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Las Tres Iniciaciones Hiperbóreas

Por Christian C.

En su libro «La religión prohibida», el profesor Herrou Aragón menciona la importante distinción entre las iniciaciones del alma y las iniciaciones del espíritu. En concreto, en el capítulo 21, «La iniciación», se refiere lo siguiente:

«Todo hombre, tarde o temprano deberá optar por uno de los dos únicos caminos, opuestos e irreconciliables, que existen para él: la realización de su alma o la realización de su Espíritu. No hay una tercera posibilidad. El camino de la mano derecha, hacia el demiurgo, a través del perfeccionamiento del alma, o el Camino de la Mano Izquierda, hacia el Incognoscible, a través de la liberación del Espíritu. El alma o el Espíritu son lo que constituye la meta u objetivo particular de una iniciación, y por ello sólo existen iniciaciones del alma e iniciaciones del Espíritu. Ambas tienen por finalidad facilitar el acceso del aspirante hacia el destino escogido por él».

Es decir que puede accederse a un medio iniciático, bien sea para la consecución entelequial del alma, o en aras de la liberación del espíritu.

Estos conceptos requieren primeramente de la aclaración y distinción preliminar entre alma y espíritu. El alma como tal, es la expresión del sujeto anímico en un Microcosmos, siendo una extensión de la Mónada, a su vez emanada por el Demiurgo.

Mediante sucesivas vidas y experiencias, la Mónada a través del alma, acumula un desarrollo evolutivo, que se inicia en cada nacimiento y concluye con la muerte o disolución orgánica del Microcosmos, siendo retraída el alma en la Mónada, para luego volver a manifestarse su proyección en un nuevo Microcosmos, y así sucesivamente, hasta el punto culminante, la entelequia.

Por otro lado el espíritu es una fuerza volitiva pura, siendo eterno, innaciente e inmutable. Y su reflejo o hipóstasis en el Microcosmos, confundiéndose con el sujeto anímico, deviene en la manifestación del Yo perdido.

Las iniciaciones del alma, procuran, utilizando la fuerza volitiva del Yo (en su movimiento confuso en busca de orientación), la propulsión motora del sujeto anímico, expresión del alma en cada vida, para arribar a la entelequia.

En tanto la iniciación del espíritu tiene como objeto despertar al Yo primeramente de su extravío, y aislarlo del sujeto anímico.

El aislamiento de lo anímico, y siendo el Yo expresión de voluntad y valor del espíritu, presupone necesariamente la liberación del miedo como elemento humano propio del Pasú.

Más recordemos que el Virya perdido posee una doble naturaleza, que porta tanto elementos del Pasú como de Virya.

Esta clase de iniciaciones pueden ser conferidas o bien por un Siddha o Pontífice encarnado, o bien en «sueños» en el plano astral. 

Y desde ya, con el despertar y orientación apropiada, puede también efectuarse una auto-iniciación en aras de una instancia iniciática más profunda.

Estableciéndose claramente la distinción entre alma y espíritu (conceptos que se abordan también en otro capítulo de «La religión prohibida»), debe distinguirse luego cuáles iniciaciones no atañen al espíritu sino al alma.

Herrou Aragón aporta en tal sentido cuatro valiosas claves que permiten la discriminación necesaria: 

– Es común que se promueva la fusión del Yo en lo divino, la «luz infinita», un ser superior del que se considera se es parte bajo una concepción panteista, etc. El espíritu Hiperbóreo mantiene una individualidad propia y eterna. Por lo que su Yo, ontológicamente no puede fusionarse con ninguna otra divinidad ni entidad.

-En segundo lugar, la iniciación demiúrgica y sinárquica del alma propone esencialmente la aniquilación del Yo, considerándolo como negativo, y ofreciendo como solución la fusión con el Uno.

-En tercer lugar, siempre se enfatiza la iniciación como un medio para la evolución o desarrollo. Es decir la entelequia.

Y aquí debe quedar muy claro, que el espíritu en sí no evoluciona ni se desarrolla, ya que es eterno e inmutable.

Las escuelas sinárquicas, como la Teosofía y algunos rosacruces, que proponen el desarrollo evolutivo del ser, mantienen la confusión del espíritu con la Mónada.

Cuando la Mónada llega a su entelequia, el símbolo del Origen se escurre, quedando el Yo del Virya ya fuera de manifestación (al no haber símbolo del Origen, no hay ya donde se refleje) como es explicado en «Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea», y el Yo Infinito, aunque fuera del juego ilusorio al que estuvo expuesto durante eones, no tiene la orientación necesaria (el estado de reversión se mantiene), por lo que puede ser capturado nuevamente bajo una nueva proyección e hipóstasis de Yo perdido, para servir nuevamente a otra Mónada demiúrgica.

El Yo nunca debe ser aniquilado, sino fortalecido. Más la confusión sinárquica es tal, que tampoco hay una comprensión clara de qué es el Yo. El mismo psicoanálisis freudiano (bastión de la sinarquía) considera al Yo como de múltiples facetas, identificándolo con diferentes expresiones psíquicas, y desarrollándose a lo largo de toda la vida, mediando entre el «Ello» y el «Super Yo». Todos conceptos que suman confusión a la orientación del Virya.

Si desde el materialismo del psicoanálisis se mantiene tal aberración, desde las escuelas esotéricas sinárquicas se suma más confusión, al enseñar que el Yo en última instancia se remite a la Mónada, que debe evolucionar a través del tiempo.

Otras variantes esotérico-religiosas consideran que el Yo es una ilusión que debe apagarse, o bien asimilarse en una esencia indiferenciada, etc.

Todas desorientaciones para el Virya que busca salir de la ciénaga del materialismo, impidiéndole que obtenga la Gnosis luciferina.

– Y en cuarto lugar, las iniciaciones sinárquicas promueven valores como el humanismo, el amor, la piedad, etc, que no hacen sino sumir al Virya en la ilusión, sin advertir la terrible realidad en que se halla.

Con la anterior orientación, resulta claro advertir cuáles son las iniciaciones del espíritu procurando su liberación.

Por lo general son tres iniciaciones, o tres instancias, que bien pueden corresponderse con la secuencia de Nigredo, Albedo y Rubedo de la alquimia.

No obstante, cada caso es personal e individual, siendo la iniciación por lo tanto también personal. Pese a esto, hay una ruta iniciática por la que el Yo debe transitar, que se efectúa en tres secuencias.

Ahora bien, en consideración de la iniciación que confiere el aislamiento del Yo del sujeto anímico, consideremos la experiencia narrada por el profesor Herrou Aragón en el citado libro, «La religión prohibida».

Puede aquí advertirse una misma experiencia iniciática en tres secuencias, que en sí pueden ser consideradas como 3 iniciaciones.

La primer instancia aconteció de la siguiente forma, según lo referido por el profesor:

«Una noche, en que había estado leyendo el libro “El rostro verde”, de Gustav Meyrink, antes de dormirme repetí mentalmente varias veces “quiero la liberación de mi Espíritu”, durmiendome a continuación. Habría transcurrido media hora, cuando me despertó una potente luz. Yo permanecía con los ojos cerrados pero veía una gran luz, todo era luz para mí. Abrí lentamente los ojos y pude comprobar que esa intensa luz llenaba toda la habitación. Pensé que alguien había entrado en mi casa y había encendido las luces. Pero no, las luces estaban apagadas, esta era una luz diferente, una extraña luz que nunca había visto antes. Sin moverme, recorrí con la mirada toda la habitación y descubrí que se originaba en un rincón de la misma. Fluía desde allí un chorro de luz que ya había llenado la habitación, a borbotones, como una niebla luminosa que lo inundaba todo. Ante estos fenómenos debemos tratar de no asustarnos, recordando que el miedo no existe para el Espíritu. El Espíritu no teme a nada porque es indestructible, inmortal y eterno.»

Nótese aquí, que la lectura del libro «El rostro verde», del iniciado Gustav Meyrink, logró con la voluntad del Yo de liberación del espíritu, activar la Minne o memoria de sangre desde lo reptílico, y así del «rostro verde», Dios Serpiente del Origen, que pudo manifestarse en este plano mediante el rayo luciferino, como la luz que el profesor advirtió en su cuarto. Una luz que no era de este mundo, sino precisamente la luz de Lucifer!

Consideremos además que la lectura de un libro, el de Gustav Meyrink en este caso, tratándose de un iniciado con cierto grado de orientación gnóstica, puede asistir a cualquier Virya en su búsqueda de orientación, debido al lazo sincronistico acausal del Aura Catena, o cordón dorado, que vincula a todos los Viryas.

Inicialmente el sujeto anímico, debido a la pulsión del alma, reacciona con extrañeza y temor. Más la voluntad del Yo, alineado con el espíritu se sobrepone.

El rincón de la habitación de donde se originaba el «chorro de luz», era el ángulo recto desde donde la radiación luciferina entró a este plano.

La segunda instancia iniciática, habiendo tenido la preparación de la anterior, tuvo una mayor impronta:

«Otra noche, después de leer unas páginas del libro “La teoría de la vida eterna”, de Rodney Collin, resolví repetir mentalmente, hasta dormirme, las palabras “quiero recibir la iniciación del Espíritu”. Unos cuarenta minutos después me despertó nuevamente la misma luz de la vez anterior, pero ahora había además dos personas en la habitación. Yo continuaba con los ojos cerrados, pero “sentía” que había dos hombres allí, junto a mi cama. Pensé, “¿Cómo pudieron entrar, si las puertas y ventanas están cerradas y solo yo tengo las llaves de esta casa?”. Yo temía abrir los ojos, temía mirarlos y que se percaten de que yo había despertado. Oí una voz extraña y fuerte: “Nos llamaste y hemos venido ¡Y ahora tienes miedo!”. Yo continué sin abrir los ojos y nada respondí. Hubiera deseado escapar de allí, pero temía ser atacado por ellos si lo intentaba. Después escuché “no estabas preparado del todo”, y luego “no hay otra manera”. Inmediatamente clavaron en mi cabeza una especie de aguja, sin darme tiempo a reaccionar ni defenderme.

“Sentí que estaban inyectando una especie de líquido en mi cráneo, con lo que me pareció era un tipo de jeringa de metal, o algo así. A continuación me dormí. Desde ese día en adelante, percibí en mí una especie de alejamiento con respecto al mundo y supe desde entonces con exactitud y claridad cuál era la meta a la que debía dedicar todos mis esfuerzos por el resto de mi vida. También noté que mis dudas y fluctuaciones, con respecto a cuál era el camino más directo hacia el Espíritu, habían desaparecido.»

Nuevamente, cierta lectura esotérica (estando la predisposición gnóstica) actuó como un disparador,que con el pedido del Yo de recibir la iniciación del espíritu, propició nada menos que la visita de dos Siddhas. 

Recordemos que una de las vías de liberación, la «más una» en relación a las otras siete, es la del rescate propiciado por los Siddhas. 

Con cierta intervención utilizando tecnología Hiperbórea secreta, aquellos Siddhas confirieron un grado iniciático, lo cual se reflejó en los resultados que el profesor Herrou Aragón refiere. Es decir, el completo aislamiento del sujeto anímico.

Y en una tercera instancia como veremos, ocurre un cercamiento rúnico, arquemónico, con orientación al Selbst:

«Años después, viví una experiencia similar después de las repeticiones mentales previas al sueño. Apareció la misma luz y los mismos hombres. Esta vez la misma voz dijo: “Ya no hay miedo”. Y a continuación apoyaron en mi cabeza un extraño instrumento que emitía una especie de rayo láser, con el cual grabaron en mi cráneo un extraño signo de forma romboidal. Después de esta segunda experiencia, menos invasiva que la primera, advertí que estaba avanzando hacia mi Espíritu sin mirar atrás ni a los costados.

El camino había sido allanado completamente, se había transformado en una vía directa a la que sólo restaba transitar.»

La forma romboidal denota la orientación desde el cerco rúnico, con lo que se allana totalmente el sendero a transitar, desde el Yo aislado hacia el Sí mismo del Yo infinito, el Selbst.

Tal iniciación sólo puede conferirla un Siddha, como ocurrió en el caso comentado.

De modo que tenemos inicialmente una orientación desde la radiación luciferina., El rayo verde que emana del sol negro, Lucifer mismo desde detrás de Venus. Luego con la voluntad del Yo y la asistencia de los Siddhas, la resignación del sujeto anímico y el cerco infinito (indeterminado espacialmente) en torno al Yo. Y posteriormente el cruce hacia el Selbst, con el norte luciferino como referente de orientación.

En términos de la orientación gnóstico-rúnica brindada por Nimrod de Rosario, tenemos la orientación de la runa conducente Guibur, que lo lleva a uno a situarse de espalda al ángulo recto de la runa-arquémona Odal.

Superando y resignando al símbolo sagrado emergente con el intento de nueva captura (resignación mediante la aplicación del principio del cerco y la Actitud Graciosa Luciférica), se accede a la arquémona Odal, y el sujeto anímico del Microcosmos queda resignado.

En este contexto se es un mutante, ya que el Virya pasa de tener un regente psicológico demiúrgico en la psique, a un regente orientador rúnico, con la fuerza y asistencia del Vril, desde la esfera Ehre, nucleada en el Selbst.

El tránsito desde este aislamiento del Yo al Selbst, implica cruzar el abismo, luego de lo cual se es un «hijo de la muerte», habiéndose resignado completamente la vida cálida con el fuego frío luciferino irradiando desde uno mismo, que ilumina gnosticamente, a la vez que produce ardor y quemazón en lo demiúrgico.

A partir de aquí pueden ocurrir, según la estrategia, distintos movimientos. O bien se transmuta el cuerpo en Vajra inmortal, permaneciendo indefinidamente en este mundo, acorde a las directivas de los Siddhas y conforme a una estrategia. O se desencarna, ingresando en una arquémona en el plano astral, o el espíritu, revirtiéndose a la normalidad (conforme al modelo analógico del espíritu esfera brindado en «Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea»), abandona definitivamente este mundo, retornando al mundo increado.

Análogamente, desde lo reptílico ( en el despertar del potencial del cerebro reptil), el Virya se aproxima o acerca al contexto reptílico de su revestimiento atávico primordial como Siddha en el Origen, en tres instancias iniciáticas, la Serpiente, el Lagarto, y el Dragón, tema ya desarrollado en previas disertaciones.

Consideremos como se ha expuesto la secuencia iniciática en «El misterio de Belicena Villca».

Debe tenerse presente que la lectura de la novela mágica conciencializa al Virya en la situación propia en que se halla, permitiéndole orientarse desde allí.

Así, más allá de tal o cual hecho histórico o cultural, subyace en todo el despliegue histórico de la novela un significado críptico subyacente, que cada Virya debe ser capaz de descubrir mediante la Minne.

Citaremos el siguiente extracto de «El misterio de Belicena Villca», para luego extraer su significado oculto en relación al propio Virya:

«El Gran Jefe Blanco, el Señor de la Voluntad y del Valor Absolutos, vendrá una vez, dos veces, tres veces, a Vuestro Mundo. La primera vez, quebrará la Historia, pero se irá, y causará la insensata risa de los Demonios; la segunda planteará la Batalla Final, pero se irá, en medio del Rugido de Terror de los Demonios; la tercera guiará a la Raza del Espíritu hacia el Origen, pero se irá para siempre, dejando tras de sí el Holocausto de Fuego en que se consumirán los seguidores del Dios Uno, hombres, Almas, y Demonios. ¡Pero quienes sigan al Enviado del Señor de la Guerra serán Eternos!»

Trasladando el significado de estos tres sucesos al propio Microcosmos, es decir a una microescala (que como ocurre con todo lo expuesto en la novela mágica, siempre hay correspondencia de lo externamente narrado con el propio Virya), tenemos que cada Virya es un Führer (líder) de sí mismo.

La primera iniciación sería así asumir el modo de vida estratégico tras haber estudiado y comprendido la Sabiduría Hiperbórea.

En esta instancia iniciática, el Virya ha abandonado el pacto cultural, adhiriéndose al pacto de sangre.

Debe entonces reactivarse la Minne, para mediante la escalera caracol propia (según la vía de liberación seguida), propiciar el Kairós conducente a la liberación.

La segunda instancia iniciática, es la de la muerte Kalibur, renaciendo el Yo despierto al «día del espíritu», quedando completamente cercado por las runas de Navután. 

Y finalmente, la tercera iniciación, surge al desencarnar, enfrentando directamente al Demiurgo y sus Arcontes, retornando definitivamente al Origen.

Todas las trampas ilusorias de Maya y sus agentes demiúrgicos en oposición al espíritu, serán luego de la confrontación de la propia «batalla final», quemadas en el fuego luciferino increado.

Las runas noológicas Odal, Tyr y Hagal, representan este mismo proceso o secuencia iniciática. En la runa Odal el Yo es aislado. Se llega a esta instancia mediante la runa conducente Guibur, donde ya el Virya obtiene una preorientación gnóstica.

Luego la runa Tyr, que representa el puente noológico hacia el Selbst ( «puente» que ha de transitarse mediante el paso a través de la escalera caracol, y la escalera infinita).

Y finalmente la runa Hagal, en que se obtiene la completa perfección, como Yo absoluto en su condición original normal, ya no revertida.

En el caso de Arturo Siegnagel, la lectura de la carta de Belicena Villca produjo cierto despertar en el (análogo a una primera apertura iniciática), seguidamente de lo cual, alcanzó poco después, en una intensa y terrible experiencia un aislamiento de su Yo con respecto al mundo del Demiurgo, recibiendo la asistencia de la virgen de Agartha, es decir de la Diosa, en una de sus facetas.

Y finalmente la experiencia de su sueño (notemos aquí que esta iniciación es recibida en un sueño, y resulta también válida), de donde frente a un espejo tuvo la visión de una araña, que traspasó «desde el otro lado del espejo», para entrar en sí mismo, situación que se repitió luego con la imagen reflejada en el espejo de la espada de Tharsis, la cual al entrar en sí mismo, se tornó en una bella Dama, consumándose así el encuentro nupcial del reencuentro con la pareja original, besándolo en ese reencuentro al entrar en él, para perderse en la «negrura infinita» de él mismo, dejándolo sumido en un éxtasis luciferino, que heló su corazón para siempre, tornándolo en un hombre de piedra.

Así es como Arturo Siegnagel pronunciando en medio de la experiencia de su sueño iniciático:“¡OH, Kâli!”.

La experiencia ha sido magistralmente narrada por Nimrod de Rosario en «El misterio de Belicena Villca», remitiendo a su lectura obligada para quien procure el despertar del espíritu.

Solo acotaremos, que tal experiencia ocurrió subiendo Arturo Siegnagel «por unas gradas de color verde» hacia una plataforma cuadrada, donde se hallaba el espejo en que tuvo lugar la contemplación y experiencia mística luciferina.

Las gradas color verde son indicativas de la senda a través de la sangre fría, es decir del aspecto reptílico. Y la plataforma cuadrada, es el recinto aislado donde el Yo puede efectuar el tránsito al reencuentro definitivo con su propio espíritu, para lo cual resulta esencial la asistencia de Ella, Lilith, la Dama del Origen.

Vemos así que también Arturo Siegnagel transitó a través de tres etapas iniciáticas.

Recordemos en que en «El misterio de Belicena Villca» se menciona asimismo la perfección de una misión de familia, encomendada desde antaño a los linajes Hiperbóreos, para también lograr la transmutación completa y liberación.

Esta es, aunque no se menciona en forma explícita, una de las 7 más 1 vías de liberación, que consiste en llevar mediante una misión de familia, un arquetipo creado hacia su perfección arquetípica, para luego recrearlo en el Origen. Lo que significa ni más ni menos, trascender el arquetipo, orientado hacia el Origen.

La factibilidad de esta vía está dada debido a que todo lo existente en el mundo creado del Demiurgo es una copia, a modo de reflejo desvirtuado, de una esencia del mundo increado.

Puede así entonces, con la orientación gnóstica requerida, partirse de la copia, para eventualmente arribar a lo original.

En el caso de Belicena Villca, su linaje mantuvo como misión de familia el culto de Pyrena, la Gorgona, la Diosa del fuego frío.

Belicena Villca en su carta, menciona a Arturo Siegnagel la misión de familia que existe en el linaje de él, y comentando acerca de la posibilidad de obtener la perfección por esa vía.

Aunque como hemos leído en «El misterio de Belicena Villca», el recorrido iniciático del sobrino de Kurt Von Subermann fue por otro carril.

Concretamente esto es lo que Belicena Villca le dice al respecto: «Su familia, Dr. Siegnagel, fue destinada para producir una miel arquetípica, el zumo exquisito de lo dulce. Desde tiempos remotos, sus antepasados han trabajado todas las formas del azúcar, desde el cultivo hasta la refinación; desde las melazas más groseras hasta las mieles más excelentes. Un día se agotó el manejo empírico y un azúcar metafísico, es decir un Arquetipo, se incorporó a la sangre astral de la familia, dando comienzo a un lento proceso de refinación interior que culmina en Ud. Hoy el azúcar metafísico ha sido ajustado a la perfección arquetípica y el esfuerzo de miles de antepasados se ha condensado en su persona: la dulzura buscada está en su Corazón. A Ud. le toca dar el último paso de la trasmutación, recrear ese azúcar arquetípico en el Espíritu, y comprenderlo con el Símbolo del Origen. Pero no soy Yo quien debe hablarle de esto, pues sus antepasados se harán presentes un día, todos juntos, y le reclamarán el cumplimiento de la misión.»

Notemos que le dice «A Ud le toca dar el último paso de la transmutación». Y esto se debe a la pureza de sangre de Arturo Siegnagel, pureza que Belicena Villca percibió desde el primer momento que viera al doctor, reconociéndolo debido al vínculo sincronistico acausal del aura Catena, y viendo «desde la sangre» como un Virya elegido.

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