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La Biblioteca Nacional Argentina sigue siendo un nido de marxistas

Los ecos de los soviets en la Argentina

A cien años de la revolución que transformó el siglo XX, una muestra en la Biblioteca Nacional la recorre política y artísticamente.

Los ecos de los soviets en la Argentina

La Biblioteca Nacional inauguró la muestra Eco de los Soviets sobre las repercusiones de la Revolución Rusa en la Argentina. Fue curada por Javier Planas, director de investigaciones de la biblioteca y ocupa dos salas donde cuelgan dibujos, grabados, fotografías y hasta se exhiben fragmentos de El acorazado Potemkin de Sergei Eisenstein. Nada de todo este material es indiferente; la Revolución fue recibida con ardor por los adeptos que daban la bienvenida al nuevo mundo con el que venían soñando, y con terror por aquellos que consideraban (y así lo dibujaban) a León Trotsky como una especie de Godzilla rojo aplastando hordas enteras de gentes y a José Stalin como al demonio mayor en persona.

Alberto Manguel, el director de la Biblioteca, en su discurso de inauguración, comentó con orgullo que el catálogo de esta muestra es uno de los mejores que han hecho, sino el mejor. Javier Planas comenta que el ochenta o noventa por ciento del material exhibido en la muestra forma parte del patrimonio bibliográfico de la Biblioteca Nacional y otra parte fue cedido por el Centro de Documentación de las Izquierdas en la Argentina, dirigido por Horacio Tarcus.

“La Revolución rusa tuvo alcances internacionales como ninguna otra revolución”, escribió Javier Planas en la revista de la Biblioteca Nacional, “tanto que algunos años después casi la mitad del mundo estaba gobernada o disputada por el Partido Comunista o alguna variante hecha a su semejanza”.

-¿Qué vemos en la muestra Eco de los Soviets?

-No sólo material sobre la Revolución Rusa, sino la repercusión que tuvo la Revolución Rusa en la Argentina. En este sentido, podemos hacer un recorrido a través de las dos salas. En la primera está la recepción de tipo política de derechas a izquierdas, y en la segunda sala y en los pasillos, la recepción más artística, enfocada en los primeros años, es decir entre 1917 y 1930. A partir de los ’30, cuando se consolida el stalinismo en Rusia, empieza otra historia de la revolución rusa, muy diferente a la de 1917.

Los ecos de los soviets en la Argentina

-¿Qué sentido tiene esta exhibición hoy y cómo puede repercutir en los espectadores?

-Yo creo que el principal objetivo es romper un poco con el imaginario social que hay acerca de la Revolución Rusa. Es muy difícil trabajar sobre algo que quedó entre nieblas a veces, tapado por la propaganda soviética de los ’30 y también la propaganda antisoviética. Por eso, buscamos exhibir una riqueza y pluralidad de documentos que circularon por esa época, editoriales que se fundaron en ese momento, que no tienen que ver con la cosa más obvia, el binario soviético/antisoviético. Para hacer esta muestra trabajó todo el equipo de la Biblioteca de manera colectiva, pero además, trabajó el bibliotecario “invisible”, aquel que hace años catalogó un libro para que formara parte del patrimonio y es gracias a esa persona que lo hizo, que hoy es posible que los investigadores de la biblioteca lo puedan recuperar y pueda ser exhibido al público.

Los ecos de los soviets en la Argentina

La colección de materiales colgados y en exhibición es vasta: la publicidad aparecida en el diario La Razón, anunciando la película El acorazado Potemkin en 1936; la revista La Tribuna Socialista que salía todos los lunes y en la cual se discutían los temas revolucionarios u otras revistas -que el espectador morirá por abrir-: Claridad, Izquierda y la más famosa de todas: La Protesta; libros de teoría que al lector argentino se le hacen lejanos e ignotos escritos por Enrique del Valle Ibarlucea o por Antonio de Tomaso: hasta un ejemplar de Ideales viejos e ideales nuevos, sobre el movimiento maximalista, de José Ingenieros.

Aunque no está la original, escrita en polaco por Pinie Wald, la Biblioteca Nacional expone un ejemplar de la última edición (Ameghino, 1998) que tuvo Pesadilla , una narración sobre la Semana Trágica en la Argentina que tiene el enorme mérito de contar el primer progrom judío en la ciudad de Buenos Aires, desconocido para la mayoría de los porteños. Los amantes de la literatura verán en esta muestra gran parte de la literatura rusa del siglo XIX que conocemos, que llegó a traducirse por esta época al castellano y por eso se exhiben ejemplares antiguos de León Tolstoi, Fiodor Dostoyevski, Leónidas Andreiev, Máximo Gorki, tal vez los exponentes más significativos de la literatura revolucionaria. Estos primeros libros eran vertidos del francés o del inglés; sólo mucho más adelante y con dificultad pudieron traducirse directo del idioma ruso. No obstante tuvieron una impacto absoluto sobre las letras argentinas e influyeron en muchos de nuestros escritores, y sobre todo en Roberto Arlt.

-De aquellas conquistas sociales que hizo la Revolución Rusa, ¿es posible recuperar algunas, aplicarlas? ¿Qué podemos rescatar, nosotros los argentinos, de esa Revolución?

-La Revolución Rusa estalla por una coyuntura política específica, pero sobre todo por los largos siglos de sometimiento del pueblo ruso. Hubo generaciones y generaciones sin acceso a los derechos más elementales, que el sistema zarista reprimió sistemáticamente. Me parece que aquí hay una lección, porque creo que la Revolución Rusa se produce por esas insatisfacciones. Sin olvidar que durante esos primeros años Vladimir Lenin y la facción bolchevique lograron articular en un mismo cauce esas necesidades insatisfechas. Probablemente una de las pocas cosas en las que estaban de acuerdo las personas que pusieron el cuerpo en la Revolución -la gente común, los obreros, los campesinos, los soldados que volvían exhaustos del frente de la Primera Guerra Mundial- era en que no querían una restitución conservadora donde el Zar volviera a gobernarlos. Querían un nuevo orden de cosas para vivir mejor, simplemente eso. Me parece que de la gran peripecia que es la historia de la Revolución Rusa, se pueden tomar algunas y grandes lecciones para el futuro, que nos haga pensar en cómo hacemos para articular en un mismo proyecto de país todas las necesidades insatisfechas que hay, cómo hacemos para distribuir mejor los recursos para que no haya, para decirlo con las palabras de los socialistas de aquellos años, una transformación violenta de la sociedad. En este sentido creo que la historia de la Revolución Rusa puede enseñar grandes cosas.

Ficha

Cuándo: Hasta el 31 de marzo.

Dónde: Biblioteca Nacional, Agüero 2502.

Horarios: De lunes a viernes de 9 a 21;y sábados y domingos de 12 a 19.

Entrada: Gratis

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