Fragmentos del libro «Los misterios de Jesús. El origen oculto de la religión cristiana» de T. Freke y P. Gandy. Libro «misteriosamente» desaparecido de librerías y bibliotecas.
1. Hemos quedado convencidos de que la historia de Jesús no es la biografía de un mesías histórico, sino un mito que se basa en leyendas paganas imperecederas. El cristianismo no fue una revelación nueva y excepcional, sino que en realidad fue una adaptación judía de la antigua religión mistérica de los paganos.
2. A medida que íbamos estudiando las diversas versiones del mito de Osiris-Dioniso, resultaba evidente que la historia de Jesús tenía las mismas características. Los sucesivos episodios nos permitieron comprobar que era posible construir la supuesta biografía de Jesús partiendo de temas míticos que antes se relacionaban con Osiris-Dioniso:
– Osiris-Dioniso es Dios hecho carne, el salvador e «Hijo de Dios».
– Su padre es Dios y su madre es una virgen mortal.
– Nace en una cueva o en un humilde establo el 25 de diciembre ante tres pastores.
– Ofrece a sus seguidores la oportunidad de nacer de nuevo por medio de los ritos del bautismo.
– Convierte de forma milagrosa el agua en vino en una ceremonia nupcial.
– Entra triunfalmente en la ciudad montado en un pollino mientras la gente agita palmas en su honor.
– Muere en tiempo de Pascua como sacrificio por los pecados del mundo.
– Después de morir desciende al infierno y luego, al tercer día, resucita de entre los muertos y asciende glorioso al cielo.
– Sus seguidores esperan que regrese para juzgar a los hombres en el fin de los tiempos.
– Su muerte y su resurrección se celebran con un ágape ritual consistente en pan y vino que simbolizan su cuerpo y su sangre.
Éstos son sólo algunos de los temas que tienen en común los relatos sobre Osiris-Dioniso y la «biografía» de Jesús. ¿Por qué no todo el mundo conoce estas notables semejanzas? Porque, como descubriríamos más adelante, la primitiva Iglesia romana hizo cuanto pudo para ocultarlas. Destruyó sistemáticamente la literatura sagrada de los paganos como parte de un brutal programa cuyo objetivo era erradicar los misterios: tarea qué llevó a cabo de forma tan rigurosa que en la actualidad el paganismo se considera una religión «muerta».
Aunque ahora nos sorprendan, estas coincidencias entre la nueva religión cristiana y los misterios antiguos resultaban sumamente obvios para los autores de los primeros siglos de nuestra era. Los críticos paganos del cristianismo, tales como el satírico Celso, se quejaban de que la nueva religión no era más que un reflejo pálido de sus propias enseñanzas antiguas. Como es natural, estas críticas llenaron de inquietud a los primeros Padres de la Iglesia, como Justino Mártir, Tertuliano e Ireneo, y los empujaron a recurrir a remedios extremos, entre ellos la afirmación de que las semejanzas eran fruto de la «imitación diabólica». Utilizando uno de los argumentos más absurdos de todos los tiempos, acusaron al diablo de ¡«plagio por anticipado», de copiar arteramente la verdadera historia de Jesús antes de que sucediese en realidad en un intento de engañar a los crédulos! Nos pareció que estos Padres de la Iglesia no eran menos arteros que el diablo al que pretendían incriminar.
3. El paganismo es una religión «muerta», o, para ser más exactos, una religión «exterminada». No se apagó poco a poco hasta caer en el olvido. Fue suprimida y aniquilada activamente, sus templos y santuarios fueron profanados y demolidos, y sus grandes libros sagrados fueron arrojados a la hoguera.
4. Aunque, por regla general, hoy día se desconocen las notables semejanzas que existen entre los mitos de Osiris-Dioniso y la supuesta «biografía» de Jesucristo, en los primeros siglos de nuestra era resultaban obvias tanto para los paganos como para los cristianos. El filósofo y satírico pagano Celso criticó a los cristianos porque pretendían hacer pasar la historia de Jesús como una nueva revelación cuando en realidad era una imitación inferior de mitos paganos.
5. Jesús se rodea de doce discípulos, lo cual suele interpretarse como símbolo de las doce tribus de Israel. Sin embargo, las doce tribus son una referencia simbólica a los doce signos del zodíaco de la astrología babilónica, que los judíos adoptaron durante su exilio en Babilonia.
6. El Nuevo Testamento era nuevo para los judíos, pero no para los paganos, que tenían aquellas doctrinas desde hacía cientos de años.
7. De la misma manera que Platón había atacado la tradicional imagen griega de Dios como Zeus dominante, también los gnósticos atacaban esta imagen tradicional de Dios que tenían los judíos, y afirmaban que Jehová era en realidad sólo la imagen del Dios verdadero. El sabio gnóstico Valentín utilizaba el término platónico «demiurgo» para referirse a Jehová, al que representaban como un ser divino subordinado que hace de instrumento del Dios verdadero. Decían que Jehová era una deidad menor presuntuosa cuya ignorancia le hace creer que es el Dios único y verdadero. En el Antiguo Testamento, Jehová proclama: «Yo, Yahvéh, tu Dios, soy un Dios celoso. No habrá para ti otros dioses delante de mí». Con todo, la obra gnóstica titulada Libro secreto de Juan dice que esto es una «locura» y comenta: «Al pronunciar estas palabras, indicó a los ángeles que existe otro Dios; porque si no existiese ningún otro, ¿de quién tendría celos?».
8. El Jesús gnóstico no era un profeta de Jehová, el dios menor de los judíos, sino del Dios verdadero e inefable de Platón y los misterios paganos. El maestro gnóstico Cerdo explica: «El Dios que proclaman la ley y los profetas no es el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. El Dios del Antiguo Testamento es conocido, pero el Padre de Jesucristo es desconocido».
9. Los gnósticos afirmaban que eran «redimidos» o «liberados» del poder del Jehová tiránico y de todas las reglas y ordenanzas que había impuesto a los judíos. En el proceso de iniciación de los gnósticos, el iniciado declaraba ritualmente su independencia respecto del dios falso. Según el sabio gnóstico Simón Mago, los iniciados que se habían escapado del poder de Jehová y habían acudido a conocer al Padre verdadero eran «libres de vivir como quisieran».
10. En un momento u otro, casi todos los pueblos que vivían a orillas del Mediterráneo habían hecho suyos los misterios paganos y los habían adaptado a su propio gusto nacional. En algún momento de los primeros siglos antes de nuestra era, un grupo de judíos había hecho lo mismo y había producido una versión judía de los místerios. Los iniciados judíos adaptaron los mitos de Osiris-Dioniso para crear la historia de un dios hombre judío que moría y resucitaba, Jesús el Mesías. Con el tiempo este mito pasó a interpretarse como hecho histórico y el resultado fue el cristianismo literalista.
11. Escribe Josefo:
Alrededor de aquel tiempo vivía Jesús, un hombre sabio, si en verdad se le podía llamar hombre. Porque era uno que llevaba a cabo proezas sorprendentes y era maestro de esa gente que ansía ver novedades. Se ganó a muchos de los judíos y a muchos de los griegos. Era el Mesías. Cuando Pilato, a raíz de una acusación que formularon los hombres principales entre nosotros, le condenó a la cruz, los que le habían amado desde el principio siguieron apegados a él. Al tercer día se les apareció devuelto a la vida, porque los santos profetas habían predicho esto y miles de otras maravillas relacionadas con él. Y la tribu de los cristianos, llamados así por él, hasta el día de hoy no ha desaparecido.
12. Durante cientos de años los historiadores cristianos aprovecharon estos pasajes de Josefo como pruebas concluyentes de que Jesús existió. Así fue hasta que los estudiosos empezaron a examinar el texto de forma un poco más crítica. Ningún estudioso serio cree ahora que estos pasajes los escribiera realmente Josefo. Se han identificado claramente como añadiduras muy posteriores. Están escritos en un estilo que no es el de Josefo y si se eliminan del texto, el argumento original de Josefo sigue la secuencia apropiada. A principios del siglo III, Orígenes, a quien las actuales autoridades en la materia consideran uno de los estudiosos más concienzudos de la Iglesia antigua, nos dice que no hay ninguna mención de Jesús en la obra de Josefo.
13. Los primitivos cristianos que, al igual que nosotros, buscaban testimonios históricos de la existencia de Jesús hubieran aprovechado cualquier cosa escrita por Josefo como prueba concluyente. Sin embargo, no lo mencionan en absoluto. No fue hasta comienzos del siglo IV cuando el obispo Eusebio, el propagandista de la Iglesia de Roma, presentó de pronto una versión de Josefo que contenía estos pasajes. A partir de entonces, Josefo se convirtió en el fundamento de la autenticidad histórica de Jesús.
14. En Mateo afirma Jesús:
Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su reino. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
No obstante, dos mil años después, cuando todos sus discípulos están más que muertos y enterrados, ninguna de estas cosas ha acontecido y Jesús no ha vuelto.
El momento más revelador de los evangelios, sin embargo, es cuando Marcos presenta a Jesús citando el Antiguo Testamento en sus argumentos contra los fariseos. Nada extraño hay en ello, excepto que Jesús cita la versión griega mal traducida del Antiguo Testamento, que se ajusta exactamente a su propósito, en vez de citar el texto hebreo original, que dice algo muy diferente y que no le sirve para su argumento. Que Jesús el judío cite una mala traducción griega de la Sagrada Escritura judía para impresionar a fariseos judíos ortodoxos es sencillamente impensable. Pero sí tiene sentido si todo el incidente lo inventó uno de los muchos cientos de miles de judíos que hablaban griego en lugar de su lengua materna y que no podían leer las Escrituras a menos que estuvieran traducidas, con lo cual atribuían a Jesús sus propios errores de comprensión.
15. Los evangelios siguen siendo contradictorios y discordantes, como hemos visto. Durante siglos, la Iglesia católica impidió que nadie salvo los sacerdotes leyera el Nuevo Testamento por cuenta propia, de modo que pocas personas tenían la oportunidad de descubrir hasta qué punto son confusos los evangelios.
16. Al igual que el Evangelio de Marcos, el libro de los Hechos de los Apóstoles también se equivoca al citar el Antiguo Testamento hebreo. Para presentar a Pedro exponiendo sus argumentos a los judíos de Jerusalén, utiliza un pasaje mal traducido de la versión griega del Antiguo Testamento que en el hebreo original tiene un significado totalmente distinto. Hechos también presenta a Santiago apelando a los judíos de Jerusalén, para lo cual cita un pasaje del Antiguo Testamento en griego que tergiversa el original hebreo.
17. Pero el Evangelio de Marcos no es el testimonio más antiguo de la historia de Jesús que tenemos. Este testimonio se encuentra en las epístolas de Pablo. Aunque estas epístolas se escribieron antes que los evangelios, e incluso cien años antes que los Hechos de los Apóstoles, en el Nuevo Testamento aparecen después de estos libros. Esto crea la falsa impresión de que Pablo es la consecuencia de los evangelios y de los Hechos de los Apóstoles, en lugar de ser al revés.
18. La versión original del Evangelio de Marcos, que es la crónica más antigua de la historia de Jesús, no decía nada en absoluto de la resurrección. Lo referente a este episodio se añadió después. Antes de ello, el Evangelio de Marcos terminaba cuando las mujeres encuentran el sepulcro vacío, y sólo se insinuaba que Jesús había resucitado según lo prometido. Curiosamente, los evangelios gnósticos empiezan donde termina el evangelio original de Marcos. No nos cuentan la vida de Jesús, sino las enseñanzas secretas de Cristo después de la resurrección.
Esto hace pensar que la historia original del Jesús casi histórico que se relata en el Evangelio de Marcos era, como afirmaban los gnósticos, la expresión de los misterios exteriores cuyo objeto era atraer a los principiantes espirituales. Estos misterios exteriores podían llevar a un iniciado hasta el sepulcro vacío y a la insinuación de la vida eterna, pero solo las enseñanzas secretas de los gnósticos revelaban las palabras del Cristo resucitado. Esto conducía a los iniciados más allá de la historia literal, hasta el misterio verdadero, hasta la experiencia mística de su propia muerte y resurrección y el reconocimiento de su identidad más profunda como el Cristo, el eterno daemon universal.
19. El libro del Apocalipsis, que también se atribuye a Juan, es una versión cristiana de un apocalipsis judío tardío que se escribió bajo seudónimo.
20. En el siglo II se expresaron dudas sobre Marcos, Lucas y Juan: Marcos porque simplemente era secretario de Pedro; Lucas porque se decía que había sido ayudante de Pablo (que no había visto personalmente a Jesús); Juan porque era bien sabido que ese evangelio era obra del gnóstico Cerinto.
21. Muchos grupos gnósticos afirmaban que Pablo era su padre fundador y los gnósticos que se llamaban a sí mismos «paulinos» continuaron floreciendo, a pesar de la incesante persecución de que eran objeto por parte de la Iglesia romana, hasta finales del siglo X. Pablo escribió sus epístolas a las iglesias de siete ciudades, que hoy sabemos que fueron centros de cristianismo gnóstico durante el siglo II. A la cabeza de estas comunidades cristianas se encontraba el sabio gnóstico Marción, que consideraba a Pablo el único apóstol verdadero.
22. Pablo es un judío que ha abrazado la cultura griega, a la sazón omnipresente. Escribe en griego, su primera lengua. Sus citas proceden exclusivamente de la versión griega del Antiguo Testamento. Su ministerio va dirigido a las ciudades paganas dominadas por la cultura griega. Una de éstas, Antioquía, era un centro de los misterios de Adonis; Efeso, de los de Atis y Corinto, de los de Dioniso. Pablo era natural de Tarso, en Asia Menor, que en aquel entonces ya había superado incluso a Atenas y Alejandría y era el centro principal de la filosofía pagana. Era en Tarso donde los misterios de Mitra tenían su origen, así que hubiera sido impensable que Pablo no se percatase de las notables semejanzas, que ya hemos examinado, entre las doctrinas cristianas y las enseñanzas del mitraísmo.
23. Hasta se atreve Pablo a declarar que la ley tradicionalmente sagrada de Jehová, la base misma de la religión judía, es una maldición, y escribe: «Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición», y «Cristo nos rescató de la maldición de la ley». Para Pablo, como para los gnósticos, el iniciado cristiano puede ser redimido de la ley y liberado compartiendo el sufrimiento y la resurreción de Cristo: «Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a aquello que nos tenía aprisionados».
Pablo afirma que la ley es el fruto del «mediador». ¿Qué pretende al llamar «mediador» a Jehová, que es supuestamente el único Dios y creador de todas las cosas? ¿Mediador entre qué y qué? Los literalistas no tienen respuesta para esta pregunta, pero los gnósticos reconocen inmediatamente que lo que hace Pablo es enseñar la doctrina gnóstica según la cual Jehová es el «demiurgo», un dios menor que media entre el inefable Dios supremo y la creación. Ciertamente, Pablo no considera que Jehová sea el Dios verdadero, porque continua diciendo: «Cuando hay uno solo no hay mediador, y Dios es uno solo».
Según Pablo, las personas que no comprenden el evangelio que él predica son «incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo». En muchas traducciones de sus epístolas, el encargado de la edición añade aquí una pequeña nota que explica las misteriosas palabras «el dios de este mundo». Generalmente, la interpretación ortodoxa de estas palabras dice que Pablo se refiere al diablo, ¡pero no explica por qué llama «dios» a un ángel perverso! Para los gnósticos lo que quería decir Pablo resultaba obvio. Se refería a Jehová, el dios menor de los judíos.
24. La sabiduría mística de los misterios estaba cifrada en el mito de Osiris-Dioniso. No cabe duda de que, después de crear una forma específicamente judía de los misterios, resultaría difícil resistir la tentación de adaptar también este gran mito antiguo. Los judíos helenizados habían reescrito el Éxodo como una obra de teatro parecida a las de Eurípides. ¿Por qué no iban a reescribir también Las bacantes de Eurípides, en la cual Dioniso llega a Tebas, como una tragedia judía en la que el dios hombre llega a Jerusalén?
25. El Mesías no se concebía como alguien que salvaría por medio de su propia muerte en sacrificio. Éste es el papel de Osiris-Dioniso. En su muerte y resurrección, por tanto, Jesús se revela no como el Mesías judío destinado a traer la victoria militar y la salvación nacional, sino como el dios hombre de los misterios que trae la victoria espiritual y la salvación mística.
26. Lo que había empezado como un mito intemporal que encerraba enseñanzas eternas aparecía ahora como una crónica histórica de un acontecimiento único en el tiempo. A partir de ahí fue inevitable que antes o después se interpretara como hecho histórico. Al interpretarse así, nació un tipo de religión totalmente nuevo: una religión basada en la historia y no en el mito, en la fe ciega en supuestos acontecimientos en vez de en la comprensión mística de alegorías míticas, una religión de misterios exteriores sin misterios interiores, de forma sin contenido, de creencia sin Conocimiento.
27. Tanto Mateo 3,17 como Lucas 3,21 dejan constancia de las palabras de Dios que se oyeron en el bautismo de Jesús: «Éste es mi hijo amado, en quien me complazco». La primera inscripción de los Textos de las pirámides, escritos dos milenios antes, cita las palabras de Dios en la ceremonia de la coronación del faraón: «El rey es mi primogénito que abrió mi vientre, es mi hijo amado, en quien me complazco».
28. Los Salmos se derivan de la poesía religiosa egipcia de las dinastías XIX y XX (c. 1000-750 a.n.e.), véase M. A. Murray, 1949, p. 50. Proverbios se basa en las instrucciones del egipcio Amenhotep, y Moisés, el autor de los primeros cinco libros, nació en Egipto y se crió como sacerdote egipcio. Muchos de sus milagros también se encuentran en textos egipcios.
29. Debido a que interpretaban el mito de Jesús como hecho histórico, los literalistas abandonaron finalmente la doctrina gnóstica de la reencarnación. Creían que el dios hombre había muerto y resucitado una sola vez y esto les hacía concebir la vida humana como un acontecimiento que también sucedía una sola vez. Por tanto, el premio o el castigo en la otra vida era para siempre, en lugar de ser algo temporal que precedía a otra vida humana. De aquí nació la doctrina, que el pagano Celso califica de «ofensiva», según la cual un Dios bueno podía tolerar que quienes no superaban las pruebas fuesen abandonados a una eternidad de sufrimiento.
30. Los gnósticos ofrecían a los iniciados la gnosis, una experiencia espiritual, en este mundo y este momento, de una verdad que está más allá de este mundo ilusorio. Los literalistas ofrecían la esperanza de otra vida en el cielo para quienes creyeran en la autenticidad histórica de lo que cuentan los evangelios.
31. El Tratado tripartito compara a los gnósticos, que son hijos del Dios Padre verdadero, con los literalistas, que son vástagos de Jehová, el dios falso de los judíos.
32. Los valentinianos incluso reconocían que los obispos literalistas, al igual que Jehová el demiurgo, podían ejercer legítimamente la autoridad sobre los cristianos psíquicos. Pero las exigencias, las advertencias y las amenazas de los obispos, como las del propio Jehová, no significaban nada para los cristianos iniciados en los misterios interiores que habían sido redimidos y liberados por medio de la experiencia mística de la gnosis.
33. De hecho, algunos de los más grandes portavoces del literalismo se pasaron al gnosticismo al final de su vida, entre ellos Taciano, protegido de Justino Mártir, ¡e incluso el fanático perseguidor de herejías Tertuliano! Este se unió a un grupo de gnósticos inspirado por Montano, ¡que antes había sido sacerdote de los misterios del dios hombre pagano Atis! Con la misma malevolencia con la que antes había atacado a los herejes, Tertuliano condenó ahora a la Iglesia «ortodoxa» por ser una Iglesia de meros cristianos psíquicos, una organización de «un número de obispos» en lugar de «una Iglesia espiritual para el pueblo espiritual». Resulta especialmente irónico, si tenemos en cuenta la anterior misoginia de Tertuliano, que los montanistas fueran famosos ¡por sus sacerdotisas extáticas! Una autoridad de hoy escribe: «Si Montano hubiese triunfado, la doctrina cristiana se hubiera formulado bajo la supervisión de mujeres alocadas y excitables». Más adelante, Tertuliano se separó de los montanistas y fundó su propia secta cristiana: ¡los tertulianistas!
34. La mayoría de los gnósticos quería rechazar por completo el dios judío Jehová en favor de una concepción más mística de Dios como unicidad suprema, idéntica al dios de Platón y los misterios paganos. El influyente maestro gnóstico Marción abogó por la separación total del cristianismo y el judaismo. Produjo un texto titulado Antítesis, en el cual yuxtaponía citas del Antiguo y del Nuevo Testamento para demostrar cómo se contradecían mutuamente. Marción opinaba que Jehová era un «bárbaro comprometido» y que el Antiguo Testamento no era más que un catálogo de sus crímenes contra la humanidad. El cristianismo era una nueva revelación del buen Dios, una doctrina universal que no tenía nada que ver con el credo imperfecto de una pequeña nación.
35. Para combatir la creciente fragmentación y apoyar su aspiración a «un imperio, un emperador», los emperadores romanos necesitaban «una fe», es decir, una religión universal o «católica». Todos los cultos mistéricos fueron propuestos en diferentes momentos, pero sin éxito.
En la primera mitad del siglo IV el emperador Constantino probó con el cristianismo, que era ideal para cumplir aquella función. Los romanos necesitaban una religión mistérica porque las religiones de este tipo siempre eran populares entre el pueblo. Pero al frente de las religiones mistéricas había místicos y filósofos que tenían la osadía de poner en tela de juicio y debilitar la autoridad del estado. Pero el cristianismo literalista era una religión mistérica que se había desembarazado de todos sus molestos intelectuales. Era ya una religión autoritaria que alentaba a los fieles a tener fe ciega en los que ocupaban puestos de poder. Era exactamente lo que querían las autoridades romanas: una religión sin místicos, misterios exteriores sin misterios interiores, forma sin contenido.
36. Como la mayoría de los emperadores romanos, Constantino era un hombre malévolo y despiadado. Hay constancia de que durante sus guerras en la Galia (306-312): «Hasta los paganos se horrorizaron cuando arrojó a los reyes bárbaros a las fieras, junto con sus seguidores, miles de ellos a la vez». Es evidente que Constantino no se volvió más compasivo a raíz de su conversión al cristianismo. Casi inmediatamente después de presidir el Concilio cristiano de Nicea en 325 hizo asesinar tanto a su hijo Crispo como a su madrastra, Fausta. De hecho, aplazó deliberadamente el momento de bautizarse hasta que estuvo en su lecho de muerte para poder seguir pecando y, a pesar de ello, tener asegurada una vida celestial después de morir. La reputación de Constantino era tal que ni siquiera la Iglesia romana se sintió capaz de santificarlo.
37. En las postrimerías del siglo II se interpolaron las epístolas originales de Pablo al tiempo que se inventaban otras para situar al apóstol entre los cristianos literalistas y distanciarlo de los gnósticos.
38. Los cristianos hicieron torpes añadiduras a las obras del pitagórico judío Filón, ¡y se inventaron leyendas absurdas que decían que Filón había sostenido debates sobre la ley con el discípulo Juan y había conocido a Pedro en Roma! También el historiador judío Josefo fue transformado en cristiano ¡e incluso se le equiparó con la figura del Nuevo Testamento llamada José de Arimatea! Como ya hemos comentado, se añadieron a sus obras cosas que atestiguan de forma reverencial la existencia histórica de Jesús.
También se dijo que era obra de Josefo un documento falso titulado Sobre la esencia de Dios cuyo fin era reforzar la anterior falsificación atribuyendo doctrinas cristianas a Josefo. Por medio de meticulosos estudios lingüísticos, los eruditos han comprobado «más allá de toda duda» que el autor de este texto falso ¡fue nada menos que Hipólito (c. 222), el archiperseguidor de herejías y protegido de Ireneo! Los eruditos también han demostrado las semejanzas entre el lenguaje y el estilo de este documento falso y los de la Segunda Epístola de Pablo a los Tesalonicenses, que se escribió para poner en tela de juicio la autenticidad de la primera epístola (auténtica). Así pues, es muy posible que Hipólito también fuera el autor de esta falsa epístola de Pablo.
39. Toda la historia ficticia del cristianismo fue organizada y recopilada de forma definitiva en el siglo IV por el obispo Eusebio, al que se llama «padre de la historia de la Iglesia». Fue uno de los obispos que cambiaron por completo de postura teológica en el Concilio de Nicea para ganarse el favor del emperador Constantino. Más adelante escribió la biografía de Constantino, cuyos asesinatos soslayó con obsequiosa adulación. Eusebio explicó a los fieles que del mismo modo que la Palabra de Dios guía y gobierna los cielos, el emperador romano expresa la voluntad de Dios en el gobierno del mundo civilizado. ¡El emperador era la voz de Cristo en la Tierra!
40. En su «historia» Eusebio repite todas las acusaciones habituales contra los gnósticos. Para justificar la pretensión de los obispos literalistas de representar la tradición cristiana original, Eusebio muestra líneas de sucesión apostólicas que los vinculan con los discípulos de Jesús. Estos supuestos linajes fueron inventados antes, probablemente por Ireneo, pero Eusebio añade cosas de su propia cosecha.
41. Después de que el imperio romano adoptase el cristianismo como religión del estado, la Iglesia literalista aterrorizó a los paganos con inexorable brutalidad. Los profetas paganos eran detenidos y torturados hasta que reconocían la falsedad de sus dioses. Los sacerdotes eran encadenados a sus santuarios y abandonados para que muriesen de inanición. Sin ninguna prueba que respaldara las acusaciones, los paganos eran condenados por sacrificar niños y rociar con su sangre los altares consagrados a los dioses y hacer cuerdas para guitarra con sus tripas: crímenes fantásticos que ellos confesaban debidamente despues de sufrir atroces torturas. Muchos eran luego quemados vivos.
Algunos santuarios antiguos fueron profanados y arrasados mientras otros fueron requisados y transformados por la fuerza en iglesias cristianas. Las grandes obras de la espiritualidad pagana eran arrojadas a enormes hogueras y se perdían para siempre.
42. El 16 de junio de 391, el emperador Teodosio publicó un edicto que ordenaba la clausura de todos los templos paganos. Una chusma cristiana en seguida aprovechó la oportunidad para destruir el maravilloso templo de Serapis en Alejandría, del cual sólo quedaron los cimientos. Un decreto imperial exigió: «Quemad todos los libros hostiles al cristianismo para evitar que despierten la ira de Dios y escandalicen a los piadosos», y la chusma analfabeta respondió destruyendo, como si fueran supersticiones paganas, la sabiduría y el conocimiento científico acumulados durante miles de años.
El autor pagano Eunapio, que habla de «monjes que parecen hombres pero viven como cerdos», escribe con desánimo que: «Cualquiera que tuviese una sotana negra tenía poder despótico». En 415 el arzobispo Cirilo de Alejandría ordenó a sus monjes que incitaran a la chusma cristiana a asesinar al último científico pagano de la biblioteca de Alejandría, una mujer notable llamada Hipatia. Le arrancaron los miembros de uno en uno y Cirilo fue santificado.
43. En 381 Teodosio declaró finalmente que la herejía era un crimen contra el estado. Los escritos gnósticos fueron condenados por ser un «semillero de múltiples perversidades» que «no sólo deberían prohibirse, sino destruirse por completo y quemarse con fuego». Los debates filosóficos fueron suprimidos en su totalidad. Una proclamación declara: «No habrá ninguna oportunidad para que un hombre se dirija al público y discuta de religión o la comente o delibere».
44. Agustín, el gran portavoz del cristianismo católico, expresó de forma perfecta el clima de la época al explicar que la coacción era necesaria en vista de que era tanta la gente que sólo respondía al miedo. La fuerza militar era «indispensable» para suprimir a los herejes, por su propio bien, desde luego. Agustín proclama: «Lleno yo mismo de miedo, os lleno de miedo a vosotros». La espiritualidad de amor y gnosis de san Pablo se había convertido en la religión de obediencia y terror de la Iglesia católica.
45. Al examinar los datos, nos pareció que la «historia» tradicional del cristianismo era nada menos que el mayor encubrimiento de todos los tiempos. Las primitivas doctrinas gnósticas del cristianismo y sus verdaderos orígenes en los misterios paganos se habían suprimido de forma despiadada mediante la destrucción en masa de los testimonios y la creación de una historia falsa que se ajustara a los propósitos políticos de la Iglesia romana. Todos los que ponían en entredicho la historia oficial eran sencillamente perseguidos y eliminados hasta que no quedó nadie que pudiera discutirla.
Los paralelismos con la historia más reciente nos ayudaron a comprender lo que había sucedido. A principios del siglo xx un reducido grupo de comunistas se hizo con el poder en Rusia. Sin embargo, al cabo de unos cuantos años, numerosísimas personas, entre ellas muchos de los funcionarios que habían administrado el régimen anterior, se habían afiliado al partido comunista. ¿Por qué? Porque si querías medrar, ahora tenías que ser miembro del partido, y si te asociaban de algún modo con el régimen anterior, eras tachado de enemigo del pueblo. De forma parecida, al convertirse el cristianismo en la religión del imperio romano, el número de cristianos creció enormemente. ¿Por qué? Porque los cristianos recibían un trato preferente. ¡Al clero ni siquiera se le exigía que pagase impuestos! Si aspirabas a llevar una vida tranquila y próspera, te hacías cristiano. En caso contrario, te arriesgabas a ser tachado de «disidente» pagano: enemigo de Dios. Del mismo modo que la maquinaria propagandística de Stalin falsificó de forma inescrupulosa la historia para disimular su tiranía y demostrar que sus dogmas eran verdaderos y buenos, también la maquinaria propagandística cristiana alimentaba a los fieles con sus mentiras.
Al igual que el comunismo, el cristianismo empezó con un mensaje de libertad e igualdad, pero terminó creando un régimen autoritario y despótico. En años recientes, la intolerancia dogmática empujó a jóvenes y fanáticos comunistas de China y Camboya a llevar a cabo desastrosas revoluciones culturales cuyos resultados fueron la destrucción de las antiguas riquezas de sus civilizaciones y el exterminio de gran número de intelectuales, lo cual sumió a sus respectivas sociedades en una crisis profunda. Del mismo modo, quince siglos antes, fanáticos monjes cristianos llevaron a cabo una revolución cultural que arrasó las maravillas y los logros antiguos del paganismo e hizo que la civilización occidental retrocediera mil años.
La absurda destrucción de nuestro acervo pagano es la mayor tragedia de la historia del mundo occidental. Es difícil de comprender la magnitud de la pérdida. El misticismo pagano y la investigación científica se vieron desbancados por el autoritarismo dogmático. La Iglesia romana se valió de las amenazas y la violencia para imponer su credo, y negó a generaciones de seres humanos el derecho a pensar de forma independiente y a encontrar su camino personal para alcanzar la salvación espiritual. Mientras las grandes obras literarias de la antigüedad eran arrojadas a las llamas, san Agustín anunció así el triunfo del fundamentalismo literalista: «Nada debe aceptarse si no es basándose en la autoridad de las Escrituras, pues esta autoridad es mayor que todos los poderes de la mente humana».
46. Para avanzar con seguridad hacia el futuro es necesario aceptar el pasado, así que es conveniente examinar de forma crítica el cristianismo literalista que ha dominado los últimos dos mil años de nuestra cultura.
En el plano espiritual, ésta ha sido verdaderamente una «Edad de las Tinieblas» que se ha caracterizado por la religión autoritaria, el fanatismo y las guerras de religión. Al asumir el papel de única fe verdadera, el cristianismo literalista creó un abismo insalvable entre él y todas las demás tradiciones espirituales. Su autoproclamada superioridad se usó para justificar la destrucción violenta de las sociedades de otras partes del mundo. Incluso persiguió cruelmente a sus propios místicos y librepensadores. Al adoptar a Jehová, el dios padre judío, como única faz aceptable de Dios, subyugó a la divinidad femenina y utilizó esta perspectiva teológica para legitimar la subordinación de las mujeres. Su insistencia en la necesidad de tener una fe ciega en el dogma y su oposición a la investigación intelectual hicieron que muchos rechazaran todas las formas de espiritualidad por considerarlas meras supersticiones. Hoy son cada vez más las personas que piensan que la religión es, en el mejor de los casos, un chiste y, en el peor, una fuente de prejuicios, de intolerancia y de conflictos.