Por Christian C.
En el film The Ninth Gate o La novena puerta, traducido a veces también como La última puerta, Roman Polanski presenta indicios de cierta aproximación al luciferismo. Si su producción cinematográfica de los años 60, El bebé de Rosemary, circundaba en torno al satanismo, con La novena puerta dio un giro en cierta medida hacia el luciferismo, manteniendo no obstante ciertos puntos concomitantes con el satanismo.
El film se basa en el libro de Arturo Pérez Reverte, El club Dumas, donde a diferencia de la película, se entremezclan dos historias distintas: en torno a un manuscrito atribuido a Alejandro Dumas por un lado, El vino de Anjou, y por otro lado, Las nueve puertas. Si bien Corso, el protagonista, está convencido durante casi toda la trama que ambas cuestiones están conectadas, finalmente descubre que no es así. Más en el film de Polanski se omite todo el tema del manuscrito de Alejandro Dumas, manteniendo así algunas licencias respecto a la obra literaria de Pérez Reverte.
Nos atendremos en este análisis a elementos tanto del libro como del film, alternando de uno a otro en cuanto a lo esotérico y luciferino, siendo que en algunos aspectos el libro y la película se complementan perfectamente. Expondremos tanto los elementos demiúrgicos como hiperbóreos que se presentan, ubicándolos en sus respectivos contextos.
De Umbrarum Regni Novem Portis significa Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras, y es el libro sobre el que discurre toda la historia. Libro atribuido a Aristide Torchia en 1666, y quemado como hereje por la inquisición en 1667. Curiosamente, sea de forma intencionada o no, el año de publicación del libro de Torchia es 1666, y el año de la película La novena puerta es 1999, números que al revés nos dan también 1666. Y sincronísticamente, entre 1666 y 1999 transcurren 333 años, que sumándolos se sintetizan nuevamente en el 9.
Aristide Torchia basó su escrito en el Delomelanicon, texto atribuido al propio Lucifer, que encontró durante su estancia en Praga (foco en aquel entonces de ocultismo, alquimia y magia) estudiando la magia oscura. Consideremos que el significado de Delomelanicon es Invocación a la oscuridad victoriosa (derivando de Delos –invocar–, mela –oscuro– y Nikon –victoria–), en la que ha de hallarse la luz de Lucifer, tras el cruce del abismo. Al mismo tiempo, tal como se explica en la Sabiduría Hiperbórea, la luz del espíritu, luz de Lucifer, es oscuridad para la percepción del alma.
Las nueve puertas representan aquí pruebas iniciáticas en la senda de Lucifer, a modo de, simbólicamente hablando, los nueve meses de gestación luciferina.
En el libro, a diferencia de la película, se explicita claramente la identidad oculta de la mujer que asiste a Corso como «el diablo» (lease «diabolos» respecto a Lucifer desde nuestra consideración), citando incluso el mito cristiano de los ángeles rebeldes. No obstante, cuando hablamos aquí de la figura del diablo, es necesario considerar todo el ropaje cultural cristiano que se le ha añadido, y que desde nuestra consideración, Lucifer (independientemente del tema de las etimologías), es el aspecto espiritual, luminoso y rebelde del «diabolos».
Este término diablo requiere cierta clarificación, para evitar la confusión con su sentido actual en el cristianismo.
Nos referimos y remitimos aquí a la acepción original griega diabolos (como «el que ataca y divide», en oposición al Demiurgo y su mundo), que dio origen a la palabra «diablo», fuera e independientemente del sentido que le atribuyó luego el cristianismo,
De este «diabolos», entendiendo ahora su significado original e iniciático, podemos afirmar que Lucifer es su apelativo más iniciático, en relación a otros aspectos (como caos y destrucción), que también se le atribuyen.
De igual modo el término «demonio» debe ser aquí resignificado, remitiéndonos a su acepción original griega, «Daimon», a modo de guía o genio tutelar en el conocimiento, pudiendo ser de hecho «bueno» o «malo»., Se decía por ej. que Sócrates era asistido por su Daimon personal.
Haciendo un alto a toda esta temática, debe tenerse en cuenta que a diferencia de la magia y brujería para logros menores, que son no obstante válidos (dinero, fama, sexo, etc.), la clase de magia oscura como la expuesta en el Delomelanicon se focaliza en un logro iniciático de mucho mayor alcance que todo lo anterior, como se expondrá luego.
En el film La novena puerta, Corso recibe la encomienda del trabajo a realizar de Boris Balkan (en El club Dumas es Varo Borja) de comparar su recientemente adquirido ejemplar de Las nueve puertas con otros dos ejemplares, también de coleccionistas privados, en Portugal y Francia. Tres ejemplares han sobrevivido a la hoguera y persecución de libros malditos por la Santa inquisición, según declaró el propio Aristide Torchia. Así, en los siglos posteriores, varios ocultistas intentaron realizar el ritual del libro prohibido, basándose en sus indicaciones y los nueve grabados, incluyendo por ejemplo Madame de Pontespan de la corte de Luis XIV, aunque sin resultado.
Tenemos entonces tres copias sobrevivientes de la inquisición: una en poder de Balkan (comprada al recientemente suicidado Telfer, que en el libro es Taillefer), una en Sintra, Portugal, que posee Victor Fargas en su colección privada, y la de la baronesa Kessler (en el libro la baronesa Ungern) en París. Boris Balkan está convencido que sólo uno de los tres ejemplares es auténtico, por lo que le encomienda a Corso que viaje a Portugal y Francia, para comparar esos dos ejemplares con el suyo, que le deja a su cuidado.
Debe acotarse que en la película, la viuda de Andrew Telfer, Liana, es adherente a una orden oculta, y se halla también tras el libro que le había comprado su fallecido esposo, quien se lo vende luego a Balkan. En tanto que en El club Dumas de Pérez Reverte, la viuda solamente está interesada en el manuscrito de Dumas que custodia Corso, también perteneciente antes a su fallecido esposo. Y esto se puntualiza debido a que en el film, Liana Telfer aporta interesantes elementos esotéricos.
Partamos de la base del autor de Las nueve puertas, Aristide Torchia, quien procediendo de una familia veneciana de comerciantes, viaja a Holanda, trasladándose prontamente a Praga, de donde luego de un tiempo regresa a Venecia como iniciado en el saber oculto. Allí es cuando llega a escribir, entre otros libros, Las nueve puertas, en cuya portada aparece una serpiente enroscada alrededor de un árbol que es desgajado por un rayo. Tratándose aquí la serpiente enroscada en el árbol de un emblemático símbolo ofídico del saber oculto y prohibido, connotando el rayo también el poder luciferino.
Y acompañando la portada, la leyenda Sit Luceat Lux, o Así brillará la luz, evocando así la radiación luciferina (Lucifer/Lux-fer, El que trae la luz). También se menciona en la portada, Cum superiorum privilegio venia o Con licencia y privilegio de los superiores, lo que es interpretado por la baronesa, según le refiere a Corso, como la misión encomendada de publicar el libro por alguna cofradía oculta a la que Torchia pertenecería. Más también podemos entenderlo como una alusión a la venia o consentimiento de los Siddhas.
Esta sentencia de la portada, Sit Luceat Lux, se atribuye asimismo al ocultista y científico Giordano Bruno, con quien Aristide Torchia mantiene interesantes paralelos, comparándose ambos en la obra de Pérez Reverte. Se menciona que en sus obras de ocultismo y magia, Giordano Bruno utilizó precisamente los términos Delos y Mela (con los que se conforma Delomelanicon) y refirió asimismo: «En el camino de los hombres que quieren saber, hay nueve puertas secretas».
Giordano Bruno fue apresado en Venecia como hereje, y quemado vivo en Roma, Campo di Fiori, en febrero de 1600. Unas décadas después, en la obra de Pérez Reverte, Aristide Torchia es detenido en Venecia, torturado y quemado en Roma, en febrero de 1666. Desde ya, considerando el carácter ficticio del personaje de Aristide Torchia, con los paralelos esbozados es claro que se está haciendo un homenaje a Giordano Bruno, detentador del conocimiento oculto, y quemado por la Iglesia, brazo de la sinarquía.
El triple 6, en 1666, no deja de ser significativo, dado que los valores del culto demiúrgico cristiano se hallan invertidos, condenando bajo esta cifra emblemática la verdadera fuente de sabiduría, Lucifer y sus emisarios.
Un aspecto muy explícito en el film de Polanski, es la escena en que los hermanos Ceniza le comentan a Corso, en referencia al grabado en el libro de un ángel apuntando con su flecha hacia abajo: «Si te aventuras demasiado lejos, el peligro te acechará desde arriba». Y nótese que el peligro, el ataque, procede «desde arriba de un ángel», es decir, de fuerzas demiúrgicas que se oponen a quien se adentre profundamente en los misterios luciferinos.
Cuando Corso sale luego del taller de los hermanos Ceniza, el andamio de una obra en construcción se desmorona sobre él, teniendo que correr para no sufrir un accidente. Es decir, claramente lo que en la Sabiduría Hiperbórea se conoce como un fenómeno de segundo grado, provocado por el Demiurgo en ataque a sus opositores.
Se ha comparado también el Delomelanicon con el Necronomicón que nos ha presentado Lovecraft, y atribuido al insigne ocultista Abdul Alhazred, el árabe loco. En ambos casos, siendo el Delomelanicon una ficción literaria de Pérez Reverte, se está tratando de libros prohibidos, libros malditos por la sociedad y religión convencional, con lo que, más allá del argumento ficticio de la novela de Pérez Reverte o el film de Polanski, se exponen bajo la nómina de este libro importantes claves iniciáticas.
¿Pudo deberse quizá la orientación de Polanski hacia lo luciferino, al contacto y relación con su mujer, Emmanuelle Seigner (quien en la película protagoniza a la misteriosa mujer que acompaña a Corso), siendo una mujer Kali? Esta misteriosa mujer (en la trama del libro, Irene Adler, el mismo nombre de aquella dama que derrotara a Sherlock Holmes en un cuento de Conan Doyle), es una mujer que representa a Lucifer. Y la presencia femenina en lo luciferino remite a Lilith, por lo que se trata de Lilith misma.
En un diálogo de la novela donde Corso conversa con Irene Adler sobre distintas representaciones del diablo en la literatura (el Mefistófeles de Fausto, el diablo en Los hermanos Karamazov de Dostoyevski, el diablo de Dante, etc.), Corso le comenta que prefiere el diablo de Milton (de la obra El paraíso perdido), a lo que la extraña dama sonríe complacida y enigmáticamente. Y es que, de las obras citadas, es en la obra de Milton donde se efectúa una mayor aproximación luciferina.
Tal como la baronesa le comenta a Corso en la novela: «La demonología erudita identifica a Lucifer con la sabiduría». Es decir, el propósito último del Delomelanicon, o de Las nueve puertas de Aristide Torchia, es la sabiduría y la inmortalidad. Más muchos no llegan a este objetivo en alineamiento con el luciferismo, sino más bien quedan atrapados en su sombra, el satanismo.
Tal como Boris Balkan le reprocha a la viuda Telfer, no puede meramente mediante una orgía y ciertas letanías engañarse «al maestro» (Lucifer), haciéndolo comparecer. Esto alude precisamente a quienes quedan capturados en una mera sombra del luciferismo, sin orientación iniciática.
Liana Telfer pertenecía, al igual que años atrás la baronesa, a la orden La Serpiente de Plata, creada en honor de Torchia, y reuniéndose anualmente en su aniversario para preservar su legado. Aunque, como la baronesa bien le refiere a Corso, con el tiempo esta sociedad degeneró en una clase de club social, con cierto pretexto esotérico para mantener orgías.
Demás está decir que adeptos de esa clase de agrupaciones o cultos, que incluso claman ser luciferinos, no obtienen la Gnosis, y hasta incluso caen en una disposición sacralizante o de culto respecto a Lucifer, sin recibir su luz oculta, la sabiduría o Gnosis prohibida. Por lo que la aproximación de estos adeptos a la Serpiente no pasa nunca de un marco arquetípico.
Por supuesto, no se está significando aquí aquellos que practican el Maithuna y magia sexual, con la orientación gnóstica apropiada.
Liana Telfer llevaba la serpiente tatuada en su muslo. El símbolo serpentino es aquí interesante, porque se trata de una serpiente enroscada en sí misma que muerde su cola a modo de Uróboros. Y en el caso de adeptos como Liana Telfer, su Uróboros no deja de ser un ciclo repetitivo continuo.
Tomando en cuenta los distintos niveles de significación del Uróboros, desde lo luciferino la concepción sería que el laberinto tiene su salida en su mismo punto de entrada (de allí la serpiente mordiéndose la cola, y sintetizando toda la trayectoria), por lo que bajo este concepto y perspectiva, el Uróboros representa aquí el retorno al Origen.
El tatuaje de Liana Telfer está conformado por tres formas casi circulares, donde de un lado puede apreciarse perfectamente un 8 (símbolo del infinito, y figurado como dos serpientes entrelazadas), formado por dos de esos cuasi círculos, con un tercero sobre ellos, culminando así con una figura de significado representativo implícito de lo que sigue al 8. Es decir, el 9. Una alusión así a las nueve puertas.
Desde otra perspectiva, se pueden apreciar en el tatuaje, según el ángulo, tres 6, conformando así el 666. En El club Dumas, la viuda Taillefer (en quien se basa la Telfer de la película) lleva en cambio el tatuaje de una flor de lis en la pierna.
Se encuentran así, como se comentó previamente, elementos esotérico-iniciáticos tanto en el film como en el libro, complementándose ambos. El 666 lo encontramos también en otras escenas de la película, como cuando Boris Balkan lleva a Corso a través de un ascensor, pulsando tres veces el botón del seis. Y asimismo, también un triple seis como código para acceder a su selecta biblioteca privada de demonología.
Aunque teniendo cierta orientación gnóstica, Boris Balkan tampoco logró dar con el secreto del libro. Esencialmente porque el noveno grabado era falso, pero además, debido a falta de orientación (falta de suficiente pureza de sangre), pretendió prematuramente ser invulnerable a las condiciones físicas, rociándose con gasolina y rodeado de llamas. Por supuesto que agonizó quemándose, muriendo luego con un tiro de gracia de Corso.
Más lo que se desprende de esto, es que en su confusión estratégica, Boris Balkan confundió el fuego de este mundo con el fuego increado.
En El club Dumas, como ya se mencionó, es Varo Borja quien asume este papel en vez de Boris Balkan, apareciendo también Boris Balkan, pero con otro protagonismo en la novela. Y con cierta orientación gnóstica (aunque no la suficiente), Varo Borja reconoció el valor iniciático de la Serpiente/Dragón, según la siguiente escena:
«Serpens aut draco qui caudam devoravit –Varo Borja le sonrió al vacío, limpiándose la boca con el dorso de la mano; un rastro oscuro quedó en éste y en su mejilla izquierda–… Ellos custodian los tesoros: árbol de la sabiduría en el Paraíso, manzanas de las Hespérides, Vellocino de Oro… –hablaba enajenado, ausente, describiendo un sueño desde el interior–. Son esas serpientes o dragones que los antiguos egipcios pintaban formando círculo, mordiéndose la cola para indicar que procedían de una misma cosa y se bastaban a sí mismas… Guardianes insomnes, orgullosos y sabios; dragones herméticos que matan al indigno y sólo se dejan seducir por quien ha combatido de acuerdo con las reglas. Guardianes de la palabra perdida: la fórmula mágica que abre los ojos y permite ser igual a Dios.»
Aquí se enlaza perfectamente lo ofídico/serpentino con lo luciferino, refiriéndose la aproximación del iniciado a la Serpiente de la sabiduría en busca del fruto prohibido, la Gnosis, y tras las pruebas iniciáticas necesarias, el alcance del logro último de la auto-deificación (el objetivo o meta misma del sendero de mano izquierda), es decir, uno mismo como un Dios o Diosa.
Parafraseando a la Antigua Serpiente: Eritis sicut dii scientes bonum et malum, «Serás como Dios, consciente del bien y del mal». En rigor de verdad, no se trata aquí de igualar a Dios como referente último. Sino que esa igualdad se debe a que uno mismo es un Dios o Diosa en el Origen, instancia que debe uno recordar desde la sangre y recuperar a través del sendero iniciático.
Así, ese es el sentido de las palabras del Dios Serpiente Lucifer: no someterse a otra divinidad o Dios, sino alcanzar uno mismo ese estatus de Dios. Más no como muchos entienden, fusionándose con Dios o siendo uno con Él, sino manteniendo una divinidad propia, individual y separada, de carácter infinito y absoluto.
De modo que, siendo riguroso en el análisis, no se trata en realidad como dice Varo Borja de ser igual a Dios (si nos referimos, como convencionalmente se hace, al Dios bíblico o Demiurgo), sino de alcanzar un estatus de igualdad con Lucifer, como Siddha en el Origen.
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