Saltar al contenido →

METAFÍSICA DEL HAMBRE Y METAFÍSICA DE LA LOCURA

Por Christian C.

Más allá del modo en cómo es sustentado el encadenamiento espiritual por los Siddhas traidores, mediante la llave Kalachakra, tenemos una compleja metafísica arquetípica, que establece una conexión de sentido entre los designios hambre y locura, bajo la que el Yo perdido se mantiene capturado y fagocitado.

La misma puesta de sentido en los entes demiúrgicos, protagonizada por el Yo subsumido en el sujeto consciente, produce un despliegue o manifestación energética, que motoriza el movimiento de los entes, en dirección a su entelequia.

Utilizamos aquí el término «hambre» en un sentido metafísico mucho más amplio que la necesidad de satisfacer una función digestiva, aunque ciertamente en el reino animal, como creación demiúrgica, se advierte que el hambre, y no la necesidad sexual es el instinto primario.

Más en cuanto al hambre en su sentido más amplio, es el ansia de satisfacción, a través de distintos objetos de los sentidos, situaciones y personas, que parte desde la propia pasión esencial del Gran Antepasado.

De modo que esa puesta de sentido, por parte del Yo (proyectada a través del sujeto consciente, con el que el Yo se halla confundido), en su continua búsqueda y movimiento, le drena su propia vitalidad, su sangre, que es absorbida por la maquinaria demiúrgica puesta en marcha.

En la puesta de sentido, si bien el dolor y el placer (dos caras de una misma moneda) conforman la mayor expresión energética, cualquier reacción anímica postora de sentido (aceptación, admiración, rechazo, placer, dolor, miedo, tristeza, etc) alimenta este desarrollo entelequia, cuya hambre nunca se satisface, hasta la concreción misma de la entelequia.

Demás está decir que tras el hambre o ansia que el Yo asume ilusoriamente como propia, se halla el Demiurgo y todo su despliegue fagocitante, siendo el único consumidor en este juego suyo, en tanto se mantengan sus reglas, o dictámenes demiúrgicos.

Razón por la que, para esto continúe, el Yo debe mantenerse siempre fagocitado por el sujeto anímico, y la captura por el despliegue emergente de mitos y símbolos sagrados demiúrgicos.

En esta condición el Yo resulta continuamente fagocitado (lease «comido») en su fuerza volitiva, por multitud de deseos, emociones, ideas que pueden tornarse obsesivas, situaciones dramáticas y toda forma de ansia tras un objetivo, que es siempre un «llegar a ser», una entelequia a ser concretada, la cual precisa del «alimento energético» postor de sentido.

Con este mecanismo, a mayor o menor escala funciona toda la manifestación demiúrgica. Las mónadas y arquetipos, en su actualización en distintos grados en la materia, en su movimiento hacia la entelequia, toman del Yo perdido aquella fuerza necesaria, que debilita más y más continuamente al Virya.

A fin de cuentas, esa ansia de satisfacción o deseo, se enmascara bajo múltiples formas, más nunca se satisface, ardiendo como el fuego, que cuanta más leña se le echa, más se aviva.

Podemos observar que sea el caso que el objeto deseado no se obtenga, de un resultado a medias, se obtenga temporalmente, o un efecto negativo inesperado, en cualquier caso el ansia se mantiene, a veces saltando la persona de un objeto a otro, nunca hallando satisfacción plena. Y esto es debido a que el Yo, es una manifestación del espíritu increado, por lo que nunca puede saciarse en este mundo.

Además, el condicionamiento del hambre demiúrgica que asume el Yo encadenado como si fuese una expresión de su propia esencia, es posibilitado por el factor tiempo trascendente, con el que el Yo, bajo falsa identificación, se halla «casi temporalizado».
Ocurre entonces que sea por la proyección de un ansia al futuro, o los recuerdos con lamentación de lo que se ha perdido del pasado, siempre se mantiene encendida el hambre demiúrgica en todo momento.

Esencialmente la fagocitación se expresa a través de tres núcleos fundamentales, que son el sexual, el emocional, y el intelectual.

Quién no ha concebido acaso la sexualidad como una clase de «hambre»? Quién no ha escuchado alguna vez a alguien referirse a ser «carcomido» por algún recuerdo, pensamiento, o emoción?

O la expresión popular «me come la cabeza», o un enamorado que habla de alguien más que le ha «comido el corazón».

Todo esto demuestra que tras todos los móviles de expresión en este mundo, se halla subyacente el designio hambre.

Más todo parte de la puesta de sentido, que es el vínculo o enlace entre el sujeto ( el Yo del Virya) y el mundo externo.

Esta puesta de sentido puede efectivamente neutralizarse y revertirse, desde el mismo sujeto consciente que la ha proyectado. Además de retirar la puesta de sentido, el designio demiúrgico es combatido aplicando el principio del cerco y mediante la actitud graciosa luciférica, así como la oportuna proyección rúnica, siendo las runas las armas del Virya.

Más el punto a comprender aquí, es que la voluntad del Yo extraviado, resulta capitalizada para impulsar el desarrollo entelequia de la mónada demiúrgica, y diversos entes fenoménicos del mundo.

Cuando por efecto del tiempo (conciencia fluyente del Demiurgo), la manifestación universal llega a su entelequia, todo es fagocitado, o tragado por su fuente demiúrgica, teniendo así el designio hambre su mayor y última expresión.

La metafísica del hambre contempla que el Microcosmos en que se halla encadenado un Yo perdido, reciba del mundo su «alimento» energético necesario, que a su vez debe ser retribuido con la puesta de sentido en los entes y la propia fuerza volitiva, en una retroalimentación continua. Más, en la última instancia, cuando llega el Pralaya, todo es devorado o fagocitado por el Demiurgo, el consumidor final.

Tanta relevancia tiene el designio hambre en el mundo del Demiurgo, que antiquísimos cultos demiúrgicos, y posteriormente el cristianismo, han incorporado en su ceremonial la ingesta ritual denominada «teofagia», o «comer a Dios», manteniendo este principio, aunque más allá de esta ritualística, al final es realmente el cultor del Demiurgo quien resulta comido….

Este designio hambre, ejemplificando la situación que afecta al Yo perdido, tiene su correspondiente análogo, mítica y orgánicamente en el pulpo, el cual utiliza su mismo esfínter para comer y excretar, siendo así análogo a la secuencial manifestación y reabsorción del mundo, en diferentes Kalpas y Pralayas, por parte del Demiurgo.

Bajo desorientación y encadenamiento, el Yo perdido es «exprimido y reciclado» una y otra vez, desde tiempo inmemorial.

Todo movimiento y búsqueda desorientada del Yo perdido, de hecho, en sus muy variadas y diversas formas, se halla sujeto al designio hambre, capitalizando así todo el caudal energético emergente.

El designio hambre se expresa así en una amplia gama arquetípica, donde el más grande y fuerte se come al más débil, al modo de Renfield, el discípulo fracasado de Drácula, que buscaba internado en un psiquiátrico comer criaturas que a su vez habían comido otras más pequeñas, para así asimilar su esencia.

Más cuando el Yo se sitúa en el Selbst, desde el Yo infinito se propicia un ansia o hambre propia, que es en sí infinita, y puede por su mismo alcance infinito, tornarse devastadora para el mundo demiúrgico.

Aunque la corriente religioso-esotérica del budismo propone en una primera instancia «matar esa hambre» de que se es víctima en este mundo, denominándola «tanha» o «deseo inextinguible», su doctrina considera como objetivo la «extinción del Yo», al que concibe como ilusorio, sin por lo tanto enfocarse en el verdadero Yo, y su «ansia infinita», que no es de este mundo.

Aunado al designio hambre, el Virya perdido se halla completamente extraviado y confuso en cuanto a su condición como expresión del espíritu increado. Esta situación, de hallarse no consciente del propio Yo, identificado falsamente con el sujeto anímico, es ciertamente una condición de locura.

Es una locura haber olvidado el Origen, y como bien nos dice Nimrod de Rosario, es una locura haber olvidado a Lilith, la Dama del Origen.

Es una locura asimismo haber olvidado la lengua primordial rúnica del Origen. Y es una locura, que siendo en esencia un Dios, se padezcan en este mundo las limitaciones de un humano mortal y condicionado.

Es una locura que en el mundo del Demiurgo, en su sueño, el Yo extraviado la busque a Ella, y que se continúe indefinidamente buscando el bien y beneficio propio en este mundo al que uno no pertenece.

Es la vida en este mundo una situación de locura, miserable, temporal, e insubstancial. Ilusoria en última instancia desde el espíritu.

Y bajo tal condición se interactúa con otros Viryas perdidos en similar situación.

En fin, son innumerables las condiciones de locura del mundo demiúrgico, más se han mencionado algunos ítems que atañen directamente al encadenamiento espiritual.

Esta condición de locura es la que el Demiurgo y sus agentes propician más acentuadamente en un Virya que procura reorientarse, para sumirlo en un mayor grado de confusión estratégica, bajo distintos paradigmas, que varían según el espacio de significación y contexto axiológico, activándose así los más variados y oblicuos mitos y símbolos sagrados, e incluso en algunos casos, hundiendo al Virya en la caótica miseria anímica del alma.

Esto es lo que ocurre a menudo cuando un Virya orientado procura el retorno al Origen. Como contraofensiva demiúrgica se activan los resortes ocultos del designio serpiente demiúrgico (designio consistente en una serie de matrices arquetípicas funcionales, que regulan toda la dinámica energética), para impulsar una regresión anímica en el Virya, que genera una completa desestabilización energética, deviniendo en un mayor grado de confusión sanguínea, concebido como locura.

En ese estado de confusión, el aspecto reptil del Virya, el «lagarto» de las profundidades de la psique, no logra emerger, y por el contrario las convulsionadas aguas turbulentas en que se halla, generan una completa desestabilización, capitalizando esa fuerza primigenia del inconsciente para la condición de mayor extravío propiciada.

Independientemente de este caso concreto, el Yo perdido siempre se halla en un mayor o menor grado de confusión o locura.

A fin de cuentas, es siendo afectado por el designio locura y el designio hambre, como el Yo perdido resulta fagocitado, debilitado, siendo drenada su esencia última o sangre.

Sangre o esencia vital que ha sido drenada, succionada bajo fagocitación demiúrgica, y esparcida por toda la creación como «combustible» energético, la cual debe ser recuperada y asimilada nuevamente. De allí que un succionador mayúsculo de vitalidad como el demiurgo, se halla en el rol de un gigantesco vampiro, que precisa drenar la vitalidad para sostener su mundo o creación. Y por otra parte, el Virya orientado, luciferino, que busca recuperar esa sangre o esencia perdida, aquí y allá, tomándola por la fuerza, asume también el rol vampírico, más en oposición al Demiurgo.

Tenemos así un ansia o búsqueda de sangre (designio hambre) demiúrgica, que tiene su expresión última en la fagocitación universal al final del Maha Pralaya, cuando toda la creación es reabsorbida o devorada nuevamente.

Y también un ansia de búsqueda por reintegrar la propia sangre, que atañe al Yo encadenado que busca reorientarse y liberarse.

Y al igual que en el mito de Osiris, cuyo cuerpo fue despedazado y desparramado por toda la tierra, de igual modo el Virya orientado debe iniciar su búsqueda para reintegrar su «sangre drenada», a través de todo el árbol familiar, para así llegar al Gran Antepasado. Y drenar asimismo la sangre ajena al Demiurgo, pero asimilada por captura en su creación, para así debilitar la obra demiúrgica.

Debemos atender al respecto a un significado gnóstico de la sangre, de esencia mucho más sutil que la hemoglobina, la cual no es sino su expresión física burda. Desde ya que la sangre, incluso a nivel físico, contiene la esencia de que es portadora en su esencia última, habiendo aquí, justamente debido a la naturaleza dual del Virya, una combinación tanto de lo anímico como de la memoria de sangre desde el origen, más clara u opaca dependiendo del grado de pureza de sangre, la cual debe no obstante distinguirse (aunque haya cierta relación) de la pureza racial.

Bajo la mencionada consideración gnóstica de la sangre, se comprende también que la «succión de sangre» o «drenaje vital», no implica necesariamente (aunque pueda ocurrir en algunos casos) el beber sangre, ya que esta esencia vital puede también obtenerse energéticamente del Prana (a través de una respiración controlada), con idéntico resultado.

Más es un hecho, que con determinados objetivos estratégicos desde lo luciferino, puede efectivamente en ocasiones también beberse el líquido de la sangre.

Desde la pasión ha sido plasmado en la sangre el Símbolo del Origen, y es desde la sangre que se expresa la pasión en el Virya, como afluente de la pasión del Gran Antepasado.

Esta esencia sutil de la sangre, es la que media entre la voluntad, expresión del Yo, y el sujeto anímico. De allí que la captación de la voluntad del Yo extraviado, capitalizándola para el empuje entelequia del sujeto anímico, sea un «robo de sangre» del Virya, quien debe rescatarla. Y tomemos en cuenta que esta sangre del Virya, ha contribuido no solamente al desarrollo evolutivo del propio Microcosmos en que se halla, sino de numerosos entes.

Se entiende entonces que la venganza luciferina consista en drenar toda la creación de esta sangre, lo que comienza por desestabilizar la superestructura, y deja al Demiurgo, digamos «anémico», o convaleciente.

Esta desestabilización tiene un profundo y mayor alcance que la resignación de los designios (a la cual complementa en la estrategia) siendo un acto guerrero, que hace tambalear los mismos cimientos demiúrgicos.

Se comprende ahora mucho mejor con lo antes mencionado, por qué nuestra reina y Diosa Lilithu (Lilith), quien es también la reina de los vampiros, mantiene una expresión o aspecto suyo infiltrado en el mundo del Demiurgo. Concretamente en la oscura zona de los Qliphot, reverso del árbol de la vida, y manifestación en las sombras del inconsciente demiúrgico.

No sorprende entonces que desde las múltiples vertientes del sendero demiúrgico de mano derecha (teósofos, rosacruces, y religiones convencionales) la figura del vampiro haya sido retratada como el mal en persona, y estigmatizada al extremo. Un peligroso símbolo luciferino, al igual que la serpiente, el dragón, y tantos otros, que debía ser rápidamente neutralizado, y a la vez tapasignado.

Se toma así desde lo cultural una acepción del vampiro vinculada al drenaje energético, o un significado superficial de la asimilación de la sangre, canalizando a tal efecto el arquetipo de Renfield, sin comprender el trasfondo oculto y luciferino del vampiro, que resulta extremadamente oblicuo de aprehender debido a la desorientación cultural del enemigo.

Tampoco se advierte el drenaje vital demiúrgico que protagonizan los Arcontes, no comprendiendo así cuál es el verdadero enemigo vampírico, ni mucho menos se comprende que como luciferino y enemigo de la creación, también se debe asumir un rol similar pero opuesto, siendo tal luciferino rápidamente señalado desde lo demiúrgico como un «vampiro oscuro» que debe aniquilarse.

Tal el caso por ejemplo de los adeptos del Círculo Kaula, temidos, y con fundamento, como vampiros.

En la película » El muñeco maldito», film desaparecido y protagonizado por Narciso Ibañez Menta, (basado en un cuento de Gastón Leroux) tenemos la vinculación explícita entre los adeptos del Círculo Kaula y el vampirismo. Similar fama han adquirido, no sin razón, los seguidores del Kaula en la India y el Tíbet.

La diferencia en este caso radica en que el vampiro luciferino procura la liberación del propio Yo, o de sus Kameraden, y en oposición al Demiurgo.

Ante todo el Yo debe desvincularse y separarse del sujeto anímico, al que debe resignarse (mediante la aplicación del principio del cerco y la rúnica noológica de Tirodal), para así cesar con la puesta de sentido, que es lo que permite fagocitar su propia sangre por el Demiurgo y sus Arcontes.

Debe así irse más allá del extremo del designio hambre, bajo la comprensión gnóstica luciferina, para enfrentar la captura demiúrgica con su propia operativa, pero en sentido inverso, drenando ahora la vitalidad del mundo demiúrgico, y recuperar la sangre perdida.

Y al igual que la reintegración de Osiris despedazado requirió la asistencia de Isis, el Virya precisa de igual modo el auxilio de Ella, a veces reflejada o canalizada, o » encarnado gnosticamente» su poder, en una mujer Kali, una Dama Kalibur, una Soror mística, una Walkirya, etc, según la vía gnóstica de liberación asumida.

Osiris se torna en un «Dios de los muertos» luego de su resurrección iniciática desde el inframundo, zona oscura donde todo iniciado debe descender a sus profundidades abisales.

Entre otros referentes iniciáticos de los misterios de Egipto, podemos mencionar también a la serpiente Apophis del inframundo, Seth ( desdoblamiento de Apophis), quien más allá de lo demiúrgico, propicia aquí la muerte iniciática de Osiris, para su posterior renacimiento transmutado.

Estamos aproximándonos aquí muy oblicuamente a un significado gnóstico del mito de Seth y Osiris, y por lo mismo de una mayor profundidad que el significado en un nivel de comprensión habitual y convencional, siendo que los mitos comprenden distintos niveles de significado, desde el frontal y horizontal, pasando por niveles contiguos, y otros cada vez más oblicuos, con sus respectivos lenguajes.

El escarabajo, entre los iniciáticos símbolos egipcios, representativo de la inmortalidad, es aquí análogo al dragón verde, con igual significado.

Y de igual modo, entre los grabados jeroglíficos de aquellos sarcófagos ancestrales (que no eran «tumbas» en el sentido usual del término, sino cámaras iniciáticas de muerte y renacimiento) se destaca también la felina Diosa Sekhmet, que rige la iniciática magia roja ( vía alquímica de transmutación), cuyo poder se expresa como un rayo verde (al igual que la esmeralda de Lucifer), y al descender a este mundo se torna rojo como la sangre.

Se aprecian así las claves de un proceso iniciático, que parte desde este mundo de la sangre, para mediante la transmutación alcanzar el luciferino rayo verde, y la divinidad perdida.

Esta «ansia» luciferina, encuentra en lo cultural su reflejo e inspiración desde la sangre en el film del mismo nombre («The hunger» o «El ansia», protagonizado por David Bowie), donde además del guiño de la iniciática cruz Ankh egipcia ( símbolo por el que los Dioses egipcios conferían la inmortalidad), aparece en su banda sonora la canción » Bela lugosi´s dead» del grupo Bauhaus, tema que remite nuevamente al vampiro y su secreto de la inmortalidad.

Tenemos entonces que el Virya perdido es capturado por el designio hambre, como lazo encadenante de su permanencia en este mundo, resultando presa asimismo de una condición de locura, bajo el mismo designio locura, para de ese modo ser posible la confusión del Yo perdido.

Se mantiene de esta forma tras los designios mencionados, un enlace metafísico/arquetípico, bajo el sistema kalachakra mediante, de la metafísica del hambre y la metafísica de la locura.

Para revertir tal situación, resulta menester protagonizar como sujeto individualizado y aislado de lo anímico, un ansia propia de la búsqueda de sangre (opuesto a la succión o drenaje de que se es objeto), para así no ser ya alimento del hambre demiúrgica, sino (como declarado luciferino enemigo del Demiurgo), un succionador o vampiro, que busca rescatar la sangre o vitalidad propia, restaurándola a su pureza mediante la transmutación, y combatir debilitando la obra del Demiurgo.

Se «revoloteará en tal sentido un tiempo, con transmutadas alas negras cual murciélago», para finalmente abandonar este mundo como Dragón, hacia el Origen.

Se es así inicialmente un «hijo del Dragón», un Drácula, para eventualmente mutar en un Dragón mismo, similar al Siddha Dracula!

Esta búsqueda, asimilación y reintegración de la sangre perdida, arrebatándosela al Demiurgo, tiene su expresión figurativa en los colmillos del vampiro…. Y los colmillos de la Serpiente!

Únicamente desde una aprehensión noológica del designio hambre, puede obtenerse la comprensión gnóstica última del mito de Drácula.

Este vampirismo luciferino tiene también su imitación a modo de sombra, por parte de ocultistas y cultos demiúrgicos, donde la asimilación de la sangre se mantiene únicamente en un nivel superficial, aprovechando las propiedades del adrenocromo y sus beneficios, como la vitalidad energética e incluso una extensa prolongación de la vida, pero nunca se llega al misterio iniciático de la esencia de la sangre, la memoria de sangre o Minne, desde el Origen.

Este misterio es accesible únicamente para el luciferino, y en tal sentido existe un sistema gnóstico-iniciático vampírico, encuadrado en el sendero de mano izquierda.

Se trata de una vertiente de la misma alquimia, pero abordada desde un lado oscuro y siniestro. Sistema luciferino que los iniciados del Círculo Kaula conocen muy bien.

El iniciado luciferino despierta un ansia o «hambre infinita» propia, que no puede saciarse en este mundo, y lo impele continuamente al drenaje vital, tanto para recuperar la sangre perdida, como para debilitar la creación demiúrgica.

Del mismo modo, el estado de locura antes mencionado resulta resignado por una «locura» luciferina, (y por supuesto, todo lo opuesto al Demiurgo es considerado desde lo cultural sinárquico como locura), tal como Nimrod de Rosario nos refiere en «El misterio de Belicena Villca», respecto a los miembros de la casa de Tharsis:

«¡Oh la locura de los Señores de Tharsis, que los había tornado impredecibles durante
cientos de años de persecuciones, y que se manifestaba como el Valor Absoluto
de la Sangre Pura, un Valor tan elevado que resultaba inconcebible cualquier
debilidad frente al Enemigo!»

Este comentario lo refiere Nimrod de Rosario en la novela mágica, en relación a un espeluznante incidente concreto. Se trata de cuando Lamia de Tharsis está siendo torturada por los Golen, para obtener su confesión de la entrada a la caverna secreta, y así apoderarse de la piedra de Venus de la casa de Tharsis.

Su hijo Rabaz es conducido al sitio, buscando de ese modo amedrentarlo, para obtener si no la confesión de su madre, seguramente la suya. Más en lugar de esto, Rabaz, con las manos atadas a la espalda, como siendo «impulsado por una locura mística» se adelantó de dos saltos donde estaba su madre sobre la mesa de tortura, y de una dentellada le dio muerte, destrozándole la vena yugular izquierda.

Un terrible acto estratégico guerrero de honor, que desde la mentalidad demiúrgica se percibe como locura, más no se trata de una locura como afección patológica, o enfermedad mental, sino muy por el contrario, una locura mística, que no es de este mundo.

Esa locura mística lleva al iniciado fuera de los grilletes del mundo demiúrgico.

Efectivamente, en la saga artúrica, cuestión asimismo mencionada en «El misterio de Belicena Villca», el Gral es hallado por Parsifal, un «loco puro».

Similarmente, la hazaña heroica de Rudolf Hess arrojándose en paracaídas sobre territorio británico enemigo, es considerada desde la confusión estratégica en la sangre, como locura. Y es que, Rudolf Hess protagoniza en este contexto la «locura mística» de Parsifal, también según es referido en la novela mágica.

Ocurre de este modo que algunos actos heroicos y luciferinos dentro de una determinada estrategia, son considerados desde la ignorancia y la visión demiúrgica como «actos de locura». Pero más allá de esta limitada comprensión, existe un estado de «locura mística», necesario y útil para enfrentar al Demiurgo y salir de este mundo demencial, que resulta completamente inconcebible fuera del radio luciferino.

Y sólo desde esta locura mística luciferina, se comprende cómo a veces «perdiendo» una batalla en este mundo, se está en realidad ganando!

El mismo hecho de marchar contra el mundo es considerado locura. Más no se trata de una rebeldía per se, o producto de una frustración psicológica, ni de una psicopatología, sino que se fundamenta en una comprensión gnóstica.

Resulta así que la oposición al mundo del Demiurgo, buscando salir de su aprisionamiento, es una locura mística, que trasciende o va más allá de la demiúrgica metafísica de la locura.

Pero desde la consideración cultural en el mundo de la materia, ciertamente que todo lo que se halle fuera del mundo creado, es temido, negado, rechazado, considerado como oscuro y caótico, y en última instancia, locura.

Tenemos entonces, que en el extremo matricial arquetípico de los designios hambre y locura, se plasma un reflejo luciferino, extremadamente oblicuo e inaprehensible desde la confusión sanguínea, donde el Virya ya orientado y despierto ( o un Siddha que desempeñe ese papel en tal sentido) protagoniza un ansia luciferina y vampírica propia, y una locura mística, que lo conduce al Gral, al Origen y a la liberación, siendo la esencia gnóstica de su sangre ya no roja sino verde, siempre en alineamiento con los Siddhas reptílicos del Origen.

Por otro lado, en este nivel ya se está a resguardo del designio hambre, dado que se ha operado una mutación en el Virya, que manifiesta en su conducta no la actitud lúdica o sacralizante, sino la actitud graciosa Luciférica en forma consciente, por lo que ya no resulta un «bocado» apetecible para el Demiurgo, aunque si un blanco sobre el que intentará descargar toda su artillería para destruirlo.

Evidentemente tal iniciado, fuera del alcance de la metafísica del hambre, ha sido,no fagocitado y devorado por el Demiurgo, sino por el contrario, iniciáticamente tragado por la Gran Serpiente luciferina, emergiendo de sus fauces completamente transmutado.

Esta transmutación, habiendo sido «devorado» iniciáticamente, y luego su posterior regurgitación, significa haber recibido el elixir de la Serpiente luciferina (el elixir de su sangre y veneno combinados alquímicamente), y es desde luego un resultado completamente distinto y opuesto que la fagocitación por parte del designio serpiente demiúrgico.

El designio hambre ha sido resignado a este punto entonces, por el despertar del propio ansia o «hambre infinita», fuera del interés demiúrgico.

Esta expresión de hambre infinita, no demiúrgica, tiene su tipificación mítica también en el pulpo, representación en este contexto del «niño de piedra», en relación a un «infinito mar de leche» necesario para calmar su hambre.

Hambre infinita, que pese a buscar reasimilar esa esencia última (esencia expresada míticamente como «leche» o «sangre»), no encuentra nunca aquí en este mundo su satisfacción, por lo que se procede a destruir la obra del Demiurgo.

Tenemos en esta instancia un Yo focalizado en el Selbst, que se ha centrado en el Infinito actual, su dimensión infinita, más continúa todavía manifestándose en el mundo. Es así que su ansia infinita no puede satisfacerse en este mundo limitado, por lo que en su hostilidad esencial, o furor berserker, procede a destruir la creación limitada, o lo que es lo mismo, ir drenándola desde dentro.

Así, continuando con el mito del pulpo, aquel Kraken gigantesco procede a devorar embarcaciones enteras, representando el mismo principio.

No puede dejar de acotarse, que en aquella serie de los años 80, » El pulpo negro», también protagonizada por Narciso Ibañez Menta, la figuración del pulpo negro como signo o señal de muerte, ha sido indudablemente un argumento captado desde la sangre (consciente o inconscientemente), con idéntico significado iniciático.

Y en cuanto al designio locura, similarmente ha sido resignado por la locura mística, como aquella de los señores de Tharsis, la locura de un Parsifal, de un «loco puro», mística heroica sin igual, que para los cánones establecidos del mundo resulta siempre demencial e inconcebible. Está fuera de alcance para alguien no iniciado en los oscuros misterios del luciferismo, donde bajo la comprensión gnóstica luciferina se mantiene la risa frente a toda situación dramática, comprendiendo su carácter ilusorio, y afrontando con valor y coraje cualquier obstáculo que se presente.

El vampirismo luciferino tiene como referente al mito de Caín y su hermana Qalmana, quienes según cierto registro, nacieron con siete cabezas, y mamaron leche del pecho de Eva, succionando asimismo su sangre.

Tenemos en este mito variados significados gnósticos, siendo uno de ellos el vínculo explícito entre Caín y el vampirismo. Más por otra parte, la herencia hiperbórea de sangre se transmite por vía materna (como es mencionado en relación a la prueba de familia en el Tomo 9 de Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea, -Posibilidades de la vía tántrica-), por lo que se comprende que Caín escenifica aquí la reintegración de la sangre hiperbórea. Y lo hace, en el mencionado mito, teniendo tanto él como Qalmana, siete cabezas! Lo cual significa gnosticamente una capacidad suprahumana de absorción de la sangre. Ciertamente, la condición de un vampiro.

Esta tendencia a reasimilar la sangre es manifestada desde el mismo nacimiento, dado que Caín es hijo de la Serpiente!

Y desde un significado más oblicuo, considerando que la raíz etimológica de Eva (Havah) significa también serpiente, lo que Caín está procurando es la sangre o esencia de la Serpiente.

Como no podía ser de otro modo, según lo ejemplificado en este mito, el secreto ancestral de la sangre es el secreto de la Serpiente!

Encontramos así en Caín, rebelde luciferino, al primer vampiro del mundo, e hijo de la Serpiente, siendo el linaje vampírico de Caín, el linaje de la Serpiente.

Desde ya, quienes pertenecen gnóstica y luciféricamente al linaje de Caín, llevan en su sangre la «marca prohibida de Caín», o «marca de la raza Serpiente», («marca» que no es otra que el Signo del Origen). Y únicamente quien porte esta marca ofídica gnóstica puede reconocer a otro hombre o mujer serpiente!

Publicado en Artículos

Comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *