Escribe: Mabel Giovarruscio
Hace ya muchos años, “nuestras madres de la plaza” parieron un niño, lo llamaron “lesa”. Ese nombre fue producto de la imaginación y desfachatez de casi todo un país, con sus gobernantes a la cabeza, de un relato macabro formado desde las entrañas de una guerra sucia y con personajes que hoy esa criatura no conoce.
Los padres fueron grandes asesinos, tal vez sea hijo del Che, de Firmenich o vaya uno a saber de cuantos más que violaron a nuestra madre, nuestra Patria y su C.N. en aquellos años.
Se gestó esta criatura en el vientre del odio y la venganza.
Recibió como educación durante sus primeros pasos cuentos de asesinos, muertes y por, sobre todo: odio, mucho odio.
Hoy el niño es un adulto y como fue criado y educado en las bases del desprecio por la vida, por las instituciones, por la familia, y con una inmensa sed de venganza, lo tenemos caminando por la vida sin rumbo cierto pero con una meta fija: destruirnos.
Con el pasar de los años, la criatura fue “adoptada y utilizada” para realizar todo tipo de trabajo ruin y sucio.
Hoy no puede volver sobre sus pasos, hoy, esta criatura es solo una “fría máquina de matar”, tal las palabras de uno de sus progenitores, el “Che Guevara”.
No solo mata con armas, asesina con palabras, con hechos inventados, con miradas acusadoras, con jóvenes que mueren a diario por la inseguridad o por “marchas de protestas”.
Mata a inocentes soldados, hoy héroes de un submarino maltrecho por la corrupción, por el soborno, por la desidia.
Asesina en nombre de los DD.HH. (¿), en nombre de “la paz”, asesina adoctrinando niños en las escuelas, discriminando trabajadores, intentando derrocar gobiernos, provocando el caos a lo largo y a lo ancho de la que fuera su madre: la Patria.
Sólo nosotros, quienes somos descendientes de aquellos que lo parieron, podemos cambiar al niño aquel, hoy un adulto lleno de odio.
En estos días, llenos de dolor por 44 vidas que nos cuidan desde fondo del mar y que no lograron despegar una sola palabra de condolencia de quien dice ser “Su Santidad”, me he dado cuenta que no valemos como Nación.
Argentina no tiene vuelta con tanto odio.
Ver jurar a los corruptos, con sus manos sobre la Biblia, sólo me permite una humilde reflexión: ¿por qué tenemos en nuestro país a más de 3 mil hombres que supieron librarnos del comunismo encarcelados y privados de toda dignidad?
Espero que algún día, quien dice ser el representante de Dios en la tierra, ponga en mi Patria una palabra de verdad, de consuelo y de VALOR.
Sólo nosotros, con el deseo ferviente y la mirada puesta en Dios, podremos hacer que esta criatura del mal desaparezca para siempre de la faz de nuestra Patria.
No sigamos esperando que un gobierno lo destierre, nosotros debemos ayudar, nosotros debemos marcarle el camino para que no asesine a nadie más.
Nosotros y LOS MEDIOS que son un poder tan fuerte como la criatura, debemos dejar de hablar de sus malicias y quitarle el espacio y el poder que tiene en nuestra sociedad.
Nosotros somos quienes fuimos criados y educados en las bases de la familia, el trabajo, la dignidad y el amor a la Patria, los que deseamos vivir en democracia, por lo tanto, no debemos alimentarla más.
¡Tenemos la obligación de ayudar a que esta criatura abandone nuestro cerebro, que no use esta criatura a quien muere en una tragedia para reavivar el odio, que no busque sucesor, que se acabe su existencia, que se vaya de la Patria y que no vuelva nunca más!