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Interpretación Gnóstica Luciférica Hiperbórea de las Nueve Puertas del Reino de las Sombras – Octava parte

Por Christian C.

El sendero iniciático y oscuro de las nueve puertas ha permanecido siempre oculto, además de olvidado y desvirtuado de muy diversas formas, manteniéndose muy a menudo cierta reminiscencia en la sangre, manifiesta en lo cultural a modo de un eco lejano, con alguna particularidad y resalte de nueve elementos o componentes, sea en el folclore, la religión, la cosmogonía, la astrología, etc.

Incluso en senderos de mano derecha demiúrgicos aparece también como tapasigno a veces este aspecto, y hasta en corrientes del satanismo, a modo de sombra y tapasigno del luciferismo.

Si nos remitimos al antiguo Egipto, las nueve divinidades de la Enneada de Heliópolis se vinculan a este misterio, siendo Atum, Shu y Tefnut, Geb y Nut, Set y Neftis, así como Isis y Osiris, quien se manifiesta también aparte en la forma de Horus.

Según consideraciones de la antigua cosmogonía árabe, como lo refiere el ocultista Anton Long a partir de su lectura y estudio de un viejo texto árabe, el Al-Kitab Al-Alfak, o «El libro de las esferas», se concebían nueve reinos o esferas, desde la más lejana y primera de todas, Falak Al-Aflak, luego el reino o esfera de las estrellas fijas, o Al-Kawakib Al-Thabita, seguida de los siete planetas clásicos, Zuhal (Saturno), Mushtari (Júpiter), Marikh (Marte), Shams (el sol), Zuhrah (Venus), Utarid (Mercurio), y Qamar (la luna), conformando así nueve planos o «esferas».
Esta cosmovisión se ha mantenido en algunas corrientes islámicas como los Ismaílies y algunas vertientes del sufismo.

Se conjetura la posibilidad que esta cosmografía se derivase de textos helénicos como el Poimandres del Corpus Hermeticum, o incluso textos más antiguos de la India que habrían influenciado también posteriormente al Corpus Hermeticum y la cosmogonía musulmana.

En efecto, de los Puranas y fuentes del hinduismo sabemos que se conciben nueve Grahas o regentes planetarios asociados a sus respectivos astros, que son: El sol (Surya); la luna (Chandra); Marte (Kuja o Angaraka); Mercurio (Budha); Júpiter (Guru o Brihaspathi); Venus (Sukra); Saturno (Shani); Rahu y Ketu (nodos de la luna).


Debido a la asociación de la influencia estelar y planetaria con el karma, donde estos regentes planetarios a modo de arcontes pueden ejercer determinadas influencias, buenas o malas, se ha considerado la necesidad de superar o trascender la influencia de los Nava Grahas, lo cual es una forma de concebir un pasaje o tránsito a través de nueve puertas.

De las variadas formas en que muchos hindúes recurren como «remedio» de los Nava Grahas, se destaca la utilización de nueve piedras o gemas (Navarathna) con propiedades místicas: Vajra (diamante); Vaidurya (ojo de gato); Gomedhika (hessonita); Pushyaraga (zafiro amarillo); Marakatha (esmeralda); Manikya (rubí); Nila (zafiro azul); Muthya (perla) y Pravala (coral).

Y aquí asoma interesantemente cierto atisbo de un vínculo entre la piedra (sabiduría lítica) y las nueve puertas, en función de neutralizar a nueve arcontes planetarios.
También desde la tradición popular se utilizan nueve clases de grano, Nava dhanya, asociados respectivamente en correspondencia con cada uno de los nueve astros mencionados: trigo (el sol), arroz (la luna), frijol rojo (Marte), frijol verde (Mercurio), frijol de Bengala (Júpiter), guisantes de ojo negro (Venus), sésamo negro (Saturno), frijol negro (Rahu) y frijol de caballo (Ketu).

Por la misma razón, entre los Shivaistas es conocida la Nava mukha rudraksha, o rudraksha de nueve rostros, asociada con las nueve formas de Durga.

No estamos aquí validando o negando estas tradiciones, sino remarcando y llamando la atención sobre un realce del nueve, que oculta y apunta a una sabiduría secreta más profunda.

Muchos hindúes, principalmente de orientación Vaishnava (seguidores de Vishnu) rinden culto a nueve formas de Narasimhadev (el avatar mitad hombre y mitad león de Vishnu), aspectos estos de Vishnu a los que recurren para neutralizar o mantenerse inmune de la influencia kármica del Nava Graha.

Nuevamente, aunque no se trata de la senda iniciática de las nueve puertas que hemos estado reseñando, se aprecia aquí una cierta remembranza en la sangre de este proceso, lo que ha dejado un eco cultural religioso, asociado en este caso a nueve formas del cuarto avatar de Vishnu.

Estos nueve aspectos de Narasimha reciben los siguientes nombres: Jvala Narasimha, Ahobila Narasimha, Malola Narasimha, Krodha Narasimha, Karanja Narasimha, Bhargava Narasimha, Yogananda Narasimha, Chatravata Narasimha y Pavana Narasimha.

De igual modo, las nueve formas de Durga en relación a los Shaktas, Shailaputhri; Brahmacharini; Chandraghanta; Kushmananda; Skandhamata; Kathyayani; Kalarathri; Maha Gouri; y Siddhidhatri, y la celebración de Navaratri asociada a estas nueve manifestaciones de Devi.

Esta celebración, «Las nueve grandes noches de la Diosa» o Navaratri, conmemora el combate y victoria de la Diosa Durga sobre el demonio Mahishasura, teniendo su culminación, como era de esperarse, en la novena noche, la más relevante, o Maha Navami, en que se realiza la Ayudha Puja.

También encontramos celebraciones de nueve días en honor del séptimo avatar de Vishnu, Sri Rama, el rey de Ayodhya, el Rama Navaratri, y de Ganesha, Dios de la sabiduría, Ganesha Navaratri.

Detrás de estas celebraciones a nivel popular, existe siempre un significado esotérico más oculto, que aquí no nos detendremos en detallar dada la extensión del tema, y siendo por otra parte el propósito tan sólo resaltar el vínculo místico con el nueve que aparece en diferentes partes, que es a su vez un tapasigno cultural de una verdad más profunda, relativa a las nueve puertas.

De modo análogo se registran nueve formas de devoción o bhakti, Navadha bhakti.
En Andhra Pradesh, sur de la India, se encuentra uno de los más renombrados lugares de peregrinaje de Shiva, Maha Nandi, donde hay nueve templos de Shiva principales, conocidos como Nava Nandi Kshetras, Prathama Nandi; Naga Nandi; Soma Nandi; Surya Nandi; Shiva Nandi; Visnu Nandi; Maha Nandi; Vinayaka Nandi y Garuda Nandi, Como no podía ser de otro modo, considerando el vínculo de la serpiente con la sabiduría, también hay nueve Nagas principales, los antiguos guardianes del conocimiento oculto.

Ellos son, Ananta, Vasuki; Sesha; Padmanabha; Kambala; Sankhapala; Dhartharashtra; Takshaka; y Kaliya.

Como se ha podido apreciar (y se podrían seguir dando otros numerosos ejemplos), en las principales tradiciones de culto hinduista, en relación a Durga, Ganesha, Shiva y Vishnu, así como en relación a los Nagas, se mantiene una constante mística respecto al nueve.

Desde ya que estamos refiriendo aquí aspectos más bien exotéricos, de culto a nivel popular, más tras estas tradiciones, para quien logre ir más allá del culto y lo arquetípico, se halla la sabiduría de las nueve puertas.

Por otra parte, en la cosmogonía puránica se concibe el sistema planetario medio o terrenal, Bhu Mandala, como dividido en siete gigantescas Dvipas o islas.
La correspondiente a este mundo, Jambudvipa, se considera dividida en nueve regiones o Varshas, con sus respectivas delimitaciones: Bharata Varsha; Ilavrita Varsha; Bhadraswa Varsha; Hari Varsha; Kethumala Varsha; Ramyaka Varsha; Hiranmaya Varsha; Uttara Kuru Varsha; y Kimpurusha Varsha.

Como ya se ha comentado previamente, uno de los significados de las nueve puertas alude simbólicamente a «nueve meses de gestación luciferina», dadas nueve instancias iniciáticas que se deben cumplimentar.

Más por otro lado, ya a un nivel popular o exotérico, en el hinduismo también se resaltan los nueve meses en el vientre materno (Nava masa), señalándose asimismo que desde el día de la concepción hasta el nacimiento transcurren 279 días, que sumados nos da eventualmente 18, también un número que se sintetiza en el nueve.
Se ha mencionado también la ciudad de las nueve puertas que refiere Krishna en el Bhagavad Gita, y mencionada en el Bhagavata Purana (Nava dvara), siendo los orificios del cuerpo por donde se dice la conciencia abandona el microcosmos en el momento de la muerte. Estos son, los ojos, los oídos, las fosas nasales, la boca, y los órganos excretores.

Por supuesto, no basta meramente con la retirada de la conciencia del cuerpo material, ya que el ser condicionado o Virya perdido se ve obligado en aceptar un nuevo cuerpo con cada disolución orgánica del microcosmos. El objetivo es por consiguiente liberarse de esa rueda de nacimientos y muertes, o samsara.

Se menciona también una décima puerta, ubicada en la coronilla (donde se halla el sahasrara chakra) el Brahma Randhra, pero no interesa en la senda aquí expuesta, dado que esa puerta es más bien utilizada por místicos que buscan la fusión impersonal con el Uno, lo cual es contrario a la Gnosis luciferina Hiperbórea.

Veremos no obstante luego, nueve puertas en el cuerpo humano desde un nivel más esotérico de ultrabiología o anatomía oculta, más directamente relacionadas con el proceso de las nueve puertas aquí expuesto.

Se catalogan asimismo nueve clases de emociones y pasiones expresadas por el sujeto anímico, nueve «rasas» o sabores (a falta de una traducción del sánscrito más exacta), conocidos como Nava rasa, que son: Sringara (belleza/amor); Hasya (alegría); Karuna (compasión); Rudra (ira); Vira (coraje/heroísmo); Bhayanaka (temeroso); Adbhuta (asombro); Bhibhatsa (repugnancia); Santa (tranquilidad).
Estos nueve estados anímicos deben resignarse y superarse con la voluntad del Yo, mediante el principio del cerco y la Actitud Graciosa Luciferina.

Se trata así también de un sendero de «nueve puertas» que el Virya debe atravesar. Más no significa esto, como propone el Vedanta monista o Advaitavada, un estado neutro y vacío, sino que predomina aquí la voluntad como expresión del espíritu en el Yo del Virya. Y es desde esa voluntad, conforme a la propia estrategia, como pueden manifestarse o no estas emociones y estados, completamente bajo el dominio y control del Virya.

Ése es el significado de un «hombre de piedra», cuyo corazón o centro emocional (regido por el Anahata chakra) ha sido resignado, y endurecido como «piedra», posicionado a tal efecto el Virya en la sangre fría del reptil.

Estas formas de expresión anímica, han sido representadas en danzas clásicas de la India, como Bharatanatyam y Odissi, mediante sugestivos mudras.

Tenemos ocho danzas clásicas en la India, y puede oblicuamente connotarse, dado el significado de resignación y trascendencia sugerido en la misma danza (a partir de significados más oblicuos de los mudras exhibidos), que haya una «novena» forma de danza oculta, que señala hacia el espíritu.

Interesantemente también se dice que antiguamente había 108 variedades de danza en la India, número que se sintetiza como ya se ha advertido, otra vez en el nueve.

Este número, 108, es sumamente destacado y relevante en la tradición hinduista, habiendo 108 Upanishads, o tratados de metafísica, 108 nombres principales que se mencionan de Shiva, Vishnu, Durga, Ganesh, etc., 108 cuentas de rudraksha o madera de Tulasi, que se usan para mantrear, 108 gopis o a-madas de Krishna como manifestaciones de su propia Shakti primordial, etc.

El flujo del Ganges (representativo del flujo de conocimiento y de la Shakti) comprende una longitud de 12 grados (79 a 91) y una latitud de 9 grados (22 a 31). Así tenemos 12 x 9, que da como resultado también 108.

Más toda esta vinculación del 108 (número que oculta el 9) con lo místico y sagrado en la India, es una referencia velada a modo de tapasigno al 9, indicativo de un secreto y misterio que este número posee en forma encriptada.

Y esto se hace extensivo a lo cultural, en costumbres, tradiciones, creencias y prácticas, que pueden tener poca o ninguna relación con las nueve puertas en el sentido iniciático (siendo numerosísimas las referencias culturales y no nos detendremos aquí en mencionarlas), pero son como se ha dicho, un poderoso tapasigno cultural que se ha consolidado muy poderosamente debido a cierta remembranza desde la Minne o memoria de sangre, estructurándose en forma cultural a causa de la desorientación y confusión generada por acción de la sinarquía.

No obstante también hay aspectos de este mundo fenoménico que se conciben en la tradición hinduista como vinculados al 108, y son aspectos en muchos casos demiúrgicos, que deben comprenderse, resignarse, y trascenderse.

Así, el mismo tiempo, expresión de la conciencia del Demiurgo, ha sido concebido en forma cíclica, expresándose en las cuatro Yugas o eras, Satya, Treta, Dvapara y Kali Yuga.

Ahora, notemos la duración de cada una de estas Yugas, según refieren los Puranas, y advirtamos la constante numérica que siempre remite al nueve:
Satya Yuga: abarca 172.800 años (1+7+2+8 = 18 = (1+8 = 9)
Treta Yuga: abarca 1.296.000 años (1+2+9+6 = 18 = (1+8 = 9)
Dvapara Yuga: abarca 864.000 años (8+4+6) = 18 = (1+8 = 9)
Kali Yuga: comprende 432.000 años (4+3+2) = 9

Es decir, para ir más allá del tiempo, liberándose de su influencia, uno debe transitar a través de nueve puertas místicas o instancias iniciáticas.

También se considera que hay 108 clases de emociones, 36 para el pasado, 36 para el presente y 36 para el futuro. Expresiones del sujeto anímico que por supuesto deben resignarse y mantener bajo dominio de la voluntad.

Y el centro anímico justamente, el Anahata chakra a la altura del corazón, está conformado por la convergencia de 108 conductos energéticos o Nadis.

De modo similar se considera que existen 108 Marmas o intersecciones energéticas en el cuerpo sutil, todos aspectos importantes de trabajar en la práctica del Kaula Marga, así como en ciertas formas de respiración regulada o pranayama.

Según enseñanzas tántricas, se mantienen a diario unas 21600 respiraciones diarias, de las cuales 10800 son lunares, y 10800 solares.

Si se multiplica 108 por 100 tenemos 10.800. Y multiplicando 2 x 10.800 nos da 21.600, que se sintetiza como se advierte en el nueve.

Aquí los textos del Yoga tántrico están connotando en una forma un tanto oblicua y velada, que la culminación de la práctica yógico-tántrica tiene relación de alguna forma con el nueve.

Por otra parte el Sri Yantra, vinculado a Lalita Tripurasundari, Devi destacada en la tradición Kaula, se hallan 54 intersecciones o Marmas de tres líneas, cada uno de estos Marmas con un aspecto de Shiva y Shakti combinados. De modo que 54 X 2 es igual a 108 nuevamente.

El 108 es un número que también tiene una alta significancia en la astrología védica, en que hay doce constelaciones y nueve astros, o Nava Graha, lo que multiplicando 12 x 9, nos lleva otra vez al 108.

Y cualquier astrólogo védico sabe que la casa nueve, o Navamsa chakra, resulta fundamental para una carta astral.

Considerando que la influencia astrológica obedece a cuestiones kármicas de la persona, el nueve aquí aparece como indicador de un condicionamiento kármico, que puede revertirse en sentido contrario, a través de la liberación del karma y todo condicionamiento material, mediante la senda de las nueve puertas.

Ahora bien, si vamos ya no a lo astrológico sino a lo astronómico, recordemos que el sistema real Kalachakra ideado por los Siddhas traidores, se dice que se halla entre la Tierra y el sol.

Pues bien, la distancia entre la Tierra y el sol (todo el alcance de la Kalachakra) es 108 veces el diámetro del sol!

Es decir, el medio del encadenamiento espiritual de que se valen los Siddhas traidores, utiliza este mismo secreto oculto en relación al nueve.

Y por otra parte, la distancia entre la Tierra y la luna, la cual no tiene anclaje en la Kalachakra, (y de allí el poder contenido en los kalas lunares) es 108 veces el diámetro de la luna.

Es decir, allí se puede atisbar la llave o medio de la liberación, que en forma encriptada en el 108 remite otra vez al nueve, entendiéndolo esotéricamente como la senda de la novena puerta.

Fuera del hinduismo, en otras tradiciones como el budismo y el jainismo, al 108 también se le atribuye todo un significado simbólico, en incluso en la antigua cosmogonía china, en que se consideraban 108 estrellas principales.

Todo lo cual indica el poderoso tapasigno cultural en diferentes culturas y latitudes, tan patente y notorio, ocultando el misterio de las nueve puertas.

El secreto de las nueve puertas ha sido captado algunas veces parcialmente, otras veces ocultado o distorsionado, y además «tapasignado», según el caso.

Algunos ocultistas se han orientado en cierto modo a este misterio, siendo por ej. que a partir de la magia Enochiana del Hiperbóreo John Dee, se ha conocido sobre Choronzon, el «Guardian del umbral», frente a quien se debe confrontar para cruzar el abismo.

Y es que la cifra adjudicada a Choronzon es 333, que remite como era ya de esperarse al 9.

Desde ya también en una imitación distorsionada del luciferismo, algunos satanistas también se han acercado algo al secreto del nueve, aunque a falta de la orientación gnóstica requerida no han podido cruzar la novena puerta.

El hecho que la edición de «Las nueve puertas» encomendada por Aleister Crowley para traducir a su discípulo Bruno Di Angelo en Italia, llegara según se cuenta, tiempo después al Vaticano, independientemente del hecho en si (auténtico o ficticio), es una clara indicación de como la Iglesia a través del tiempo se ha apoderado de antiguos textos, ocultando el conocimiento, a la vez que ha pretendido monopolizarlo secretamente.

De la misma manera que se habla de una edición del Necronomicon del Vaticano, y de un secreto ejemplar que se guarda «bajo llave y candado».

El hecho pude ser cierto o un invento, pero resulta un hecho indiscutible que la Iglesia no alberga el menor interés de que lo contenido en el Necronomicon sea liberado al mundo.

No resulta sorprendente a esta altura, que algunos antiguos grimorios e incunables, aparezcan a veces divididos en nueve secciones o pórticos, o que en la Gnosis del Necronomicon haya también nueve «salmos de Nyarlathotep».

Se atribuye a Michael Aquino haber escrito «El ritual de los nueve ángulos» que aparece en el libro del satanista Anton Lavey, «Satanic Rituals». Esa ceremonia guarda cierta relación con el misterio de las nueve puertas, más lamentablemente se aleja del luciferismo, con una orientación satanista.

Se utiliza una figura trapezoidal como instrumento de poder oculto para invocar a los Primigenios, Azathoth, Yog Sothoth, Nyarlathotep y Shub Niggurath, más culminando el rito con un «Hail Satan», que si nos remitimos a la doctrina laveyana, es un esquema satanista que no va más allá del descondicionamiento cultural judeocristiano, y la exaltación individual, y quizá la obtención de cierto poder personal, pero sin la obtención de la Gnosis.

Se figuran así nueve ángulos de una geometría diabólica, más sin mayor orientación gnóstica.

Otra corriente ocultista con una mayor aproximación al misterio de las nueve puertas, es la «Orden de los nueve ángulos», ya que de algún modo hay si aquí una orientación en relación a nueve ángulos o vectores.

Esta orden habría basado su concepción de los nueve ángulos en la cosmogonía árabe de nueve esferas mencionada anteriormente (siendo cada astro un ángulo), así como en la conformación de la estructura septenaria, tan prominente en el hermetismo, sumada a la dimensión del tiempo causal con el principio acausal, refiriéndose así nueve ángulos o vectores.

Interesantemente también le adjudican a la marca Srivatsa nueve ángulos. Y la marca Srivatsa (portada por Vishnu) está asociada con el heroísmo y el poder supernatural que excede este mundo.

Por supuesto la consideración de Nava Graha, con relación a nueve astros, también influenció su denominación, más con una orientación iniciática.

También la orden se basaría en una fórmula alquímica oculta de nueve emanaciones y combinaciones, encontrando incluso todo un simbolismo mágico, alquímico y oculto referente en el Star Games, o «Juego de estrellas».

Más si buscamos la orientación gnóstica luciferina de la Sabiduría Hiperbórea, entonces debemos decir que las nueve puertas tienen aquí relación con el secreto del ángulo recto, siendo en este contexto, el noveno ángulo.

En el propio cuerpo del Virya se puede apreciar el ángulo recto en la conformación anatómica de los hombros en relación al cuello, en el ángulo que se genera con la conformación de los codos, en las manos con relación al pulgar y el índice (con los que se efectúa justamente el Bala mudra o saludo secreto de la Casa de Tharsis, señalando de hecho el ángulo recto), y en los tobillos en relación a los pies.

Desde ya se podrían señalar otros puntos en el cuerpo biológico con similar angularidad, pero los aquí señalados tienen relación con la circulación del Prana a través de determinados Nadis o circuitos ocultos.

Más hasta aquí se han enumerado ocho ángulos en total, y es que el noveno se halla oculto, no visible externamente sino en el área del llamado cerebro posterior o reptil. Allí, en el paleoencéfalo, donde se halla el cerebro reptil, dispuesto por su ubicación anatómica en ángulo recto.

Ese potencial del cerebro reptil es el que debe despertarse y potenciarse. Ese es el noveno ángulo, el «ángulo recto», que permite pasar a través de la novena puerta.

Remitiéndonos nuevamente a la anatomía oculta en relación a los centros psicoenergéticos sutiles conocidos como Chakras, y considerando el esquema clásico de los siete chakras, tenemos que cada uno ha sido representado por medio de un loto en un Yantra, distinguiéndose cada Chakra en su loto por el numero de pétalos que posee, además de otras asociaciones y correspondencias.

Así, se representa el Chakra basal o Muladhara con 4 pétalos, el siguiente Chakra, Svadhistana con 6 pétalos, el Manipura Chakra con 10 pétalos, el Anahata con 12, el Svadhistana con 16, el Ajña del entrecejo con dos pétalos, y el Sahasrara en la coronilla con 1000 pétalos.

Muchas escuelas esotéricas trabajan con los Chakras y la Kundalini Shakti, más sin la orientación gnóstica necesaria.

Si uno suma los pétalos de los primeros cinco Chakras, obtiene como resultado 48, y el sexto chakra, el del entrecejo, se representa con «dos pétalos», lo que esotéricamente además indica que todo el caudal energético o Shakti de los anteriores chakras aquí se duplica, indicando el número 96, que sumado a 48 da como resultado 144, número cuyos dígitos suman nueve.

Es decir que mediante la práctica del Yoga tántrico Hiperbóreo de la senda Kaula, se pueden trabajar esotéricamente estos seis chakras enumerados, para finalmente acceder a la novena puerta, que se halla en el paleoencéfalo o cerebro reptil.

Tal es el «ascenso del lagarto» que sube a través del Virya, que mencionaba Nimrod de Rosario. Es en este noveno ángulo, o novena puerta secreta, donde se produce la transmutación completa, y de allí que al gnóstico luciferino Hiperbóreo no le interese arribar al Chakra coronario, mediante el cual se procura la fusión con Brahma. Ésa es la puerta que el Virya orientado debe evitar, Brahmarandhra o «la puerta de Brahma», siendo la décima puerta, en relación a las nueve aberturas del cuerpo (Nava Randhra) por donde puede escapar la conciencia, ya mencionadas previamente.
Y es mediante la novena puerta a nivel microcósmico (donde se produce la transmutación), como se puede acceder a la novena puerta a nivel macrocósmico, la «puerta de Venus», la puerta de los Siddhas, los hombres lagarto de Venus.

Debe distinguirse en la senda oculta iniciática, la búsqueda del conocimiento, que como tal tiene su referente en Lucifer, «portador de la luz», instancia escenificada en el mito del edén, con el fruto prohibido ofrecido por la Serpiente, el Dios Serpiente Ophis Lucifer, de por otro lado la mera búsqueda de poder y placeres del mundo, lo cual más que luciferismo resulta más acorde al satanismo.

Estos aspectos o logros del mundo, pueden no obstante también mantenerse en tanto no incidan en la falta de orientación en el eje místico luciferino, teniendo claro el objetivo, y no perdiéndose en metas mundanas.

Resulta así que el conocimiento se ha degradado en ocasiones, manteniéndose una superposición de satanismo sobre luciferismo, con la desorientación consecuente de muchos Viryas.

Empero existen varias formas y vertientes de satanismo, lo cual puede complicar más la orientación en el laberinto.

Partamos de la base que Lucifer revela el sendero oculto hacia el Origen y el mundo increado. Hay quienes distinguen entre Luciferismo, considerando a Lucifer como una clase de «ángel» o mediador, del luciferianismo, que considera a Lucifer como el mismo Incognoscible.

De algún modo Lucifer es una expresión del mismo Incognoscible, de su luz iluminadora gnósticamente, y por lo tanto adversaria del mundo demiúrgico. La calidad de su pureza es tal, que a diferencia de otros espíritus Hiperbóreos, nunca resulta confundido ni desorientado, ni encadenado como pretende la desinformación sinárquica del mito cristiano.

Más debe decirse que Lucifer es mucho más que un ángel, siendo más bien un Dios en si mismo, y por oposición al Demiurgo, un «Anti-Dios» en tal sentido.

A partir de aquí, debemos tomar en cuentas las diferencias ya no solamente entre satanismo y luciferismo, sino que también hay vertientes de satanismo teísta y gnóstico, con cierta aproximación al luciferismo, distinto del satanismo laveyano ateo, o del diabolismo.

Y así también hubo diversas aproximaciones a Lucifer, sea desde el luciferismo gnóstico, desde el cristianismo, desde el paganismo, o desde el satanismo.

En el paganismo por ej. existe la figura de Dianus Lucifer, o Lucifer como consorte de su hermana Diana, siendo un Dios romano precristiano, al que luego se le agregaron algunos elementos bíblicos o judeocristianos, dado que el mismo nombre, Lucifer, al haber sido incorporado como ya sabemos en el cristianismo en el rol adversario o enemigo, favoreció que se proyectaran o adjudicaran también elementos bíblicos sobre Dianus Lucifer.

En este contexto es en que surge o se ubica el personaje de Aristide Torchia, siendo al igual que Giordano Bruno, también en Italia, un seguidor practicante de la «vieja tradición» o Stregheria, siendo en tal sentido un Stregone.

La aparición en escena que Torchia describe de su «maestro», dada la apariencia y actuación humana, entregándole un libro, etc, pudiera en este contexto interpretarse como no haber sido una manifestación procedente de otro plano, sino más bien su propio maestro del clan de brujería al que pertenecía.

Siendo Torchia un brujo de un clan veneciano, un Stregone, debió tener por supuesto su maestro, brujo maestro que recibía el título de «Diavolo», como representante del «Dios cornudo», padre de la Stregheria, identificado en la antiguedad como Dianus Lucifer.

Se desprende también de esto, que en los casos de muchas brujas condenadas por la inquisición, las declaraciones hechas en cuanto a un «señor oscuro» al que obedecían, dada su apariencia y conducta «humana», bien pudo tratarse muchas veces de este maestro iniciador, o «Diavolo», tomado o interpretado literalmente en tal sentido por los inquisidores, aduciendo que se trataba del demonio.

Nuevamente, más allá del sentido atribuido en el sentido teológico y popular judeocristiano, «Diavolo» remite desde su misma etimología al significado de «El que divide o ataca», que en asociación con Lucifer, debemos considerarlo respecto a su antagonismo al Demiurgo, y no el diablo que comúnmente conocemos de la tradición cristiana.

En tal sentido Aristide Torchia dice en su invocación del libro de las nueve puertas: «Señor de los magos, Lucifer, sé tu mi Diavolo y por encima de mis tierras me empeñaré en tu servicio».

Es probable no obstante que en el culto de Stregheria que estamos considerando, no hubiera tal enfoque gnóstico que aquí estamos dando. No obstante, este antiguo culto tiene en sus orígenes un vínculo con la tradición de los misterios de Eleusis, que sabemos originalmente era una tradición gnóstica e Hiperbórea.

Hecha esta salvedad, donde es evidente la resignificación etimológica y conceptual que deben hacerse de tantos tapasignos para arribar al contexto original, continuemos adelante.

Deben así distinguirse claramente los aspectos tanto satánicos como por otra parte los elementos luciferinos que aparecen, sea en la obra de Pérez Reverte, «El club Dumas», como en diferentes versiones que circulan respecto al Delomelanicon y las nueve puertas.

Recapitulando, un Delomelanicon griego en Egipto, Alejandría, es traducido al latín, en dos versiones distintas, «De Tenebrarum Regis Novem Portis» y «De Umbrarum Regni Novem Portis», a modo de recensión, donde se efectuaron cambios, omisiones y agregados.

Estas dos versiones pasan a través del tiempo por el poder sinárquico de los templarios, luego a Roger Bacon, quien agrega las nueve ilustraciones a «De Tenebrarum Regis Novem Portis», y posteriormente el texto íntegro, ya adulterado a esta altura, llegó a Giordano Bruno, quien editó ambas versiones en un mismo libro, agregándole los frontispicios en cada versión, además de las respectivas introducciones intituladas «Las imágenes».

Es así como posteriormente llega el texto a Aristide Torchia. Se dice que contaba con el Delomelanicon original, más las ilustraciones de Roger Bacon, y el frontispicio (que sabemos por el ocultista y adepto Ripel, fue diseñado por Giordano Bruno) indican más bien que contaba con la versión «Tenebrarum Regis Novem Portis».

También debió contar con «De Umbrarum Regni Novem Portis», como lo sugiere la inclusión en su libro «Las nueve puertas», de rituales y prácticas de magia en relación a deidades lovecraftianas, es decir muy anteriores al cristianismo, lo que se correlaciona con la figura histórica de Giordano Bruno (en quien se basó el personaje de Torchia), que siendo un brujo por tradición familiar, mantenía en consecuencia un respeto y valoración de los Dioses romanos, es decir divinidades precristianas de su propia psicoregión.

Se aprecia así una correlación análoga entre Giordano Bruno y Aristide Torchia, que indica por un lado la posesión del conocimiento oculto por parte de Giordano Bruno, a la vez que la trama en la ficción sugiere que Aristide Torchia también debía contar con el texto «De Umbrarum Regni Novem Portis».

Recordemos que estamos simultáneamente tanto considerando la línea ficticia argumental de «El club Dumas», y el film de Polanski, desde diferentes ángulos y posibilidades, así como el trasfondo histórico real, con todo el despliegue en lo que concierne a las antiguas tradiciones, gnosticismo, paganismo, luciferismo, satanismo y cristianismo, según el conocimiento haya sido opacado y ocultado, o reflotado en determinados contextos.

Más allá del ocultamiento, persecución y desaparición de muchos ejemplares en el transcurso del tiempo de «Las nueve puertas», análogo al Necronomicon como ya se ha comentado, se dice que a comienzos de los años 30, Aleister Crowley hizo traducir una edición en latín al italiano, a su discípulo Bruno Di Angelo, guardando luego secretamente la traducción.

Lo que aquí se sugiere claramente es que Aleister Crowley fue uno de los depositarios y receptores de este antiguo conocimiento prohibido, independientemente y al margen de sus seguidores, aunque resulta ampliamente rescatable la figura de Kenneth Grant.

En 1999 Juan López de Rojas (y algunos dicen que se refiere en realidad al satanista entonces, Gabriel López de Rojas) lo traduce al español, siendo editado por José Cadaveria, más se trata de una edición acotada, con orientación en sus rituales y enfoque al satanismo laveyano. Con lo que es un ejemplo de como el conocimiento original es a veces trastocado y manipulado.

Aparece posteriormente una extraña versión en la web, «Las nueve puertas-Fragmentos», con alguna información adicional, que el libro traducido por López de Rojas no tiene, más manteniendo el enfoque claramente satanista.
En 2015 Frank Ripel publica su «Delomelanicon-El libro de las nueve puertas-«, del que se ha comentado previamente, comprendiendo los textos «De Tenebrarum Regis» y «De Umbrarum Regni».

Una versión ampliada de la de López de Rojas, y mejor desarrollada, es publicada por Gerardo Navarro Nemónico en 2021.

Y así tenemos, que del Delomelanicon original, su contenido ha sido muy manipulado a través del tiempo, pudiéndose no obstante, desde la facultad de Anamnesia y mediante la Minne, extraer la configuración gnóstico-luciferina, disponiendo a tal efecto de las claves del conocimiento que aporta la Sabiduría Hiperbórea.

Un punto interesante de acotar, es que el latín que se aprecia en las versiones actuales que circulan de «Las nueve puertas», no es el latín que correspondería a la época de Aristide Torchia, sino más bien un latín más tosco, bárbaro, lo que indica claramente las adulteraciones de que fue objeto el texto en el transcurso del tiempo.
Sabemos, como ya se ha mencionado previamente, la inclusión de cierto «pacto» que aparece en el libro de «Las nueve puertas». Y hemos comentado el sentido o propósito de su inclusión en tal libro previamente.

Más en lo concerniente a las fuentes, comparemos el supuesto pacto que menciona el texto de Aristide Torchia, con el de Urbain Grandier, personaje histórico condenado a muerte por la inquisición.

Este es el pacto mencionado en el libro que transcribe Aristide Torchia:

«Aceptarás el pacto de alianza que te ofrezco, entregándome a ti. Y me
prometerás el amor de las mujeres y la flor de las doncellas, el honor de
las monjas, las dignidades, los placeres y riquezas de los poderosos,
príncipes y eclesiásticos. Fornicaré cada tres días y la embriaguez me
será gustosa. Una vez cada año te ofreceré homenaje de confirmación de
este contrato firmado con mi sangre. Hollaré con los pies los sacramentos
de la iglesia y te dirigiré oraciones. No temeré la cuerda, ni el hierro, ni el
veneno. Pasaré entre apestados y leprosos sin mancillar mi carne. Pero
sobre todo poseeré el Conocimiento, por el que mis primeros padres
renunciaron al paraíso. En virtud de este pacto me borrarás del libro de la
vida para apuntarme en el libro negro de la muerte. Y desde ahora viviré
veinte años feliz en la tierra de los hombres. Y luego iré contigo, a tu
Reino, a maldecir a Dios.»

Y resulta evidente de dónde tomó la idea Pérez Reverte, si leemos el pacto efectuado por Urbain Grandier. Aún más si se toma en cuenta la enemistad del cardenal Richelieu con Grandier, ya que Richelieu es un personaje clave también en «El club Dumas» de Pérez Reverte, aunque no en relación a la historia de las nueve puertas, sino en su otra historia simultánea del vino de Anjou, en el mismo libro.

Y nótese la mención y confusión de Lucifer junto a Satanás y otros nombres, propio de grimorios y prácticas de un diabolismo renacentista:

«Nosotros, el influyente Lucifer, el joven Satanás, Belcebú, Leviatán, Elimi y Astaroth, junto con otros, hemos aceptado hoy el Pacto de Alianza de Urbain Grandier, que es nuestro. Y a él le prometemos el amor de las mujeres, la flor de las vírgenes, el respeto de los monarcas, los honores, las lujurias y los poderes.

Se irá de putas durante tres días; el carrusel será muy querido por él. Nos ofrece una vez en el año un sello de sangre, bajo los pies pisoteará las cosas santas de la iglesia y nos hará muchas preguntas; con este pacto vivirá veinte años feliz en la tierra de los hombres, y más tarde se unirá a nosotros para pecar contra Dios.
Atado en el infierno, en el consejo de los demonios.

Lucifer, Belcebú, Satán, Astaroth, Leviatán, Elimi. Los sellos colocan en lugar supremo al Diablo, el Amo, y a los demonios, príncipes del Señor.
Baalberith, escriba.»

Al margen de la explicación que previamente se ha dado sobre la mención de este pacto a modo de prueba y desorientación según sea el caso del Virya, bien pudo tratarse también de una interpolación posterior, efectuada por algún satanista que haya tenido en sus manos el libro de «Las nueve puertas».

Incluso, puede alguien sostener que en algún momento el libro llegó a manos de Urbain Grandier, quien volcó allí por escrito su propio pacto, o que Aristide Torchia tuvo acceso a los archivos de Loudun, y encontrando el registro inquisitorial del pacto de Grandier, decidiese por alguna razón incluirlo en su libro.

Considerando estas diversas posibilidades ficticias, según uno u otro caso, lo concreto aquí es como a veces se mezclan y solapan confundiéndose, escritos de contenido luciferino y satanista.

También puede tomarse como ejemplo de alguien que siguiendo la senda luciferina, luego se desvíe hacia el satanismo.

Esto es característico asimismo en muchos tratados y grimorios, donde antiguos nombres iniciáticos, y de divinidades paganas precristianas, son reemplazados luego por nombres de demonios y potestades infernales bajo el paradigma judeocristiano.

En «El Club Dumas» se advierte cierta concepción respecto a Lucifer un tanto limitada y acotada, en relación a la comprensión Hiperbórea.

Si bien en esta novela se presenta a Lucifer bajo el aspecto de una mujer, el análisis aquí resulta válido desde la consideración gnóstica.

Por otro lado recordemos que si hablamos de una expresión femenina de Lucifer, esto remite a Lilith, con lo que se podría hacer un doble análisis, más como el referente en la novela es Lucifer, sobre Lucifer se realizarán los comentarios.

Consideremos algunas escenas de la novela, como la siguiente secuencia:

«Corso buscó en los bolsillos del gabán hasta tocar su arrugado
paquete de cigarrillos. Sólo quedaba uno dentro; lo sacó para mirarlo
indeciso, sin terminar de llevárselo a la boca, hasta que lo devolvió a
su sitio. Quizá necesitara fumar más tarde. Seguro que sí.
-Tú lo sabías todo desde el principio -dijo-. Eran dos historias
sin relación ninguna; por eso nunca te importó la variante Dumas… Milady,
Rochefort, Richelieu, no eran sino comparsas para ti. Ahora entiendo
tu desconcertante pasividad; debías de aburrirte horrores.
Pasabas las páginas de tus Mosqueteros, dejándome jugar sobre casillas
incorrectas…
Ella miraba a través del parabrisas la ciudad velada de bruma
azul. Inició el gesto de alzar una mano para afirmar un argumento,
pero optó por dejarla caer, como si lo que estaba a punto de decir
fuera inútil.
-Apenas podía hacer otra cosa que acompañarte -respondió al
cabo-. Cada uno debe recorrer ciertos caminos solo. ¿Nunca oíste
hablar del libre albedrío?.. -su sonrisa era triste-. Algunos pagamos
por él un precio muy alto.»

Aquí se reproduce el mito cristiano de la caída de Lucifer, donde si bien se valoriza en cierto modo el «libre albedrío», se considera esta actitud como responsable de cierta «caída» hallándose en falta frente a Dios.

Y dado que en términos teológicos el libre albedrío está planteado como una disyuntiva entre mantenerse sumiso y leal frente al Demiurgo o rechazarlo, y en el caso de su desobediencia o rechazo (ejemplificado por el mito bíblico del edén, y también de la «caída de Lucifer») esto trae aparejado la miseria y el mal del mundo, esta doctrina lleva a la aceptación de la sumisión y servidumbre respecto al Demiurgo, inculcando el temor y la culpa como grilletes para mantener sujeto al Virya. Y en el caso del Virya rebelde, demonizarlo como un adherente del mal.

En el film también se insinúa sutilmente este mito, cuando luego que aparece la mujer en motocicleta para ayudar a Corso frente al sorpresivo ataque de Bruno, al ella alejarse deja tras de si una pluma color blanco. Símbolo emblemático de «las plumas» que el ángel caído ha perdido.

Mediante este mito también se busca «tapasignar» el Mythos original de Lucifer, y habiendo revertido ciertos conceptos (Como el creador en vez del Incognoscible, Jehová (Satanás) en vez de Kristo Lucifer, o el alma en vez del espíritu), lo que se busca aquí es ocultar que la verdadera traición al espíritu es obra del Demiurgo y los Siddhas traidores, y la gesta de Lucifer como liberador, es «castigada» adjudicándole el rol de rebelde y desobediente frente a Dios.

Si bien según la mitología clásica, se ha mantenido la asociación etimológica de Lucifer con Venus, el rol de Venus por otra parte ha quedado atenuado, considerándose a Venus/Afrodita como Diosa del amor, ocultando/tapasignando así tanto el carácter guerrero de Lucifer (de hecho culturalmente se asocia y contrapone el amor de Venus con la guerra de Marte) como el A-mort.


No obstante esto, se reconoce el vínculo venusino-luciferino en cierta medida. Lo que se omite y oculta deliberadamente, es el rol iniciático luciferino de Venus (tema que merece un estudio aparte), y que Lucifer se halla detrás de Venus, irradiando como sol negro!

Y continúa la «humanización» de Lucifer, en la novela de Pérez Reverte como aquí se aprecia:

-«Pues no siempre estabas al margen. Aquella noche, en los muelles
del Sena… ¿Por qué me ayudaste contra Rochefort?
La vio tocar la bolsa de lona con un pie desnudo.
-Pretendía robar el manuscrito Dumas; pero también estaban
dentro Las Nueve Puertas. Quise evitar interferencias estúpidas -se
encogió de hombros-… Además, no me gustó que te pegara.
-¿Y en Sintra? Me avisaste de lo de Fargas.
-Claro. Estaba el libro de por medio.
-Y la clave de la cita de Meung…
-No sabía nada de eso; me limité a deducirlo de la novela.
Corso hizo una mueca desagradable.
-Os creía omniscientes.
-Pues te equivocas -ahora lo miraba irritada-. Tampoco sé por
qué te diriges a mí en plural. Hace mucho que estoy sola.
Siglos, tuvo la certeza Corso. Siglos de soledad; no era posible
engañarse sobre eso. La había abrazado desnuda, perdiéndose en la
claridad de sus ojos. Estuvo dentro de aquel cuerpo, saboreó su piel,
sintió en los labios la pulsación suave de su cuello; oyéndola gemir
quedamente, niña asustada o ángel caído y solitario en busca de calor.
Y la había visto dormir con los puños apretados, angustiada por pesadillas
de arcángeles rubios y relucientes en sus armaduras, implacables,
dogmáticos como el mismo Dios que les hacía marcar el paso de
la oca.»

Esta consideración de Lucifer como no siendo omnisciente, rechaza de plano su status como Dios. Ciertamente, para el cristianismo se trata de un ángel rebelde y no más que eso, concebido también como un ser creado por el Demiurgo.

Y aún más, incluso el mito cristiano habla de una rebelión de una tercera parte de los ángeles, «liderados por Lucero». Más aquí se menciona una condena solitaria y aislada, donde Lucifer se halla soportando una condena triste y silenciosa, en el ostracismo.

Se oculta así también que Lucifer no batalló solo en época de la Atlántida, que otros Siddhas le han asistido y asisten en su misión (obviamente considerados como «demonios» por la tradición demiúrgica), y esencialmente que la joya o esmeralda de su corona, el Graal, continua irradiando su luminosidad, el rayo verde, para orientar y liberar hasta el último de los Viryas perdidos en este mundo.

No obstante, se acierta también en considerar como «dogmáticos» a los acólitos del Demiurgo, «ángeles» (Siddhas traidores aquí y arcontes demiúrgicos).

La referencia muy acertada que da Corso, de la misteriosa mujer como asistiendo pasiva y «aburridamente» a una trama (la concerniente al libro «El vino de Anjou» en la novela), en tanto su verdadero interés estaba en el libro de las nueve puertas y la guía y orientación de Corso en tal sentido, refleja y connota oblicuamente la doble naturaleza del Virya, es decir, por un lado la esencia animalesca/instintiva y anímica, propia del Pasú, y por otro lado el legado espiritual del símbolo del Origen, desde la cual debe orientarse.

Y respecto a aquel ancestral combate perdido en la noche de los tiempos, de los dos bandos, con Lucifer a la cabeza de los Siddhas leales, se ha referido lo siguiente, evidentemente bajo la mascarada y confusión cultural/mítica:
«¿Cuándo ocurrió?
-Hace más tiempo del que puedes concebir. Y fue muy duro. Peleé
cien días y cien noches sin cuartel ni esperanza… -una sonrisa suave,
apenas perceptible, apuntó en un extremo de su boca-.
Ése es mi único orgullo, Corso: haber luchado hasta el final. Retrocedí
sin volver la espalda, entre otros que también caían de lo alto,
ronca de gritar mi coraje, el miedo y la fatiga… Por fin me vi, después
de la batalla, caminando por un páramo desolado; tan sola como fría
es la eternidad… Todavía, a veces, encuentro una señal del combate, o
un antiguo compañero que cruza por mi lado sin atreverse a levantar
los ojos.»

Aquí si bien se ensalza el valor heroico de la lucha y el combate por una causa justa, al mismo tiempo se indica que «los antiguos compañeros» (léase Siddhas Kamaradas del combate luciferino en la Atlántida), mantienen cierta «vergüenza o temor», pasando a su lado «sin atreverse a levantar los ojos.». Por lo que hay cierta ambigüedad en lo relatado.

Resulta evidente, según se desprende de una atenta lectura de «El Club Dumas» bajo la comprensión Hiperbórea gnóstica luciferina, que hay algunos elementos indudablemente gnósticos, captados desde la Minne.

En tanto otros, reflejan más bien una comprensión demiúrgica basada en los mitos y arquetipos estructurados a nivel micro y macrocósmico. Lo cual no impide que en ocasiones, a partir de la Minne, y dependiendo de la pureza de sangre astral, salgan a flote elementos Hiperbóreos.

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