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Interpretación gnóstica luciférica hiperbórea de las Nueve Puertas del Reino de las Sombras – Tercera parte –

Por Christian C.

En El club Dumas, libro que aporta -como suele ocurrir- más información que la película, se explica que el Dragón «duerme con los ojos abiertos y es el espejo del conocimiento». Esto nos remite nuevamente a la etimología de Draco o dragón, que más allá de su significado en griego como serpiente, deriva de Derkei, significando «El de buena y larga vista», aludiendo precisamente a la visión profunda y de largo alcance del dragón, que tiene su correspondencia anatómico-fisiológica en el ojo de la serpiente siempre abierto.

Tras una pelea con Bruno, el matón de la viuda Liana, Corso presenta un aspecto en que uno de sus lentes está roto y el otro entero, presentando así el simbolismo del ojo abierto (o por abrirse en este caso) del iniciado. Puede apreciarse así a Corso con el lente roto del ojo derecho, pareciendo el cristal una «estrella», quedando así con mayor resalte el ojo izquierdo. El «ojo del sendero siniestro o de la vía izquierda». Este es «el ojo siempre abierto de la serpiente», el ojo del dragón, alineado con «la estrella venusina» luciferina, figurada en el cristal roto aledaño.

Incluso posteriormente, cuando la mujer de ojos verdes unge a Corso con su sangre, hay una escena en que Corso está conversando por teléfono con Balkan, reluciendo todavía el kalas rojo en su rostro (recordemos era un tridente, o runa Guibur), con su lente derecho en forma de estrella, y destacándose su ojo izquierdo. Estos tres símbolos combinados connotan el significado que a través de la runa conducente Guibur se obtiene la orientación del norte luciferino, mediante la sabiduría de la serpiente. Y recordemos que cuando la mujer que acompaña a Corso lo hace subir a un descapotable rojo, el auto es un Dodge Viper… Es decir «víbora», no siendo casual sino también muy significativo el color rojo.

Este Dragón de la sabiduría, Lucifer, se halla oculto tras ocho precedentes puertas. Ocho más una puertas, accediendo a donde se halla el Dragón, que custodia el secreto último. El secreto del Delomelanicon y Las nueve puertas, radica en una oculta combinación de las láminas con sus leyendas respectivas, que permite acceder mediante cierta secuencia ritualística desplegada, a la palabra oculta, el nombre secreto de Lucifer, haciéndose presente tras su evocación.

La baronesa le cuenta a Corso que logró descifrar cierto texto en latín de Las nueve puertas, traduciéndolo con el siguiente significado:

«Es el animal ouróboro el que circunda el laberinto
donde atravesarás ocho puertas antes del dragón
que acude al enigma de la palabra.
Cada puerta tiene dos llaves;
la primera es aire y la segunda materia,
pero ambas son la misma cosa.
Situarás la materia en la Piel de la serpiente
en el sentido de la luz de levante,
y en su vientre el sello de Saturno.
Abrirás el sello nueve veces,
y cuando el espejo refleje el camino
obtendrás la palabra perdida
que trae la luz de las tinieblas»

Se trata, según explica también la baronesa y más adelante Varo Borja, de ordenar determinadas palabras clave en torno al «espacio ritual» creado a tal fin. Cada lámina proporciona un elemento, un número y una palabra clave, que Varo Borja logra descubrir, exponiendo esto a un expectante Corso. Las dos llaves, «primera aire y la segunda materia», representan aquí por un lado una doble resignación «de lo alto y lo bajo» demiúrgico, y por otro lado, desde un nivel de significación diferente, una llave resigna lo demiúrgico, en tanto la otra abre la puerta iniciática en cuestión.

«Situarás la materia en la piel de la serpiente» significa ir colocando en determinado orden (en el sentido de la luz del levante) los elementos sobre el espacio ritual. El sello de Saturno es un cuadrado mágico de nueve casillas, donde los números dispuestos, si se suman en cualquiera de las tres filas o columnas, o en diagonal, siempre dan como resultado 15, que se sintetiza en el 6. Al haber tres filas de tres casillas, la suma de cada fila y columna separadamente, permite situar el 666 en cada lado del cuadrado.

El triple seis (666), entre otros significados y simbolismos era el número mágico de Ishtar/Afrodita/Venus en la antigüedad, y se comprende la razón de su demonización por parte de la Iglesia. Sin entrar aquí en un análisis pormenorizado del 666, lo cual requeriría otro estudio aparte, tan sólo mencionemos que en la famosa y clásica representación de la Diosa Ishtar, tanto los dedos de sus pies como los de los dos búhos que hay uno a cada lado suyo, son 6. Es decir tres veces 6, o 666.

Continuando con el sello de Saturno, si sumamos tres 6, tenemos 18, que a su vez se sintetiza en un 9. Y si tomamos un 9 por cada lado del cuadrado, más otros dos 9, tomando en cuenta la suma de números dos veces en diagonal que pueden efectuarse en el interior del cuadrado a través de las casillas, con la misma operatoria de reducción, tendremos entonces seis 9. Si multiplicamos 6 x 9, nos da 54, que se sintetiza a su vez en un 9 nuevamente. La novena puerta…

Luego, «Abrirás el sello nueve veces», significa colocar las palabras obtenidas en cada casilla, lo que como último paso, siendo reflejado en un espejo, revela la palabra oculta o nombre secreto. Resulta de lo más interesante que el sello de Saturno se sitúe en el vientre de la serpiente en este ritual. Saturno representa a Cronos, el tiempo demiúrgico, y al propio Demiurgo. No obstante su sello es resignado por la serpiente, desde la clave numérica del 666 (número encriptado en el sello de Saturno, que contiene la clave de su resignación, y la salida del laberinto), siendo luego los números sustituidos por las palabras derivadas de las nueve láminas o grabados.

Según el desciframiento y anotaciones que realiza Varo Borja, las palabras obtenidas y traducidas del latín, reflejadas en un espejo dan como lectura las siguientes sentencias:
Así me entrego
Así me libero
Así me condeno

Desde nuestra consideración luciferina gnóstica, la entrega representa la actitud heroica de valor del Virya despierto, entregado a la batalla desde el furor de la sangre. Luego, la liberación es por supuesto del espíritu, y la condenación del alma.

Como dato complementario de esto, se aprecia que en el film, Boris Balkan logra descifrar ciertos pasos en la senda de las nueve puertas a través de las diferentes láminas como sigue:

«Viajar en silencio por un camino tortuoso.
Hacer frente al infortunio y no temer ni a la soga ni a la muerte.
Jugar al mayor de los juegos y ganar sin sacrificar nada es burlarse del destino y lograr al fin la llave que abrirá la novena puerta»

Pese a que Balkan «cree» tener en sus manos la clave del misterio, toda esta dificultosa senda que Balkan acaba de mencionar, ha sido transitada no por él sino por Corso! Aunque debemos puntualizar que en el caso de Corso, hubo ciertamente cierto «sacrificio», por todas las pruebas y riesgos que afrontó. Uno de los grabados de hecho, el sexto, donde aparece «el colgado», escenifica justamente el sacrificio necesario en la senda de las nueve puertas, hallándose (más allá del significado esotérico desarrollado previamente), estar «con los pies para arriba y la cabeza hacia abajo», como se dice comúnmente, en relación al mundo. «Burlarse del destino» significa aquí evadir y sortear el designio demiúrgico, asumiendo desde lo luciferino la AGL, o Actitud Graciosa Luciférica. El orden en que Balkan reúne y enumera los nueve grabados es: 1, 4, 3, 6, 7, 5, 8, 2, 9, números que sumados nos dan 45, número que sumando 4 y 5 se sintetiza nuevamente en el 9.

Se destacan también tanto en la película como en el libro, la mención de libros sobre ocultismo y demonología. En La novena puerta tenemos que cuando Balkan está dando su conferencia, menciona dos libros: Demonomanie des sorciers de Nicolas Remy, y Compendium Maleficarum de Francesco Maria Guazzo. Balkan además permite apreciar posteriormente su biblioteca personal a Corso, donde no se muestra ni especifica ningún título. No obstante, en El club Dumas, Varo Borja (el equivalente en este contexto del Balkan de la película), cuando le muestra su biblioteca a Corso, se aprecian dos libros también muy conocidos. Por un lado la Esteganografía del abad Trittemius, publicada en 1499, y luego Deux livres De la hayne de Sathan de Pierre Crespet, obra publicada en 1590. Se trata este último de dos libros, uno acerca de hechizos y conjuros trabajando con demonios, y el segundo sobre fórmulas para remediar los males de que trata el primer libro.

Resulta interesante recordar que la Esteganografía del abad Trithemius fue utilizada por John Dee, y es mencionada en Historia secreta de la Thulegesellschaft por Nimrod de Rosario. La Esteganografía se destaca por el conocimiento oculto, siendo una obra maestra en criptografía, arte que John Dee dominaba perfectamente. Esta forma cifrada, es decir velada, de presentar el conocimiento oculto, es característica de los grimorios medievales, tanto por discreción necesaria frente a los ojos inquisitoriales de la Iglesia, como un velo necesario frente a los no iniciados. Y esa es justamente una de las artimañas que se presentan en los ejemplares de Las nueve puertas que Corso investiga, hallándose el secreto de los nueve grabados oculto entre los tres ejemplares disponibles, a modo de código cifrado entre las figuras y las leyendas en latín que les acompañan, también en un latín cifrado.

En la colección privada de Victor Fargas, Corso también puede atestiguar la presencia de auténticas joyas del ocultismo, como Diccionario infernal de Jacques de Plancy (1818), Oedipus Aegyptiacus de Athanasius Kircher (1562-1564), Compendio De Secreti sobre medicina y alquimia de Leonardo Fiovaranti, y The book of wonders de Hassan Esfahani (1400), sobre astronomía, astrología y geomancia. En la inmensa biblioteca de la baronesa le son presentadas a modo de ejemplo asimismo algunas obras clásicas de ocultismo como Demoniality or Incubi and succubi de Ludovico Sinistrari, Compendium maleficarum de Francesco Guazzo (1608), el cual también poseía Balkan, Demonolatry de Nicholas Remy (1595), y el tristemente célebre Malleus malleficarum de Sprenger y Kramer (1486). Se le atribuye a la baronesa la autoría del libro Isis: la virgen desnuda, libro condenado por el Vaticano, lo cual es sin lugar a dudas un guiño o alusión a Isis sin velo de Madame Blavatsky.

Las nueve puertas, como muchos otros grimorios, contiene cierta trampa como «filtro» para quienes, como muchos Viryas desorientados, desde la aproximación a Lucifer, buscan o anteponen a la liberación toda clase de placeres del mundo. Así entramos en materia de los famosos «pactos con el diablo», lo cual requiere algunas aclaraciones desde la consideración luciferina gnóstica. En primer lugar, desde ya que la oposición a los mandatos religiosos demiúrgicos, en la aproximación a Lucifer, es desde ya un buen inicio. Más, si se carece de la orientación gnóstica requerida y pureza de sangre, puede entonces, como muchos Viryas desorientados, caerse en el error de confundir a Lucifer con Satán, sin comprender la esencia y objetivo del luciferismo. Desde ya que rechazar y ofrecer el alma a cambio de algo, desde la comprensión gnóstica no representa un problema, conociendo la esencia demiúrgica del alma. Más lo que sí debe tenerse en cuenta, es que ese «ofrecimiento y condenación» del alma, debiera ser en aras de un beneficio de algo superior al alma, es decir el espíritu y su liberación, y no meros bienes mundanos, como fama y poder en el mundo de la materia, logros todos inútiles en cuanto a la liberación se refiere.

En tal sentido, desde el luciferismo, el «pacto de sangre» es un reconocimiento de la alianza con Lucifer, desde la propia esencia de la sangre y su reminiscencia del Origen, más que el clásico procedimiento de verter gotas de sangre propia en un pergamino, o firmarlo con sangre, todas cuestiones que pierden de vista el objetivo último de la liberación. Por otro lado Lucifer no tiene interés en el alma de nadie, siendo una esencia demiúrgica. Por lo que en todo caso, se trata de un «ofrecimiento figurado», en cuanto que el Virya deja atrás esa esencia demiúrgica, «quemada en el fuego luciferino», y por supuesto condenada a los ojos del Demiurgo, no habiendo logrado la esperada entelequia monádica. Más allá de todo esto, desde ya que un Virya orientado puede también aprovechar los bienes y placeres del mundo, según el contexto de su estrategia, y no representa problema alguno en tanto permanezca fijo en la orientación de su norte luciferino.

Así, como se mencionó previamente, aparece una parte de Las nueve puertas, traducida por la baronesa, citada en El club Dumas, donde se presenta el ofrecimiento de un pacto o alianza como sigue:

«Aceptarás el pacto de alianza que te ofrezco, entregándome a ti. Y me
prometerás el amor de las mujeres y la flor de las doncellas, el honor de
las monjas, las dignidades, los placeres y riquezas de los poderosos,
príncipes y eclesiásticos. Fornicaré cada tres días y la embriaguez me
será gustosa. Una vez cada año te ofreceré homenaje de confirmación de
este contrato firmado con mi sangre. Hollaré con los pies los sacramentos
de la iglesia y te dirigiré oraciones. No temeré la cuerda, ni el hierro, ni el
veneno. Pasaré entre apestados y leprosos sin mancillar mi carne. Pero
sobre todo poseeré el Conocimiento, por el que mis primeros padres
renunciaron al paraíso. En virtud de este pacto me borrarás del libro de la
vida para apuntarme en el libro negro de la muerte. Y desde ahora viviré
veinte años feliz en la tierra de los hombres. Y luego iré contigo, a tu
Reino, a maldecir a Dios»

Y esto actúa a modo de filtro para el Virya no resuelto en cuanto a la liberación, que procura toda clase de bienes y placeres del mundo. Más al mismo tiempo se deja en claro, que tras todos esos beneficios el logro último es entrar en el reino luciferino, rechazando al Demiurgo o Dios de este mundo. La gradación o secuencia que se presenta es la del disfrute de mujeres y opulencia, pacto afianzado desde la sangre, y rechazo del sistema religioso demiúrgico, remitiéndose no al Demiurgo sino a Lucifer. Simultáneamente o en paralelo se está aludiendo también a cierto Virya orientado, con fuerza y valor en la sangre, dado que se dice: «No temeré la cuerda, ni el hierro, ni el veneno. Pasaré entre apestados y leprosos sin mancillar mi carne».

Luego continúa diciendo: «Pero sobre todo poseeré el Conocimiento, por el que mis primeros padres renunciaron al paraíso. En virtud de este pacto me borrarás del libro de la vida para apuntarme en el libro negro de la muerte». Es decir que más allá de los logros mundanos anteriores, se enfatiza el conocimiento ofrecido por la Serpiente en el edén, el fruto prohibido de la Gnosis, que ocasionó la expulsión de Adán y Eva del paraíso por el Demiurgo. Y así se busca figurar no entre los seguidores entelequiados del Demiurgo en el libro de la vida, sino en el bando de Lucifer, figurando por contrapartida en el libro de la muerte. Los veinte años feliz en este mundo, significa por un lado que el Virya orientado ya no es presa del sufrimiento y miseria anímica, y por otro lado los «veinte años» son una representación simbólica de la estancia temporal de la vida en este mundo, accediendo luego al reino luciferino.

Resultan interesantes también los sitios en que se filma La novena puerta. Más allá de las nueve puertas que efectivamente Corso (Johnny Depp) cruza en el transcurso de todo el film, los sitios a veces son muy emblemáticos. Por un lado Polanski, debido a sus vínculos con gente poderosa del mundo del cine y el espectáculo (ámbito controlado completamente por la sinarquía) incluyó sitios vinculados a templarios y masones. Por ej. la casa de Victor Fargas en Portugal, se trata del «Chalet Biester», que abunda en simbolismo masónico y templario, particularmente su capilla, y habiendo allí también una cámara subterránea destinada a rituales ocultistas, tratando de emular los ritos del antiguo Egipto.

Haciendo un recorrido de estos lugares emblemáticos, no puede dejarse de mencionar la mansión donde se desarrolla toda la escena de Liana Telfer conduciendo su ceremonia, durante el encuentro anual de los miembros de la orden «Serpiente de plata». Este sitio es el Château de Ferrières en Seine-et-Marne, en las afueras de París, hecho construir en 1859 por James de Rostchild.

Todo esto puede interpretarse de distintas maneras. O bien para abordar toda la temática que expuso, Polanski debió pagar el precio requerido por la sinarquía, como ya se apuntó antes, haciendo cierto homenaje a esos sitios, o también por otro lado, si tomamos en cuenta la trama de la historia, son «puertas» que deben ir atravesándose y dejándose atrás, hasta arribar a la definitiva, la última y novena puerta, donde se produce la transmutación. Es de hecho en el castillo cátaro de Puivert donde Corso accede finalmente a la novena puerta. No fue Victor Fargas en su mansión del palacio Biester, ni Liana Telfer con su ritual en el Château de Ferrières quienes lograron el éxito del ritual con el libro Las nueve puertas, sino Corso, tras toda una senda iniciática, quien en el castillo de Puivert logra cruzar la novena puerta. Con esto Polanski deja implícito, pese a la inclusión de sitios de corte masónico y templario, la superioridad luciferina cátara del Puivert.

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