Por Christian C.
Hay ciertos personajes de esta historia que merecen una especial atención, tal como la mujer que guía a Corso durante toda la trayectoria en el misterio de las nueve puertas, los hermanos Ceniza, la baronesa, Liana Telfer, o el propio Corso.
Algunos de los aspectos relativos a estos personajes ya han sido tocados previamente, más es necesario puntualizar específicamente cada caso, para abordar una comprensión más abarcativa y profunda.
Comenzando con la dama de ojos verdes, y sintetizando sus principales puntos llamativos, tenemos desde el inicio un halo de misterio en torno a la mujer, y aunque en el libro se utiliza el nombre de Irene Adler, según la identidad que ella misma refiere, en la película no se presenta con ningún nombre.
Esto se entiende claramente, dado que el diablo no necesita presentación.
La primer escena donde ella aparece es en la conferencia que Balkan está dando sobre demonología.
Su silla está algo descentrada con respecto a las demás. Es decir, ni ella como Lilith ni Lucifer están alineados con Balkan. No obstante, ella como guardiana del libro está allí, ya que Balkan tiene el libro, que le dará luego a Corso.
Además mantiene las manos cubiertas. De hecho, hasta avanzada la película no muestra las manos, siendo ella misma un misterio.
En otra escena del salón de esta conferencia, se la ve momentáneamente entre las tallas de dos demonios, lo cual no deja de ser significativo.
Posteriormente se produce un encuentro fugaz en una biblioteca donde Corso está buscando información sobre las nueve puertas. Al sacar un libro de un estante, ve por un momento el rostro de la mujer detrás. Es decir, Lucifer está más allá del conocimiento oculto representado allí por los libros, que si bien algunos pueden servir de guía hasta cierto punto, se debe ir más allá para obtener la sabiduría o Gnosis.
Y resulta conveniente recapitular esta escena desde una instancia previa.
Corso coloca un libro en la biblioteca, haciendo previamente con su mano derecha el signo de los cuernos.
Previamente, antes de cerrar la bibliografía consultada, mira la portada de Las nueve puertas y lee en latín Sic luceat lux, significando «Hágase la luz».
Y seguidamente verá a la mujer «sin nombre» al quitar otro libro de la estantería, como se mencionó antes.
Sus ojos verdes recuerdan la esmeralda de la corona de Lucifer (la presencia luciferina femenina que conduce al Graal), y tienen una capacidad hipnótica. Si Corso tiene «sonrisa de conejo» como se dice en El club Dumas, entonces la mirada de la chica es como una serpiente hipnotizando un conejo.
Lleva además abrigo verde, y sus calcetines son de dos colores, verde y rojo, siendo colores emblemáticos desde lo luciferino, sugiriendo además los «dos calcetines distintos, izquierdo y derecho», el dominio de la dualidad.
Los colores verde y rojo en concreto remiten nuevamente a lo reptílico y la sangre, es decir la Minne.
Conoce acontecimientos que nadie más sabe, como la muerte de Victor Fargas, noticia que comunica a Corso.
Posee habilidades fuera de lo común, suprahumanas, como la previsión del peligro que está por ocurrir, capacidad de levitación y destreza inigualable en el combate.
En el hotel, Corso la encuentra leyendo un libro, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, de Carnegie. Pero en El club Dumas, el libro que ella está leyendo, y luego le regala a Corso, es El diablo enamorado, de Cazotte. Lo que aquí se connota desde lo luciferino no es el «amor», sino A-mort, teniendo como significado subyacente que Corso es su elegido.
Podría acotarse que Corso es descendiente de Aristide Torchia, quien siglos antes tuvo una epifanía luciferina, bajo la misma apariencia de esta bella dama.
Se podría aquí plantear la necesidad de una definición respecto a si se trata de Lucifer (ya que ella misma dice ser «el diablo») o Lilith.
Más debemos tener en cuenta que hablar de Lucifer o Lilith representa el mismo principio, siendo inseparables, y conformando cada uno, en una unidad diferenciada, la parte complementaria del otro.
Y precisamente, luego del encadenamiento de los espíritus Hiperbóreos masculinos, fueron sus consortes femeninas, las Diosas del Origen, quienes solicitaron la asistencia de Lucifer para rescatarlos, así como muchos de estos espíritus Hiperbóreos femeninos encarnaron mediante una proyección suya directa con tal objetivo. Es la búsqueda de Él por parte de Ella, en un argumento y mito distinto al que protagoniza el espíritu Hiperbóreo masculino.
Remitiéndonos al mito, ya distorsionado por la influencia religiosa judeocristiana, tenemos que tanto Lilith como Lucifer mantienen en común la rebeldía al Dios bíblico.
Una de las escenas y aspecto más significativo es cuando unge a Corso en la frente con su propia sangre tres líneas verticales.
Se trata curiosamente del símbolo numérico III romano que aparece en el grabado del ángel con la flecha, siendo el tercer grabado, lo cual indica la protección luciferina que le confiere, frente a los ataques demiúrgicos o incluso pruebas que debe pasar.
En la escena en que Corso descubre a Victor Fargas ahogado en un estanque, se aprecia una imagen de fondo, de la mujer delante de una concha marina, exactamente igual a como Botticelli representó el nacimiento de Venus.
Desde ya que aquí estamos tratando de Venus en el contexto luciferino, siendo para algunos ocultistas de hecho la Venus oscura o «Venus illegitima».
Y en otra escena, en una estación de servicio en que está Corso junto a ella, se advierten también surtidores «verdes» de gasolina de marca Shell (concha), con el mismo simbolismo implícito de trasfondo.
El surtidor junto al que el auto estaciona es el 9, y el logo de «Shell» es una concha de vieira, de color rojo y amarillo (los colores del fuego). Además de esto, «Shell» puede dividirse en «She Hell», sugiriendo el «infierno de fuego increado» del que ella procede y representa.
Por «infierno» debemos aquí remitirnos al Hades, procediendo infierno de «infernus» o inferior (en relación a la superficie terrestre), por lo que se trata, desde la Sabiduría Hiperbórea, del mundo intraterreno de Agartha.
«Hell» o infierno en inglés, desde su raíz etimológica sajona por otra parte tiene asociación con la Diosa nórdica y reina del inframundo, Hel.
Otro gran detalle sumamente relevante es el auto rojo que ella conduce, llevando a Corso en persecución de Liana Telfer.
El auto, su marca, es un Viper (víbora), y el color rojo además resulta de lo más significativo, tanto por el Kalas rojo, como la mujer escarlata que cabalga el dragón, imagen del noveno grabado, donde Corso reconoce el rostro de la «cortesana de Babilonia» como el de ella.
En este grabado el dragón tiene siete cabezas, y se advierten también en el grabado falso que son siete las llamas de fuego en el castillo.
En el noveno grabado verdadero, se entiende que la llama de los siete chakras ha sido luciféricamente resignada (es decir, se ha trascendido ya esa etapa, en la que el iniciado que fracasa queda atascado) deviniendo en la radiación venusina.
También cuando están por irrumpir en el castillo de Liana Telfer, rompiendo Corso el vidrio de una ventana, se escucha un momento antes el chillido de un búho, a la vez que aparece la imagen del tatuaje de la serpiente en el muslo de Liana.
Recordemos que el nombre original de la Diosa no es Lilith sino Lilithu. Más tomemos en cuenta que Lilith en hebreo, en una de sus acepciones, significa «Búho chillón», lo que aunado a la imagen de la serpiente, nos está remitiendo a Lilithu/Lilith, que es la acompañante de Corso.
Y finalmente tenemos la escena más aclamada, donde ocurre el Maithuna entre ambos.
El Maithuna de la mujer luciferina con Corso recuerda al libro de Enoc, donde los «Vigilantes» también tenían encuentros sexuales con humanos, transmitiéndoles conocimientos ocultos.
Ella se mantiene sobre Corso durante el coito en posición dominante (intercurso sexual de como procede Lilith).
Y sus reptílico/luciferinos ojos verdes acompañan a una transfiguración de su rostro en el clímax del éxtasis negro luciferino.
Como mujer Lilith, la variación o cambio de rostros que expresa durante el Maithuna son la manifestación en contrapartida complementaria de las siete cabezas del dragón que ella cabalga (Corso, el propio iniciado).
La mujer del noveno grabado lleva un libro, y señala hacia el castillo, la novena puerta que debe cruzarse.
Las cabezas del dragón, cuatro están alzadas, y tres hacia abajo, lo cual representa los siete chakras que deben ser resignados de sus designios demiúrgicos, con el poder o Shakti de la mujer Lilith.
Corso ha atravesado por tres instancias iniciáticas, la primera de las cuales fue durante su Maithuna con Liana, una mujer Kali, que lo ha cargado de Shakti.
Seguidamente, es ungido con el Kalas rojo de la «mujer sin nombre», que es Lilith. La runa Guibur en forma de tridente con que es marcado le asiste en su orientación en el laberinto, para finalmente desde el Maithuna con ella, la «apertura de la novena puerta», que viene a significar la orientación de la salida definitiva hacia el Origen.
Así como en la Sabiduría Hiperbórea se refiere que mediante la runa conducente Guibur puede accederse luego (mediante el secreto del ángulo recto) a la arquémona Odal, para desde allí, puente noológico mediante, alcanzar el Selbst.
En la escena donde Corso se halla bajo la mujer de ojos verdes «sin nombre», realizando el Maithuna, claramente se aprecia entre ambos, desde el cuerpo de ella alzado en vertical, y el acostado en horizontal, una clase de «L», que presenta el ángulo recto.
Resulta así que en la vía húmeda, en esa vía de liberación, el secreto del ángulo recto se halla en el Maithuna.
Puede a esta altura comprenderse que la misteriosa mujer es la novena puerta misma, entrando literalmente Corso en ella (a través de su vagina), durante el crepúsculo luciferino (instancia en que comúnmente asoma Venus en el cielo, no siendo de día ni de noche).
Durante el Maithuna ella le arrebata el «alma demiúrgica», transmutándolo. Se abre así la «novena puerta» para Corso, adquiriendo luego por indicación de ella el verdadero noveno grabado en la tienda de los hermanos Ceniza.
Y posteriormente, durante el amanecer, en el castillo cátaro de Puivert, habiéndose ya abierto iniciáticamente la novena puerta para él, puede entonces efectivamente cruzarla.
Notemos que tanto la puesta del sol en el atardecer, como el amanecer preliminar en que todavía no ha salido el sol, son momentos clave desde lo luciferino asociados con Venus.
Y esta es también una de las causas del fracaso de Balkan. Su ritual fue durante la noche, y no en el momento más propicio cuando reluce Venus (presencia luciferina) en el amanecer.
La «novena puerta», como Stargate, o portal estelar-dimensional luciferino, requiere tanto del sitio apropiado (aquí el castillo cátaro de Puivert), como el momento preciso. Es decir, en el amanecer incipiente, irradiando Venus desde el firmamento.
De allí el carácter de gemelo en el mundo greco-romano de «Lucifer», en sus dos aspectos como Hespero/Eosforo y Vespero, o el lucero matutino y el lucero vespertino.
Balkan pudo haber también aprovechado el maithuna con Liana Telfer, pero en lugar de esto la asesina estrangulándola.
Aunque Corso intenta intervenir, la mujer guía le dice que se mantenga al margen. Ya que con su proceder, Balkan mismo está destinado a fracasar en la obra luciferina, siendo en cambio Corso el elegido.
Y por supuesto no cuenta con la clave final, el auténtico grabado de la novena puerta.
Todos estos aspectos permiten dilucidar aquí el carácter luciferino de la acompañante de Corso.
Sin olvidar el misterioso perro negro (que es ella misma también asumiendo esa forma), perro curiosamente de la raza «Cane Corso» (el mastín italiano).
Considerando la identidad de la mujer Lilith, y atento a todos los aspectos que Lilith encarna, la «mujer sin nombre», siendo ahora revelada como «Lilith», puede ser considerada tanto Diosa, como bruja (en función de sus capacidades tanto físicas como de cognición sobrenaturales) y sacerdotisa (iniciadora de Corso en el rito sexual del Maithuna).
También recordemos que «Lilith» puede designar tanto a la figura legendaria de Lilith, en relación a Lucifer, como a la «mujer Lilith», término que bien puede referirse a la pareja femenina del Origen, como a una mujer Kali/Lilith en este mundo, encarnando hasta cierto punto este mismo poder y aspectos.
Y en estos casos citados, su función se halla alineada con la legendaria Diosa Lilith ya aludida, siendo Lucifer y Lilith en tal sentido (más allá de su propia identidad) prototipos de la pareja original, Él-Ella, el Dios y la Diosa del Origen, el Siddha y su Ella o Shakti primordial, esencia rúnica pura, Vril.
Respecto a los hermanos Ceniza, no se trata de seres humanos, sino de guardianes del secreto de la novena puerta.
Ellos fueron los responsables de falsificar el noveno grabado, que según el análisis efectuado por Corso coincidía en los tres ejemplares. Y en los tres ejemplares era falso, salvaguardando así el acceso último a la novena puerta, excepto para quien transitase las pruebas iniciáticas requeridas demostrando ser digno de acceder a su misterio.
Al igual que la mujer que acompaña a Corso, estos aparentemente inofensivos ancianos son custodios desde hace siglos del libro.
Cuando Corso les consulta sobre el ejemplar que trae consigo, los hermanos Ceniza le aseguran tras una general pero rigurosa inspección, que el libro es auténtico, y que una falsificación sería posible, pero siendo muy elaborada y costosa, y únicamente en manos de un auténtico experto.
Además de los grabados no auténticos, colocados entre los tres ejemplares por Aristide Torchia, los hermanos Ceniza dieron su aporte con el noveno grabado falso, idéntico en los tres ejemplares.
Así, el libro no es falso, pero con los añadidos, tampoco puede decirse que fuese verdadero.
Análogamente al libro, los hermanos Ceniza no están realmente muertos, ya que trascienden la condición de un espectro, pero tampoco se puede decir sean «personas vivas del mundo».
Su propio apellido «Ceniza» en consonancia con la vestimenta gris que llevan, ya da cierta clave de esto.
En la primer visita que Corso hace a los hermanos Ceniza, antes de entrar a su tienda, un niño pasa corriendo rápidamente… como si fuese un espectro…
Y en la segunda visita, el niño no es visto, pero se escucha su voz. Aquí se está transmitiendo cierta idea por parte de Polanski, que el sitio que Corso visitaba no se hallaba en un medio «humano convencional».
Tengamos presente que los otros dos ejemplares (el de Fargas y el de la baronesa), también contenían el mismo noveno grabado falso, pese a llevar el ejemplar Telfer/Balkan las iniciales LCF, en tanto los otros dos ejemplares las iniciales AT. Es decir que la falsificación fue hecha por los hermanos en los tres ejemplares, valiéndose asimismo de esta artimaña para despistar y confundir.
Y esto se retrotrae en el tiempo siglos atrás, cuando Aristide Torchia llegó a confesar bajo tormento a la Inquisición que había todavía tres ejemplares del libro prohibido. (Las otras copias fueron todas quemadas por la Inquisición).
Torchia ocultó el secreto entre los tres ejemplares, recibiendo también la colaboración de los hermanos Ceniza con las falsificaciones añadidas, habiendo así ocho grabados verdaderos entre los tres ejemplares, y guardando en forma oculta los hermanos Ceniza el noveno auténtico.
Posteriormente Torchia fue quemado por la inquisición, pero el secreto de las nueve puertas ya estaba a salvo. De allí el comentario que hicieron los hermanos Ceniza respecto a Torchia: «Incluso el infierno tiene sus héroes».
Luego los hermanos se camuflaron como vendedores y reparadores de libros, manteniendo su taller en un callejón de Toledo, pudiendo cambiar de apariencia por sus poderes ocultos.
La ciudad de Toledo fue durante siglos un epicentro de ocultistas y alquimistas, por lo que resultaba un sitio apropiado para mantenerse en un ambiente afín, y a la vez pasar desapercibidos.
Cuando ellos le venden un ejemplar de Las nueve puertas a Andrew Telfer, sabían bien que Telfer no era el destinatario último del libro del secreto de novena puerta.
Incluso parecen sorprenderse cuando se enteran que el ejemplar que trae Corso (el mismo que tiempo atrás ellos vendieran a Telfer) ahora pertenece a Balkan.
Y así es como los hermanos Ceniza comentan al respecto:
«Cada libro tiene su propio destino.
- Y su propia vida.»
Aquí hay un punto clave, ya que en este caso no se trata de un libro común, y es que el «libro» como tal, tiene vida! No podía ser de otro modo siendo un legado del propio Lucifer. Y ese «destino», en cuanto a Las nueve puertas, es el elegido por el «libro». (Léase por Lucifer). - Y en este juego, «lila luciferino» diríamos, pasando de un «propietario» a otro (De los hermanos Ceniza a Telfer, de Telfer a Balkan, y de Balkan a manos de Corso), no hay una secuencia «ordenada» o lineal, sino sinuosa, tal como el movimiento de la serpiente.
Los nombres que llevan, Pedro y Pablo, no deja de ser una broma sarcástica, ya que a diferencia de los apóstoles bíblicos, ellos son los enviados de Lucifer.
Luego, en la escena en que los hermanos Ceniza le muestran a Corso el grabado del ángel con la flecha, enseñándole su significado, resulta notorio que posteriormente cuando Corso examina ese grabado, ve en el ángel un aspecto similar al de los hermanos Ceniza, es decir bigotes, cejas pobladas, entradas y aspecto de anciano. Además, lleva una flecha en su arco, y una en su carcaj, es decir «flechas gemelas».
Desde esa perspectiva, además de sugerir el carácter extrahumano de los hermanos Ceniza, se está también connotando que pueden tener que abordarse pruebas que presentan los guardianes del misterio. Este significado no excluye otros, ya que se mantiene un simbolismo polifacético.
Apareciendo aquí nuevamente la cuestion de los gemelos desde lo luciferino, hay una escena de contrapartida demiúrgica, cuando al comienzo del film, dirigiéndose Corso a la conferencia dada por Balkan, casi a la entrada del edificio es interceptado por dos mendigos, con un aspecto muy similar entre ellos. Estos eran en realidad ángeles demiúrgicos, que desde su bando del Demiurgo buscaban evitar también el acercamiento de Corso a lo luciferino.
Hacia casi el final de la película, cuando Corso regresa al taller de los hermanos Ceniza, no los encuentra, sino a otros dos señores, que «casualmente» uno fuma y el otro no (igual que los hermanos Ceniza), quienes corriendo un mueble, dejan aparentemente «al azar» caer el noveno grabado verdadero.
Sin duda eran los mismos hermanos Ceniza bajo un aspecto diferente y como jóvenes. Esto es comprensible, ya que manteniéndose más de trecientos años en el mundo, debieron cada ciertas décadas asumir periódicamente un aspecto de jóvenes distinto, para así pasar desapercibidos en el mundo y continuar custodiando el secreto.
Resulta anecdótico su cambio de apariencia, o los nuevos nombres que ahora utilizan, Pepe Lopez y Ricardo Herrera.
Estaban de hecho esperando a Corso, ya que la mujer le había dado la indicación de ir allí por la novena lámina auténtica.
Y como guardianes de este noveno grabado (habiendo insertado una falsificación en los tres ejemplares), no cabe esperar que fueran descuidados al punto de tenerlo tras un mueble polvoriento. Sino que el correr ese mueble, y la forma como se deslizó la lámina fue algo bien intencionado.
Luego, la mudanza que parecen estar llevando a cabo del local ya desmantelado, puede deberse a que habiendo ya el iniciado elegido accedido al misterio, con la novena puerta, su rol como guardianes de ese grabado ha concluido, retirándose de la escena.
Analizando el personaje de la baronesa Von Kessler (Ungern en la novela), llama la atención la falta de su mano derecha.
Pudo quizá la baronesa intentar prematuramente un intento de cruce de la novena puerta, pretendiendo al igual que Balkan de infalibilidad física, lo que le costó su propia mano?
Es significativo que sea su «brazo derecho», ya que ella es una seguidora del sendero de la mano izquierda, con lo que se deja abierta otra posibilidad en tal sentido.
Y aún más, cabe suponer que en algún cofre o relicario la baronesa albergase guardada su mano, utilizándola para ciertos rituales secretos, análogamente a las viejas cofradías de brujos y su «mano de gloria».
Si bien frente a Corso, en su primer visita más que nada, lo desestima como no iniciado en la tradición oculta, y finge estar retirada de todo aquello, meramente escribiendo ahora desde lo intelectual, puede entenderse que albergaba cierta decepción por no haber tenido éxito en la senda de las nueve puertas. Y necesariamente debió ser así, porque el noveno grabado con que contaba era falso.
No obstante, desde su adolescencia en que tuvo una epifanía luciferina a los quince años, quedó marcada por un profundo anhelo de reunirse nuevamente con Lucifer.
Así es como accede al pedido de Corso de examinar su edición de Las nueve puertas, impresionada por el descubrimiento de Corso de las diferencias de los grabados según el ejemplar. Y manteniendo secretamente quizá, la idea de realizar nuevamente el ritual e invocación con los grabados verdaderos.
De allí también el resentimiento que guardase respecto a Balkan, que parece haberle ido ganando de mano en ciertos descubrimientos, como la postal que le envía del castillo cátaro de Puivert, diciéndole «Lo siento Frida, yo lo vi primero».
Este castillo corresponde al noveno grabado (tanto el falso como el verdadero), por lo que se entiende que Balkan ha descubierto algo más. Y su descubrimiento está seguramente relacionado con su sospecha que alguno de los tres ejemplares es falso, o hay cierta falsificación incluida.
Además el nombre de pila con que Balkan se dirige a la baronesa, «Frida», es un tanto inusual. De allí se desprende que debió haber cierto romance o aventura entre ellos, lo que luego de su distanciamiento y separación debió alimentar más esa aprehensión de la baronesa con relación a Balkan.
Más una diferencia clave de Balkan con la baronesa respecto a Lucifer, es que la baronesa consideraba a Lucifer como un ser personal. De hecho cuando le comenta a Corso que ella tuvo una aparición del diablo, cuando tenía quince años, le dice a Corso, que lo pudo ver, de la misma forma que ahora lo estaba viendo a él.
En la novela de hecho, la baronesa lo describe en su aparición como llevando «cuello duro, sombrero y bastón» y «muy guapo».
En tanto que Balkan consideraba a Lucifer más bien como una fuerza impersonal, pudiendo ser él un «medio del maestro», como receptor de su poder y voluntad.
La escena en que aparece muerta la baronesa en su silla de ruedas, y con la lengua hacia afuera, sugiere que también falló en la senda de la Serpiente. Tiene su lengua hacia afuera, como una víbora, más está muerta.
Liana Telfer es también un interesante personaje de toda esta historia. Y en este caso nos atenemos estrictamente al film, ya que en la novela, «Liana Taillefer», su homólogo, desempeña un rol distinto, enlazado más bien con la historia del club Dumas que Pérez-Reverte expone en su obra, historia omitida en la película.
Y de hecho cumple todos los requisitos como mujer Lilith, bruja y sacerdotisa, siendo esencial en toda la travesía de Corso.
Más, se invisibiliza un tanto el rol de Liana, que como mujer Kali y bruja, mantuvo intimidad sexual con Corso, con lo que él quedó impregnado de su vibra, cargado de su Shakti, despertando inicialmente en él su ambición de búsqueda en el recorrido de las nueve puertas.
Y esto se dio no siendo el objetivo principal de Liana Telfer, cuyo acercamiento íntimo a Corso procuraba esencialmente recuperar su ejemplar de Las nueve puertas.
A partir de entonces, Corso recibirá la guía y orientación de la mujer sin nombre de ojos verdes, que lo acompañará durante toda su travesía.
Liana Telfer presenta signos de una mujer Kali, partiendo desde la estética en su vestimenta negra así como su actitud desatada y sin restricciones, queriendo rasguñar y morder a Corso.
En la escena inicial en que Liana recibe en su mansión a Corso, se aprecia cuando está descendiendo por una escalera, quedando en un momento muy rápido justo por debajo de una ornamentación de cuernos en la pared.
Recordemos que cuando Boris Balkan al inicio del film está dando su conferencia, menciona en cierto punto a las brujas. Y allí es como ya se mencionó, cuando por primera vez se enfoca a la mujer «sin nombre» de ojos verdes.
Más también la baronesa le comenta a Corso en otra instancia, que Liana Telfer procede una aristocrática familia, los Saint Martin, manteniendo la práctica de brujería por generación familiar.
Este nombre, «Saint Martin», es nuevamente un guiño oculto, en este caso a la orden esotérica de los Martinistas en Francia, seguidores de Martinez de Pasqually.
Boris Balkan en su conferencia menciona también los «familiares» de las brujas, es decir animales acompañantes de las brujas, con los que mantienen un estrecho vínculo místico.
Y si uno observa atentamente a Bruno, sus rápidos movimientos cuando pelea por ej., y la agilidad con que se mueve, parecieran los movimientos de un felino.
¿Podría ser quizá Bruno el familiar de Liana Telfer?
Siempre que está lejos de Liana, como cuando enfrenta a Corso, parece disminuir su poder y es derrotado. Por supuesto recibiendo Corso la ayuda de su misteriosa acompañante.
Liana es una bruja, y desempeña también el rol de sacerdotisa, como se aprecia hacia casi el final de la película, cuando conduce una ceremonia, interrumpida por Balkan.
Ella y todos los presentes se hallan apenas cubiertos por una capa con capucha, de lo que se aprecia claramente, tras las letanías de esta ceremonia oscura, tendrá lugar luego un encuentro sexual grupal, y recibiendo seguramente los kalas de la sacerdotisa.
Apreciamos aquí la letanía en latín como sigue, y su traducción, acotando que la mención que al final se hace de «Adonai Elohim» sugiere mezcla o sincretismo de elementos luciferinos con lo kabalista, cuestión que probablemente le fue exigida a Polanski de incluir, como venía o «visto bueno» de su aprobación del film.
También puede brevemente comentarse que en rigor de la historicidad (incluso la historia aceptada oficialmente), «Elohim» denota un plural de divinidades (con base y referente de las antiguas tradiciones sumeria y egipcia, pre-bíblicas) y es anterior a «Yavé» o «Jehová», siendo esta denominación luego redefinida y resignificada, conforme a la sistematización de la doctrina religiosa monoteísta abrahámica.
Leamos en consecuencia la letanía recitada por Liana Telfer:
Octo portae antecedunt Serpentum qui verbum custodit
«Detrás de las ocho puertas está la Serpiente que custodia la palabra».
Serpens bestia est qua nunquam dormit, bestia cuius occuli videntur in speculo scientiae
«La Serpiente es una bestia que nunca duerme, la bestia cuyos ojos son vistos en el espejo del conocimiento».
Ni tememus neq laqueum, nec gladium, nec venenum
«No tememos a la soga del verdugo, ni a la espada, ni al veneno»
Intatci eamus inter lepra et pestilentia contaminatos
«Permanecemos intactos entre aquellos contaminados con la lepra y peste».
Verbum quad ultima occultat arcana est Novem, Teth, Ennea, Oded
Gloria Sit, Adonai Elohim
«La palabra que oculta el último secreto es Nueve, Tet, Ennea, Oded.
Gloria a Adonai Elohim».
El personaje de Bernie mantiene un halo de misterio en cuanto por quién fue asesinado. Más como primer observación debe acotarse que en El club Dumas, el amigo librero de Corso lleva otro nombre, Flavio de la Ponte, y no resulta muerto.
Por lo que se trata de una licencia de Polanski en su film.
En relación a su asesino y el móvil de su crimen, se presenta más de un candidato. Por un lado, observemos que la forma en que aparece colgado de su pierna Bernie, coincide con el sexto grabado del ejemplar de Balkan (propiedad anteriormente de Telfer).
Podría entonces haber sido Balkan el asesino, para evitar que Bernie con su lucro de comerciante se hiciera con el libro, más Balkan desconocía que Bernie tenía su libro en custodia dado por Corso, y no parece haber indicios en la librería de una búsqueda desordenada del libro.
Se aprecia una escena a través de la vidriera superior de la librería donde se hallan dentro Corso y Bernie conversando, las piernas de alguien que evidentemente está siguiendo y vigilando a Corso.
Se trata ciertamente del asistente de Liana Telfer, Bruno, que como hemos tenido oportunidad de comprobar, está tras la «caza» del ejemplar de Las nueve puertas que Corso lleva consigo.
Al igual que en el hipotético caso anterior de Balkan, la librería no está desordenada, como si alguien hubiera estado buscando allí el libro, a diferencia por ej. de la escena en que Corso encuentra su departamento completamente revuelto, en el intento de Liana, mediante su secuaz Bruno, de recuperar el libro.
Desde ya, pudiera quizá considerarse la posibilidad del suicidio, al igual que Andrew Telfer al comienzo de toda esta historia.
Más, Bernie, según se trasluce claramente de su conversación con Corso, no tenía ninguna adherencia al contenido de Las nueve puertas, ni un motivo tan serio y drástico respecto al libro, como para suicidarse imitando el sexto grabado en que aparece colgado.
Tras los pasos del misterioso seguidor y vigilante de Corso (Bruno) aparecen seguidamente otros pies en zapatillas blancas, apagando un cigarrillo tirado al suelo por la anterior persona.
Se trata de la mujer «sin nombre» de ojos verdes, que evidentemente viendo las posibles intenciones comerciales de Bernie de robar el libro, termina antes con su vida.
Y aunque Bernie es colgado de su pierna izquierda (es decir según la lámina del grabado falso), hay un propósito en que haya sido así, y es que Bernie, no siendo un iniciado, ni mucho menos pudiendo tener éxito en la senda de las nueve puertas, termina según el destino de uno de los grabados falsos, que no obstante resultaron proféticos en relación a quienes no superan las pruebas escenificadas en los grabados verdaderos.
Recordemos por ej. el noveno grabado falso, con llamas en el castillo de Puivert, fuego que no aparece en el grabado verdadero, pero que no obstante está presente en la escena final de Balkan, fracasando en el misterio de las nueve puertas.
Tenemos así, que además de evitar que el libro fuese sustraído, la muerte de Bernie resulta en concordancia con el sexto grabado falso.
Por el contrario, lo escenificado y codificado en el sexto grabado verdadero, el «autosacrificio», resultó cumplimentado por Corso, en toda su travesía, esfuerzo y peligros que debió asumir.
En cuanto a Corso también resulta muy interesante como personaje, dado que presenta algunos rasgos o aspectos que se asocian comúnmente con la figura del diablo.
Su barbilla de «chivo», su propio nombre «Lucas Corso» según la novela (en el film es Dean Corso) tiene la misma raíz que Lucifer.
Es así que se ha sugerido, que Corso/Lucas es Lucifer, quien a través del sendero de las nueve puertas debe recuperar su «sitial perdido».
Aquí debemos clarificar la cuestión. Todo Virya en su Origen, en su esencia es como Lucifer. Y fuera del contexto del mito cristiano, bajo esta óptica puede decirse que es un «ángel caído», aunque no con el sentido que le da el mito cristiano.
Ya que en el Origen se es un Siddha, un Dios en sí mismo, o una Diosa.
Debemos distinguir aquí entre el «espíritu Hiperbóreo» como tal del Yo en este mundo, como expresión o manifestación refleja del espíritu.
En tal sentido el Yo del Virya es un ser finito y limitado, más no así el espíritu del que el Yo del Virya surge como una mirada reflexiva.
Cuando el Yo perdido y extraviado se identifica con el sujeto consciente, surge la ilusión de que es un ser miserable, bajo e insignificante, que precisa «ser redimido», salvado, etc.
Más desde la condición despierta, se aprecia que el espíritu Hiperbóreo es un Siddha. Y el Yo debe primeramente aislarse del contexto anímico del Microcosmos e influencia arquetípica y cultural del Macrocosmos, para orientarse hacia el Selbst del Yo infinito. Y eventualmente retornar a la normalidad del Yo absoluto (recordemos el modelo analógico del espíritu esfera) antes de su reversión.
Más a diferencia de sus Kamaradas que han podido extraviarse, Lucifer nunca pierde la orientación absoluta. Ya que en su pureza prístina, es una manifestación misma del Incognoscible. Y su función como luminaria de sus Kamaradas extraviados, es asistirlos en la orientación y retorno al Origen.
No tendría sentido la presencia del Graal como referente del Origen de los Viryas (esmeralda de la corona de Lucifer) si Lucifer pudiera perderse o extraviarse.
Ni tampoco cabe la consideración del mito cristiano, que haya sido derrotado por potestades demiúrgicas.
El mito cristiano ha pretendido, distorsionando los hechos muy a conveniencia, que Lucifer resultara vencido y derrotado por el arcángel Miguel.
Sostenemos desde la Sabiduría Hiperbórea que Lucifer nunca puede ser derrotado, ni caído ni «precipitado a un abismo», exceptuando que voluntariamente pueda protagonizar tal «papel o rol», a modo de un «lila» o pasatiempo.
La misma condición se mantiene respecto a Lilith, quien se haya infiltrada en el mundo del Demiurgo, lo cual es muy distinto de afirmar que se ha «aliado con el Demiurgo» o que alguna vez lo estuvo. Esto entra nuevamente en una clase de lila o juego de los Dioses, la mayoría de las veces inaprehensible para el Virya perdido o dormido, desde la visión lineal y frontal en presente extensivo.
Más retomando el hipotético caso del Virya, representado aquí por Corso, su liberación, su paso a través de la novena puerta o retorno al Origen, significa recuperar su condición original. No se trata de ser «redimido de una condición caída» siendo aceptado en el reino del Demiurgo.
En todo caso es «alzarse de una caída» suscitada o acaecida desde el propio espíritu en el Origen.
El propio nombre de Corso también es significativo, derivando del latín «cursus», o carrera, connotando así la cualidad o condición apta de un Virya para el sendero de mano izquierda.
Una importante aclaración de todo lo hasta aquí analizado y expuesto, es que tanto Pérez-Reverte, autor de El club Dumas, como Roman Polanski, director de La novena puerta, pueden hasta cierto punto conocer o estar conscientes de algunos de estos elementos y argumentos de la senda oculta, como también por sincronicidad haber captado desde su propia Minne ciertos elementos, sin ser del todo conscientes de su esencia y significado, plasmándolo en sus respectivas obras.
En muchos casos, un escritor o un director de cine, puede captar desde su Minne cuestiones que conciernen a lo iniciático, al luciferismo, al gnosticismo, e incluso ser inspirado por los Siddhas para traer a la superficie tales elementos, tomándolos por una invención propia.
Más el Virya que se halle despierto o con la predisposición a despertar, y desde la sintonía u orientación apropiada, podrá captar determinado grado de simbolismo oculto en tal obra literaria o tal film, desde lo gnóstico luciferino.
E incluso un Virya dormido puede recibir subliminalmente algo de ese contenido oculto, operando luego en su psique y llevándolo a cierta búsqueda y orientación.
Si bien en el caso concreto de Pérez-Reverte, el mismo se ha declarado agnóstico varias veces, y Polanski por otra parte ha comentado no creer en la magia, más allá de esto, evidentemente como Viryas han captado desde la sangre algunos elementos que incluyeron en sus respectivas producciones.
Con las anteriores consideraciones debe también entenderse las menciones que a veces se hacen en la obra, de «Satán», cuando en realidad competen a Lucifer, entendida esta confusión debido a la falta de orientación gnóstica y pureza de sangre, apareciendo no obstante por otro lado elementos claramente luciferinos.
Deja un comentario