia así la polémica que ha de durar unos veinte años. Cárdenas, sin embargo, en el escrito ya mencionado del 23 de octubre de 1646 (es decir, diez años antes de la instrucción del sumario Mexía y de la congragación de Ocon), afirma enfáticamente que «hay herejías gravísimas contra la generación eterna y temporal del Verbo Divino, y contra la Virginidad de Nuestra Señora, que rezan los indios en su lengua, y en el cathecismo están introducidas e impresas por autor de la Compañía».

12. Nos queda la perspectiva teológica y el nivel del rumbo ulterior de la Compañía en su «república guaranítica». En efecto, de este análisis semántico y de la reconstrucción probable de las implicancias más significativas en la polémica, surge con nitidez la imagen de una herejía judaizante en lengua guaraní. Esa herejía fue propugnada, precisamente, por judaizantes y por judeoconversos o criptojudíos en los primeros siglos del cristianismo, y ásperamente combatida por los Apóstoles, por los escritores apostólicos y por los Santos Padres, entre otros por San Jerónimo. La herejía consiste en propugnar la filiación humano-judaica de Jesús para reintegrarlo a la línea de los profetas hebraicos, e insumir de ese modo la Iglesia en el judaísmo. Se trata de una herejía cristológica, que refluye como es evidente en una herejía eclesiológica.
Tal sería pues el caso de esta renovación del judeocristianismo en América, desde fines del s. XVI, expresado en un contexto guaraní. Tal sería además la meta religiosa de la Compañía y de sus numerosos profesos judeoconversos: ensayar con el indio americano un retorno a la ancestral religion de los «padres hebraicos» e impregnar la mentalidad guaranítica de las tendencias del judaísmo barroco, profundamente incrustado en la Iglesia de la Contra-Reforma y profundamente inviscerado en las instancias políticas de la Corona española.

13. Nos interesa en cambio el signo de la mentalidad jesuítica, en una sociedad religioso-lingüística endógena, que suponía sin duda alguna la degradación del contenido religioso objetivo de la Revelación y del Culto.

14 ¿No habría acaso que ahondar con mayor esfuerzo esta problemática americana, para extraer, como concecuencia ilustrativa, que desde sus orígenes algo es en la Compañía antiromano, y algo es antiimperial; que desde sus orígenes, el sesgo jesuítico consiste en derivar una milenaria piedad hacia las formas involutivas del judeo-cristianismo; en erosionar y romper la forma política romano-germánica, que se expresa en el marco de las naciones, hacia un internacionalismo, y luego mundialismo teocrático; en fin, en desalojar el contenido doctrinal heleno-crístico en procura de un monoteísmo, incompatible con la fe de Nicea y Calcedonia, pero compatible con un nominalismo teológico, que permite igualaciones hereticales, como las que ocurren al nivel guaranítico de América? Así entendemos que el mismo nombre diabólico, con que los relegados indios designaban incluso a sus hechiceros, fuese tenido por apto para expresar el misterio de la Fe trinitaria.

15. Los indios sólo podían ingresar al Pentecostés de la Iglesia (es decir, a la unidad lingüístico-cultural-doctrinal), a través del español, que representaba el término forzoso entre la «fragmentación» indígena y la universalidad neo-latina. Sustraerlos a la comunidad de lengua española era de alguna manera mantenerlos en una diáspora endógena. Esto es para nosotros un signo del «judaísmo» jesuítico, tan importante como el hecho del aporte incesante de judeo-conversos al instituto de San Ignacio, a tal punto que M. Bataillon sostiene «que la reforma católica en España fue, en gran parte obra de conversos judíos».

16. Los guaraníes, lingüísticamente endógenos, quedaban ipso facto separados de la comunidad española; y faltando esta mediación quedaban escindidos de la romanidad católica, del latín sacro, del principio descendente de sus virtudes político-doctrinales. ¿No vemos en esto un ensayo de una «iglesia indígena», conectada con una geopolítica indigenista, al servicio de otros planes que los acontecimientos derivaron o interrumpieron? ¿No vemos acaso en la supuesta sociedad guaranítica el primer ensayo de un «hombre natural», desarticulado de la fuente «romana» (en su lado religioso y en sus implicancias temporales), afincado como comunidad, con caracteres de comunismo levirático? ¿No es ese hombre o esa sociedad el principio de una vasta revolución doctrinal, institucional, psicológica? ¿Y toda esta compleja trama no se inscribe en definitiva en la verdadera naturaleza revolucionaria de la Compañía, que ha buscado en la perención de la sacralidad heleno-romana el retorno de «cristianismo» a «judaísmo»? Si así fuera -como lo es para nosotros- la empresa de la «república guaranítica» desde comienzos del siglo XVII en América, sería el testimonio de la primera «revolución cultural» en occidente cristiano, más honda que el luteranismo, en cuanto pretendió un inicio absolutamente autónomo; más vasta que los intentos infiltratorios en el lejano oriente, cuyo cuerpo político cultural tenía de todos modos una venerable antigüedad. En América guaranítica, el judaísmo de la Compañía pretendió instaurar un nuevo ciclo histórico, cuyo proceso efectivo hubiera significado otros rumbos y otras concecuencias.

17. Es curioso señalar como en estas alternativas, más o menos dramáticas, eran españoles ilustrados los que advertían el peligro de la fe, en la difusión de las herejías judaizantes (a las que desde el comienzo fue afecta la Compañía).

18. Manuel Bautista Pérez, que había de ser quemado en la hoguera, en auto público, por hereje, judaizante y ficto simulado impenitente, estaba considerado entre los Padres Jesuitas de Los Reyes (Lima) por un cristiano ejemplar, como parecen demostrarlo sus declaraciones en el Santo Oficio, cuando el citado M. B. Pérez les citó para testigos de su defensa.

19. Los judaizantes del instituto ignaciano se diferenciaban en esto de sus hermanos de raza y religión, que operaban en el vasto mundo comercial de América: ellos, los jesuitas, pretendían algo más que el mero lucro o la inteligente explotación de los recursos indianos (según lo describe con máxima claridad el obispo Palafox). Sobre la base de ese dominio económico-financiero-comercial, compartido con los judaizantes y cripto-judíos, la «Compañía de Jesús» procuraba un imperio espiritual, de bases doctrinales y teológicas, que nos dan una imagen sorprendente de las orientaciones jesuíticas.

20. Surge con irrefutable evidencia que judaísmo barroco y «Compañía de Jesús» intentaron sobre la base de la conquista española (magnífica y heroica) otra conquista, que tendiera a establecer una impronta semítica, que significara simplemente la muerte de España. En este proyecto fracasaron; quedaron empero las consecuencias espirituales y políticas de tal empresa.

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