Esta carta fue reproducida por la «Revue de Paris» el 1 de junio de 1928, pág. 574, así como en la obra «Israel, son passé, son avenir» del historiador sueco H. de Vries de Heekelingen, edición francesa de 1937, pág. 104, y en varias publicaciones del profesor sueco Einar Aberg. Al parecer la carta se la escribió el joven Karl Marx en 1848 a su rabino Baruch Levi, a poco de concluir su famosa obra, el Manifiesto Comunista.
La carta
“ En esta nueva organización de la Humanidad, los hijos de Israel, esparcidos por todos los rincones de la Tierra… se convertirán, en todas partes, sin oposición alguna, en la clase dirigente, sobre todo si consiguen colocar a las masas obreras bajo su control exclusivo. Los Gobiernos de las naciones integrantes de la futura República universal caerán, sin esfuerzo, en las manos de los israelitas, gracias a la victoria del proletariado. La propiedad privada podrá, entonces, ser suprimida por los gobernantes de raza judía que administrarán, en todas partes, los fondos públicos.
Así se realizará la promesa del Talmud según la cual, cuando llegue el tiempo del Mesías, los judíos poseerán los bienes de todos los pueblos de la Tierra.
[…] El pueblo judío, considerado colectivamente, será su propio Mesías. Su reino sobre el Universo se obtendrá por la unificación de las otras razas humanas, la supresión de las fronteras y de las monarquías, que son el baluarte del particularismo, y el establecimiento de una República universal que reconozca los derechos de los ciudadanos judíos.
Críticas
Al igual que los Protocolos de los Sabios de Sión, la carta de Marx fue tildada de falsificación, con el clásico discurso que los nazis usaban este tipo de «fuentes antisemitas» para «justificar su odio». Esto es lo que hace la sinarquía internacional: en cuanto aparecen pruebas que desenmascaran al marxismo (que aún existe dentro del capitalismo como marxismo cultural) o dan algo de razón al socialismo nacional, lo tildan de falsificación.
Fuente: Metapedia